Epílogo

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—Perdóname, padre, porque he pecado —inspiró profundamente, su pecho ya no se sentía oprimido al pronunciar esas palabras—. Los crímenes que he cometido, los he hecho sin remordimientos, y los volveré a hacer del mismo modo. He secuestrado una joven inocente, aunque creo que estaba lo suficientemente consciente para acompañarme por propia voluntad y era eso o ser ejecutada. La he convertido en una buena cazadora de demonios. Oli me dijo una vez que nos volvemos adictos a un mal, cuando no podemos ser nosotros mismos, la chica nació para la guerra y eso la rehabilitó bien. Me he asociado con un ángel caído, dos años y sigue siendo insoportable. He amenazado ángeles, los hombre-paloma se lo buscan en mi defensa. He manipulado a la Iglesia bajo amenaza, deberían agradecer que los haya perdonado y les siga haciendo algunos favores a veces. Solo fue porque extrañaba al padre David. He chantajeado y extorsionado a inocentes, se siente de un modo maravilloso salirme con la mía. He mentido y robado, lo volvería a hacer mil veces más. He torturado con placer, física y psicológicamente. He asesinado a sangre fría, porque lo cierto es que los malditos se lo tenían bien merecido. No tengo demonios internos, ni más cadenas que me limiten, no me puedo quejar. Me esfuerzo cada día por hacer que valga la pena y guiar mis impulsos por el buen camino. Creo que lo estoy haciendo bastante bien. Estoy cuidando bien de tu chica, deberías ver lo radiante que está estos días —ella contuvo una sonrisa al pensar en todo lo que había hecho esos últimos meses—. Oh, y temo que esta mañana he arruinado una chaqueta de Armani.

Aun en coma, estuvo segura de ver el horror formarse en el rostro del padre McKenzie. Coincidía, arruinar una chaqueta Armani era un pecado imperdonable. Se puso de pie y lo palmeó en la mejilla a modo de despedida antes de partir. Seguía convencida que el sujeto nunca despertaría, aunque el padre David guardaba las esperanzas.

Andrea y Joanne la esperaban fuera de la habitación de hospital. Nada como darles a un par de desencajados una causa a medida para ellos, para sacar lo mejor. Él seguía luciendo indiferente ante la vida, Mica sabía que en el fondo apreciaba la compañía. Joanne se había cortado el pelo y teñido en un desastre de intensos colores pasteles queriendo ser un unicornio, con tal de verla saludable y feliz Mica le dejaba hacer lo que quisiera.

Por supuesto, no pudo dar dos pasos sin terminar frente a frente con Rafael, acompañado de un tranquilo Luc con violín y arco en mano. La sorpresa fue inmediata en todos ellos. Mica sonrió ante el imprevisto. Joanne levantó su mano para chocar los cinco con un atónito Rafael. Andrea solo farfulló algo sobre lo molesto del asunto.

Pero algunas personas estaban destinadas a siempre cruzarse, fuera en esa vida o en cualquier otra. 

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