uno

278 33 33
                                    

Eran aproximadamente las siete de la tarde cuando un hombre de 23 años se encontraba acostado en su cama abrazando a su fiel canina, Nugget, quien dormía tranquilamente entre los brazos tatuados de su dueño.

Uno que otro ronquido se les escapaban de los labios gruesos y rosados que, en ese momento, se encontraban entreabiertos, permitiendo que un pequeño hilo de saliva bajara hacia la almohada oscura que estaba debajo de su cabeza. Finos, medianos y pelirrojos cabellos cubrían aquél cojín tan cómodo y lleno de plumas en su interior.

Todo estaba perfectamente bien para Alan Ashby hasta que el sonido insoportable de su móvil comenzó a sonar. Era una llamada, pero él no quería levantarse. Se negaba a salir de su preciada cama hasta que no tuvo más opción que estirar el brazo hacia el mueble que estaba a su lado para tomarlo y atender.

— ¿Qué quieres? —preguntó con la voz adormilada, sin fijarse en quién era la persona que lo llamaba.

— ¡Levanta el culo de la cama, Ashby! —fue lo primero que exclamó el tipo a quien luego reconoció como Valentino—. ¿Tienes idea de la hora que es?

— No me jodas, quiero dormir.

— Son las siete, pelirrojo. Así que, por tu bien, te aconsejo que te levantes de una puta vez y vengas al estadio —Alan se quejó—. ¡Debemos hacer la prueba de sonido y lo sabes! Si no vienes en 15 minutos, no me haré cargo de mis futuras acciones, eh —y sin más, Tino cortó.

Alan ahogó un gemido de frustración y se removió en la cama, causando que su cachorra se alejara de él.

No había razón para estar enojado, pues dar conciertos con la banda era lo mejor para él. El tema estaba en que era un flojo de primera y lo único que más amaba en el mundo, a parte de su princesa, era dormir.

Luego de una rápida ducha, tomó su ropa interior, una camiseta de una de sus bandas favoritas y unos vaqueros oscuros para vestirse rápidamente antes de colocarse su calzado. No debía llegar tarde si no quería enfrentarse al gran enojo de Valentino "Mamá" Arteaga.

Dejó comida y agua en unos recipientes que le pertenecían Nugget y tomó las llaves de su auto para ir de una vez por todas al estadio. Su guitarra ya estaba guardada en los asientos traseros, por lo que no se preocupó por nada más y emprendió camino.

Dos minutos le sobraban cuando él ya estaba estacionando, por lo que sonrió con suficiencia y tomó su guitarra antes de bajar del auto y cerrarlo con seguro.

Caminó por el gran lugar y cuando estuvo en frente del escenario, le sonrió a sus compañeros y caminó hacia ellos.

— No me golpees, mamá —detuvo Alan a Tino con un puchero—. Llegué a tiempo.

— Lo que digas —rodó los ojos el hombre con su cabellera negra y larga antes de reír y saludar a su amigo—. Vamos, hay que practicar.

El pelirrojo saludó al resto de sus amigos, quienes también querían asesinarlo por ser tan dormilón. Entre ellos, Austin Carlile. Aquél hombre alto, bronceado y de cabello castaño que siempre estaba acompañado de su gran y encantadora sonrisa.

Sin dudas algunas, su amor imposible.

— La próxima vez no dudaré en ir a tu casa para echarte agua —le dijo a Alan cuando lo saludó—. En serio, enano, ¿cómo haces para dormir tanto?

— Ni yo lo sé —rió el pelirrojo, encogiéndose de hombros.

— Bueno, niños. La charla para después —demandó Valentino, como siempre, el más mandón—. La hora pasa, hay una prueba de sonido que hay que hacer y un concierto que dar.

down the road [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora