Capítulo 6: Cercanía

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Me despierto sobresaltada pero cuando miro el reloj en la pared me relajo, aún tengo tiempo para ir por los engendros

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Me despierto sobresaltada pero cuando miro el reloj en la pared me relajo, aún tengo tiempo para ir por los engendros. Las aspirinas que nos dio la enfermera me han ayudado con el dolor de cabeza, pero igual mi cuerpo se siente exhausto. Solo quiero ir a casa y dormir.

Quito la compresa de hielo de mi frente cuando me siento en la cama. Ashley sigue durmiendo en la camilla junto a la mía.

—¡Hola! ¿Te sientes mejor? —me pregunta la enfermera sonriendo y yo asiento, lo cierto es que no hay mucho que ella pueda hacer—. Fabuloso, tus amigos vinieron hace un rato y trajeron sus cosas y hablaron con sus profesores. Necesitas descansar hoy, pero mañana estarás como nueva. Y la próxima vez, entrenen con moderación.

—Lo haremos —le sonrío, con los labios apretados.

La enfermera se va a su oficina y me bajo de la camilla, estirándome y haciendo mis articulaciones sonar. Puede que Ashley y yo nos hayamos excedido. Me mareo un poco y me sostengo de la camilla para no caer al suelo.

Genial, gran día para no desayunar.

—Oye, Ferguson, despierta.

La lanzo la almohada y esta impacta directo a su cara, despertándola en el acto. Ella gruñe y abre uno de sus ojos.

—Nunca te cases, pobrecito tu esposo si está es la forma en la que vas a despertarlo.

—Tenemos que irnos —le digo riendo y tomo mi mochila, sacando mi teléfono de ella. No tengo llamadas perdidas ni mensajes de los engendros, así que supongo que todo está en orden.

Ashley baja de la camilla con una mueca de dolor y va cojeando hasta su mochila, la cual cuelga de su hombro.

—¿Querías entrenar o matarme? —se queja y yo abro la puerta de la enfermería.

—Eso te digo yo a ti —me burlo. Cuando salimos de la enfermería, tanto Ashley como yo nos ganamos varias miradas indiscretas, estos uniformes no dejan nada a la imaginación y el cuento sobre nuestro desempeño en la pelea ya tuvo que correrse por todos lados.

—¡Oh, Abby! ¡Abigail! —me detengo y busco con el ceño fruncido la responsable de los gritos y entre los grupos de adolescentes puedo ver a la señorita Altman venir corriendo hacía mí con su rizado cabello negro saltando junto con ella. La señorita Altman no debe pasar los cuarenta años, pero sus faldas largas y anchas la hacen lucir mucho más vieja de lo que es. De su cuello cuelgan muchos collares y sus dedos están llenos de anillos.

Sin dudas es la mujer más hippie que he conocido en mi vida.

—Justo a ti te estaba buscando —dice, recuperando el aliento cuando ya está frente a mí y sube sus gafas por el puente de su nariz—. ¿Pero qué te pasó?

Viviendo Con Los Alfas (Saga Alfas #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora