Mientras Jeremy calma a los engendros, tomo los restos de vendas del botiquín que usamos con Curtis y limpio mis heridas y las vendo lo mejor que puedo, aunque sería más fácil si lo hiciera otra persona.
Quiero llamar a Tristán, pero ni siquiera recuerdo en donde dejé mi teléfono.
—Por supuesto, señorita Price, ya la están esperando.
La voz de Oliver me hace salir de mis pensamientos y la realidad me explota en la cara, ¿qué hora es?
El reloj en la mesa de noche de Curtis me deja ver que son más de las dos y siento una pesadez situarse en la boca de mi estómago, ni siquiera recordaba lo del proyecto de Jeremy.
Me aseguro de que Curtis esté cómodo y salgo de la habitación. Cuando bajo las escaleras me encuentro a mi primo saliendo de la sala de juegos de los engendros y por su mirada, sé que ha escuchado lo mismo que yo.
—Ya están aquí, ¿qué haremos?
—Seguir el plan.
Mi voz se apaga cuando escuchamos el sonido del timbre de casa y Jeremy seca sus manos en sus jeans antes de abrir la puerta.
Una sonriente Peyton se encuentra del otro lado y detrás de ella está Tyler con la enorme maqueta de su proyecto.
—¡Hola! —saluda—. Lamento haber llegado tarde, es que...
—No importa —la corta Jeremy haciendo un ademán—. Pasen.
Peyton y Tyler se abren paso a la sala y los saludo con una sonrisa. Tener a Tyler cerca hace que vuelva a mí ese ligero mareo embriagador de sentirme rodeada de su aroma y su presencia.
—Pueden usar el ático si gustan, es lo suficientemente grande como para que puedan terminar su proyecto —le digo a Jeremy y este asiente.
—Fabuloso —sonríe Peyton—. Espero no te moleste que Tyler haya venido, es que papá insiste en que me acompañe a todos lados, es como un guardaespaldas. Es tan molesto.
—Hasta que me pides que te complazca en todo lo que pides, ¿cierto?
—Soy la menor, es tu deber hacerlo —afirma y no puedo evitar reír mientras veo a Tyler rodar los ojos.
—No hay problema, Peyton. Para mí mala suerte soy la mayor de la familia, así que a mí si me tocan guardaespaldas de verdad. Pero ellos no hacen todo lo que yo les pido —le digo divertida y Peyton ríe. Nerviosa, jugueteo con mis dedos y cuando me percato de eso, ya es tarde para evitar el comentario:
—Tus manos sangran.
Peyton señala mis manos y miro mis dedos que, en efecto, sangran y la sangre ha traspasado mis torpes vendajes.
—Mierda... —murmuro por lo bajo—. Lo lamento, yo... iré a encargarme de esto.
Corro a la cocina y meto mis manos al fregadero para que mi sangre deje de manchar el piso.
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Viviendo Con Los Alfas (Saga Alfas #1)
Hombres LoboSer la hija de la pareja alfa puede sonar como un sueño para cualquier chica, ¿para mí? Solo el constante recordatorio de que todos piensan que soy una inútil y que para lo único que siempre seré buena es para ser la hija de mi padre. Mi vida es nor...