Capitulo 6

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—¿Está sonando el teléfono, mami —decía Emily, tirando de sus vaqueros—. Mami, ¿no me oyes? Está sonando el teléfono.

—¿Qué? Ah, sí. Gracias, cariño.

Amanda soltó la camiseta que estaba a punto de colgar en la cuerda y corrió hacia la casa.

A saber quién sería. Había llamado a Jack a primera hora para contarle el encuentro de la noche anterior... temiendo que notase algo raro.

Había tomado la decisión de darle el beneficio de la duda al señor Sandoval y sólo le contó el incidente con la rubia... no la conversación que mantuvo con ella más tarde. Ni el baile.

Pero Jack la sorprendió diciendo que la esposa de Sandoval había llamado para decir que no quería que volvieran a seguir a su marido. Todo era un malentendido y habían hecho las paces.

Luego le dijo, con un tonito bastante desagradable, que suponía lo que había pasado en casa de los Sandoval esa noche.

—Es fácil de adivinar. Nuestro objetivo cumplió en la cama. me habría gustado ser una mosca en la pared de ese dormitorio...

Esa imagen se había quedado en la cabeza de Amanda toda la mañana. También a ella le habría gustado ser esa mosca para mirar al hombre con el que había bailado, el hombre al que había deseado tan desesperadamente, haciéndole el amor a su esposa.

Sabía que era absurdo sentir celos de su mujer. Absurdo desear ser ella la que estuviera en la cama. Absurdo, ridículo.

Pero no podía dejar de pensar en ello. Apenas había pegado ojo la noche anterior y ahora, mientras corría hacia el teléfono, seguía viendo el brillo de deseo en sus ojos, recordaba su voz ronca, su excitación palpable.

¿Habría sido sincero cuando le dijo que era la primera vez que le pedía eso a una mujer? ¿Que nunca había sentido algo así?

Amanda se inclinaba a creerlo. Posiblemente, había bebido más de la cuenta. O llevaba mucho tiempo sin tener relaciones sexuales. Era una tontería pensar que había habido algo especial entre ellos.

En el fondo, era una romántica. Los hombres pensaban de forma diferente, sobre todo con respecto al sexo. Sólo había sido un revolcón potencial, nada más.

Quizá, cuando descubrió que había salido corriendo, se sintió aliviado. Quizá se fue a casa, sintiéndose culpable y de verdad hizo las paces con su esposa. Quizá no había usado el deseo que Amanda había incitado en él para hacerle el amor a una mujer que ya no le excitaba.

Pero, ¿por qué iba a hacer eso? ¿Por sus hijos? Quizá. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Una familia debe estar unida en Navidad. Y él odiaba el divorcio. Él mismo lo había dicho. Incluso había querido brindar por el matrimonio...

Claramente, su matrimonio le importaba.

Tenía que dejar de pensar en él, decidió Amanda mientras descolgaba el teléfono de la cocina. No volvería a verlo. Fin de la historia.

—¿Sí? —contestó, sin aliento.

—¿Amanda Cáceres?

—Sí, soy yo.

—Soy Nicolas Hernan, de Adstaff.

—¿Perdón? Ah, sí, Adstaff, la agencia de empleo. Hacía tiempo que no sabía nada de vosotros.

—Como te dije hace unos meses, en este momento no hay mucha demanda para diseñadores gráficos. Pero ayer quedó un puesto vacante y me acordé de ti enseguida.

—¿Ah, sí? ¿Por qué de mí especialmente? —preguntó Amanda, cauta. Conocía a la gente de las agencias de empleo y sabía que a veces eran demasiado optimistas.

—Porque esta agencia de publicidad quiere alguien que pueda empezar de inmediato. No quieren entrevistar a nadie que ya tenga trabajo.

A Amanda se le encogió el corazón. Tenía que haber docenas de diseñadores gráficos sin trabajo en Sidney. De nuevo, la posibilidad de conseguir aquel empleo era mínima.

—¿Qué agencia es? —preguntó.

—Ideas Bárbaras.

—Ah, me encantaría trabajar para ellos.

A ella y a cualquier diseñador gráfico. Ideas Bárbaras era una agencia pequeña comparada con algunos gigantes de la publicidad, pero era la más innovadora. Dirigida por Harry Wilde, tenía fama de convertir a sus diseñadores gráficos en directores creativos, en lugar de buscar talentos en otras agencias.

—Sí, ya imaginé que te gustaría. Tienes una entrevista con ellos el lunes a las diez en punto.

—¿Tan pronto? —murmuró Amanda. Tendría que pedir la mañana libre en el restaurante. Afortunadamente, el lunes era el día más tranquilo...

—¿Puedes empezar a trabajar de inmediato?

—Desde luego que sí. Pero seamos sinceros... ¿Nicolas? ¿Qué posibilidades hay de que eso ocurra?

—En realidad, tienes muchas posibilidades. Hemos enviado todos los currículum de artistas gráficos que tenemos y sólo han elegido dos. El tuyo es uno de ellos —contestó Nicolas—. Aparentemente, tienen que contratar a alguien de inmediato y no quieren perder el tiempo. Tengo aquí delante tu currículum y sé que estás capacitada para ese puesto, Amanda. Francamente, me sorprende que no te contrataran en esa agencia a la que te envié hace unos meses.

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