Salió cinco minutos después, llevando de la mano a un diminuto doble de sí misma: rizado pelo oscuro, piel clara, barbilla cuadrada.
La expresión de Amanda al verlo fue una mezcla de sorpresa e irritación. Pero en los ojos de su hija había curiosidad.
—Emily, te presento al señor Sandoval.
—¿Eres el jefe de mi mamá? ¿El que la ha hecho llegar tarde? —preguntó la niña, muy seria.
—Sí, soy yo. Pero voy a compensarte llevándoos a casa y pidiendo luego un par de pizzas para que tu mamá no tenga que cocinar —sonrió él, abriendo la puerta del coche. Cuando levantó la mirada para ver cuál era la reacción de Amanda, ella estaba sonriendo—. ¿Algún problema, Emily? —preguntó, al ver que la niña vacilaba.
—Mi mamá no me deja subir a un coche que no tiene sillita de seguridad. Y no me deja comer pizza. Dice que es comida basura.
—Ah, ya veo. Mi gozo en un pozo —suspiró Max—. Bueno, pues iremos andando. Luego volveré por el coche mientras tu mamá y tú decidís qué se puede cenar.
—Los lunes siempre cenamos con Dora —contestó la diminuta fuente de información—. Y hoy es lunes, ¿verdad, mami?
—Sí, cariño —contestó su madre, con gran satisfacción—. Jaque mate, me temo.
Max apretó los dientes. No iba a salirse con la suya.
—El ajedrez es sólo un juego, esto es la guerra. Reconsideraré mis tácticas mientras vamos a tu casa.
Luego activó la alarma del coche y se volvió hacia el enemigo con una de sus sonrisas.
—¿Puedo llevar tu mochila, jovencita?
—La llevo yo, muchas gracias —contestó la niña. Aunque fue necesaria la ayuda de su madre para colocársela a la espalda.
—¿Una pequeña feminista?
—No. Un espíritu independiente. Hay que serlo para sobrevivir —contestó Amanda.
—Podrías tener razón.
—Sí, suelo tenerla —replicó ella, irónica.
—Muy bien, ¿qué tal si tú llevas la mochila y yo te llevo a ti? —sin esperar la siguiente objeción, Max se colocó a la niña sobre los hombros, una pierna a cada lado de la cabeza—Enreda los brazos en mi cuello, yo te sujetaré los pies.
—¡Mami, mira qué alta!
Pero cuando agarró los pies de la niña, una ducha de arena cayó sobre su traje.
—¿Qué demonios...?
—Le gusta jugar en la arena.
—Ah, ya.
La mirada de adoración de su hija hacía que Amanda deseara liarse a golpes con Maximiliano.
Porque estaba usando a Emily para llegar a ella. Y eso era una canallada.
Pero no iba a funcionar. No pensaba acostarse con él, por mucho que lo hubiera deseado mientras estaba quitando la arena de su traje. Aquel hombre tenía un cuerpazo. Debía hacer mucho ejercicio...
Dora debió oírlos llegar porque salió a la puerta antes de que tocasen el timbre. Y Amanda tuvo que reír al ver su expresión de sorpresa.
—Es el señor Sandoval, el nuevo jefe de mi mamá —explicó Emily—. Pero le gusta que lo llamen Max. Quería traernos a casa, pero como no tiene sillita para niños mi mamá dijo que no. Pero tiene un coche muy bonito. Y muy brillante. Después de Navidad va a llevarme a montar a caballo. Para entonces tendrá una sillita de niños. Quería comprar pizza, pero mi mamá dice que no. ¿Puede cenar con nosotros, Dora? Tú siempre haces mucha comida. Mi mamá lo dijo el otro lunes.
Dora soltó una carcajada. Estaba acostumbrada a aquella pequeña dinamo. Max parecía encantado y eso confundió a Amanda. ¿Sería un buen actor o de verdad le gustaba su hija?
Siendo un hombre que no quería tener hijos, parecía demasiado paciente, demasiado amable con los hijos de otros.
«Porque quiere acostarse contigo», pensó. No sabía si sentirse halagada o furiosa.
—Tendré que poner unas patatas más, hoy he hecho cordero asado. ¿Le gusta el cordero asado, señor Sandoval?
—Me gusta mucho. Pero llámeme Max, por favor.
—Muy bien, Max. Pero yo pensé... —Dora no terminó la frase.
—¿Te puedes creer que Maximiliano tiene un hermano gemelo, Dora? —la interrumpió Amanda a toda prisa—. Un gemelo idéntico. Su hermano está casado, pero él es soltero.
—¿Ah, sí? Qué cosas.
—Sí, qué cosas.
—Yo no tengo hermanos —suspiró Emily—. Porque mi papá se murió.
—Sí, tu mamá me lo ha contado —dijo Max, poniéndose en cuclillas—. Es muy triste, pero seguro que algún día tienes un nuevo papá porque tu madre es una señora muy guapa. ¿Te gustaría tener un nuevo papá?
Antes de que Emily pudiera contestar, Amanda la tomó en brazos.
—Bueno, ya está bien de charla. Tenemos que bañarte antes de cenar. ¿Por qué no te quedas charlando con Dora, Maximiliano? Invítale a un jerez, así no se meterá en líos.
—No puedo beber, tengo que conducir —sonrió él—. Pero seguro que podemos encontrar un tema de conversación interesante —añadió, irónico.
Dora y ella habían tenido muchas conversaciones y, siendo mujeres, solían decir la verdad sobre sí mismas. Un interrogador inteligente podría averiguar todo lo que quisiera...
Amanda sospechaba que había cometido un error táctico.
Pero ya era demasiado tarde.
Se consoló a sí misma pensando que, descubriera lo que descubriera, ella tenía fuerza de voluntad. No podía obligarla a hacer algo que no quería hacer.
El problema era que, en el fondo, en ese lugar escondido de mujer que llevaba cuatro años ignorando, empezaba a crecer el deseo de estar con un hombre.La tentación sexual era una cosa terrible. Oscura y primitiva. Le apetecía tener el cuerpo de Maximiliano dentro del suyo mucho más que el cordero asado.
Lo deseaba como nunca había deseado a Mario.
«¿Y qué piensas hacer, Amy?», se preguntó a sí misma mientras metía a Emily en la bañera.
—Me gusta Max. Es divertido —dijo la niña.
—Sí, es divertido.
—¿Te gusta, mami?
—Yo... pues...
—Tú le gustas a él.
Amanda suspiro. No tenía sentido engañar a su hija. Si al final iba a salir con Maximiliano...
—Sí —dijo por fin—. Creo que sí.
Emily se quedó callada, con esa expresión que tenía cuando quería esconderle algo.
—Emily, ¿qué estás pensando?
—Nada.
—Dímelo.
—Estaba pensando en Navidad, mami. ¿Santa siempre te trae lo que le pides?
Amanda suspiró. Afortunadamente, habían cambiado de tema.
—Si eres una niña buena, sí.
—Yo soy una niña buena.
Ella sonrió, abrazando a su hija.
—Sí lo eres. No tienes por qué preocuparte, cariño. El día de Navidad recibirás absolutamente todo lo que has pedido.
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El Regalo Ideal
RomanceNo siempre lo material es el mejor regalo y no hay nada más hermoso que dar sin necesidad de recibir algo.