Max la miró, incrédulo, cuando le contó no sólo que nunca había estado en El Sótano sino que nunca iba sola a un bar. Y estuvo a punto de meterse en el carril contrario cuando le dijo quién era su objetivo. Incluso le contó que le había dado a Jack un informe positivo porque le vio rechazar a la rubia.
—Por supuesto, entonces no sabía que tú no eras Rodrigo.
Max se quedó sin palabras durante unos segundos.
—Muchas gracias por no destrozar el matrimonio de mi hermano. ¿Por que lo hiciste, te sentías culpable?
—¿Culpable? ¿Por qué?
—A ver, guapa, seamos serios. Si yo hubiera sido un pobre hombre casado y aburrido y tú hubieras entrado en el bar con ese cuerpazo tampoco habría sido capaz de resistirme.
—No exageres, no es para tanto.
—Créeme, sí lo es. Y eres una buena actriz, además. Yo habría jurado que te gustaba, que de verdad querías hacer el amor conmigo.
Podía decirle que no era así... o tomar una salida más fácil.
—Te encontraba atractivo, es verdad —admitió, poniéndose colorada—. Pero no me habría ido al hotel contigo. No me acuesto con extraños.
Esa era su historia y no pensaba contar nada más.
—Yo tampoco sabía tu nombre, pero me daba exactamente igual.
—Sí, bueno, tú eres un hombre. Eres de una especie completamente diferente. Las mujeres somos, en general, un poquito más selectivas.
—No todas las mujeres.
Posiblemente estaba acordándose de la rubia.
—Sí, es verdad. Y también sé que las madres solteras tienen cierta reputación de ser... digamos, presa fácil. No quiero que cometas ese error si estás pensando pedirme que salga contigo. Y supongo que así es. Si no, ¿por qué me llevas a casa?
Max se volvió de nuevo para mirarla.
—Parece que me tienes pillado. ¿Qué puedo decir? Sí, me gustaría salir contigo. Y sí, hasta ahora, mis intenciones no eran del todo honorables.
—¿Y ahora?
—Sigo queriendo acostarme contigo. Pero también me gustaría conocerte fuera de la cama. Eres una mujer muy interesante, Amanda Cáceres.
Ella, cortada, miró su reloj para disimular. Eran casi las cinco y media y estaban todavía en Chatswood. Habría ido mucho más rápido en el tren.
—Entonces, ¿quieres salir conmigo? —insistió Maximiliano.
Amanda no volvió la cabeza. Sabía que la estaba mirando, pero... esos ojos suyos la afectaban tanto como su sonrisa.
—Quizá —contestó.
—¿Cuándo?
—No me metas prisa, Maximiliano.
Maximiliano. Lo había llamado Maximiliano.
—¿Qué tal el viernes por la noche? Supongo que el viernes pasado dejaste a tu hija con alguien. ¿No? Podríamos salir a cenar y luego a tomar una copa, o lo que quieras. Al cine, al teatro. Lo que te apetezca.
Acostarse con él estaría bien, pensó, sorprendiéndose a sí misma. Pero su orgullo era más importante.
—No sé si podré. Además, sigo sin saber nada de ti. Al menos, tú has leído mi currículum. Yo ni siquiera sé qué haces o por qué te ha encargado Harry Wilde que cuides de su negocio mientras está de viaje.
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El Regalo Ideal
RomanceNo siempre lo material es el mejor regalo y no hay nada más hermoso que dar sin necesidad de recibir algo.