Capítulo 28

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El viernes, todo el equipo de Ideas Bárbaras dejó de trabajar a las cuatro en punto para convertir la oficina en un espacio abierto... con pista de baile incluida. Se movieron las mesas, se colocaron adornos y luces de discoteca...

Pedro, quien por lo visto hacía de DJ todos los años, preparó su mesa en una esquina mientras los demás colocaban los refrescos.

—Más tarde vendrán nuestras parejas —le explicó Susan—. Y hablando de parejas, la tuya está muy contenta últimamente. ¿Qué le has hecho, chica?

Absolutamente nada. No habían hecho el amor, a pesar de haber pasado todas las tardes juntos esa semana.

—Está guapísimo de negro, ¿verdad? —sonrió Amanda, con aquel pellizco en el estómago que sentía cada vez que lo miraba. Le había costado trabajo controlarse, pero lo más importante para ella era saber que el amor de Maximiliano era verdadero.

—No le has contado a nadie que estamos prometidos, ¿verdad, Susy?

No le importaba que ella lo supiera porque se habían hecho amigas y no podía ocultarle aquel secreto, pero le preocupaba lo que pensaran los demás compañeros.

—No se lo he contado a nadie. Pero si seguís mirándose así, todo el mundo se dará cuenta.

Max volvió la cabeza en ese momento y sus ojos se encontraron. En su mirada había tanto amor que Amanda se estremeció.

Qué orgullosa estaba de él, aquel hombre inteligente, guapísimo y sensato que la amaba.

—¡A ver, todo el mundo! —gritó Max—. Todo está listo para la fiesta. Las chicas pueden ir a ponerse guapas y los chicos también... aunque sería un milagro. Por favor, niños y niñas, aseguraos de que vuestros equipos están a cubierto y todos lo archivos bien guardados. No queremos que vuelva Harry y descubra que nos han robado las ideas.

Veinte minutos después, Amanda estaba mirándose al espejo. Se había puesto un vestido nuevo y muy sexy. Seda negra con unos volantes de color turquesa, escote halter y falda por encima de la rodilla.

Los zapatos también eran nuevos: unas sandalias de color turquesa. Esta vez había podido comprar una buena crema autobronceadora que le daba un tono dorado a su piel. Llevaba el pelo suelto y nada esponjado, cortesía de los buenos productos para el cabello que había podido comprar con su primer cheque. Se había puesto más maquillaje del que solía llevar a la oficina y mucho menos ropa interior. Iba sin sujetador y con un tanga mínimo.

—¡Guau! —exclamó Marisol.

—¡Sí, guau! —asintió Karen.

Susan levantó una ceja, irónica.

La reacción de Max al verla no fue tan entusiasta. Y tampoco pareció hacerle gracia que sus compañeros se acercaran para invitarla a bailar.

Amanda sospechaba que estaba celoso, pero entonces, ¿por qué no le decía nada?

Por fin, una hora después, se acercó con expresión seria.

—¿Puedo hablar contigo en privado?

—Sí, claro —contestó ella.

Maximiliano la llevó del brazo hasta su despacho. Amanda temblaba por dentro. Un par de copas de champán le habían quitado el miedo.

—Dije que no iba a hacer esto, ¿recuerdas? —sonrió, encantada con la idea de hacerlo sobre el escritorio.

—No te he traído aquí para eso —contestó él, cerrando de un portazo.

—Ah.

—Mira, sé que te preocupa lo que piense la gente y he intentado no hacértelo pasar mal, pero eres mi chica, Amy —anunció Maximiliano formalmente—. Mía. Y ya es hora de que lo sepa todo el mundo.

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