Capítulo 22

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Tenía tanto miedo de dormirme, tanto miedo de que fueran peores, soy una cobarde y me odio por eso.

El crujido de la puerta me pone alerta y miro hacia ella rápidamente.

—Vine a ver si dormías—Habló Tristan.

—No quiero dormir—Bajé la cabeza.

—Te ves cansada—Acarició mi hombro antes de sentarse a mi lado.

—Estoy cansada—Asentí mirándolo.

Él sonrió haciendo que un escalofrío corra por mi espalda.

— ¿Qué? —Reí por su expresión.

—Ven a dormir conmigo—Se sentó más cerca de mí y yo me alejé.

—Solo no quiero tener pesadillas—Él se acercó de nuevo y yo me volví a alejar.

—Conmigo nunca las tienes—Sonrió volviéndose a acercar, pero si yo me alejaba caería de la cama, ya que estoy en el borde.

Me levanté.

—No me importa no dormir—Acaricié mi brazo mirándolo.

Me miró unos segundos y se acercó a mí para acorralarme en la pared.

— ¿Qué tienes? —Pregunté.

— ¿Qué tengo? —Repitió mi pregunta mirando mis ojos.

—Sí... ¿Qué tienes? ¿Qué piensas? —Fruncí mi ceño mirando su rostro.

Apretó su mandíbula y luego me sonrió.

—No quieres saber lo que pienso—Bajé la mirada al sentir mis mejillas calentarse...Estaba sonrojada.

—Ve a dormir, es tarde—Murmuré intentando ocultar mi nerviosismo ante su inexistente distancia hacia mí.

—Ven conmigo—Puse mi mano en su pecho para separarlo pero ni siquiera intenté hacerlo al observar sus preciosos ojos.

Su sonrisa pícara desapareció lentamente mientras se acercaba más a mi rostro.

No podía besarlo, necesito distancia...Por él y por mí.

—Hablé con Cinco—Solté rápidamente cuando cerró sus ojos.

Me miró frustrado y se alejó.

— ¿De qué? —Preguntó acariciando sus puños.

—De ti...Es lo único que tenemos en común—Noté como se formó una sonrisa en sus labios. — ¿Ahora por qué sonríes? —Le pregunté.

—Sonó lindo lo que acabas de decir—No de nuevo...Me volví a sonrojar.

¡Lo hace apropósito!

— ¡Para de coquetear! —Soltó una carcajada que me llenó de energía.

—Para de ser tan linda—Maldición.

— ¡Tristan!—Me quejé.

—Te encanta que te coquetee —Mordió su labio aguantando una carcajada.

— ¡Ya basta! —Me senté en la cama.

El silencio se hizo presente en la habitación.

—Voy a dejarte ir, bonita—Me susurró y yo miré sus ojos.

¿Dejarme ir?

— ¿Qué dijiste?

—Te dejaré ir... No puedo matarte—Ya no había un rastro de picardía en sus ojos, estaba hablando en serio.

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