Capítulo 3

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SIETE DIAS MÁS TARDE

Me desperté gritando gracias a las pesadillas.

Definitivamente...Esta es la peor de todas.

Once abrió la puerta y pude notar que estaba dormido por su cara de sueño.

— ¿Acaso nunca paran? —Lo miré intentando recuperar el aire.

Negué con la cabeza.

Me levanté y tomé un poco de agua de la jarra que me dejaba diario en la habitación.

Lagrimas salían de mis ojos e intentaba guardar silencio para que Once no notara que estaba llorando.

Limpié mis ojos rápidamente.

— ¿Estás llorando? —Sentí su respiración en mi oído y me separé de reflejo. — ¿Son tan terribles? —Bajé la mirada.

¿Cuál es su problema?

— ¿Acaso te importa? —Murmuré.

—Me despiertan todos los días a las tres o cuatro de la mañana, así que si...Si me importan.

—Deberías ignorarlas—Miré por la ventana y uno de los chicos estaba riéndose con la chica...Se nota que se gustan mucho. —Es lo que hace mi familia.

El chico le acarició la mejilla a la chica y ella rio.

— ¿Cómo se llaman? —Le pregunto a Once.

Él miró por la ventana.

—Ella es Cinco y él Siete—Miré sus ojos.

— ¿Todos son números? —Pregunté.

—Para ti si lo son...Y él otro chico es Tres.

—Creí que no debías hablar conmigo—Él sonrió mirando el lago.

—Soy el jefe...Hablo con quienquiera —Me miró.

— ¿Qué logran teniéndome encerrada aquí?

—La fortuna de tu familia—Tragué fuerte.

—Sabes... ¿Algo de ellos? —Murmuré mirando mis manos apoyadas al marco de la ventana.

—Se todo de ellos—Miro su perfil rápidamente.

—Ellos...Ellos—Tartamudeé.

—Si—Respondió antes de que terminara la pregunta—Están bien—Tenía su mirada fija en el lago—Por ahora—Me miró.

Mi corazón latió más rápido de lo normal.

—No les hagas nada—Supliqué—Hagan lo que quieran conmigo...Pero no a ellos—Ya no podía contener mis lágrimas. —Son lo único bueno que tengo—Susurré y fui al cuarto de baño.

Me miré en el espejo...Ya no era la misma, estaba delgada, mis ojeras eran aún peores y mi ropa sucia del instituto no ayudaba en nada.

Eché agua en mi rostro y me la sequé.

Vi a Once viendo por la ventana con una mueca de asco.

—Son asquerosos—Se quejó mirando a Cinco y Siete.

—Deja de mirarlos—Me senté en la cama y mi estómago gruñó. —Muero de hambre—Acaricié mi estómago.

—Debes esperar que comamos por si queda algo.

—Ya lo sé—Me acosté sobre el incómodo colchón viejo.

—Iré a regañarlos—Se dirigió a la puerta y salió.

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