Capítulo 17 ☺

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Capítulo 17 ☺

—¿Por qué venimos a la recepción de la universidad?— preguntó Nick, que aún se le veía molesto.

Muy molesto.

Lo ignoré y toqué la campanilla.

La recepcionista (una vieja gorda con muy mal genio que siempre me ponía de malas) apareció en la barra.

—¿Sí?— soltó, déspota.

—¿Tiene un botiquín? Gracias— contesté con el mismo tono frío que ella.

La mujer, se agachó debajo de la barra para abrir unos cajones y dejó el botiquín frente a mí. Sin decir una palabra, se volvió a meter en la oficina.

—¿Qué crees que vas a…?— comenzó Nick.

—Cállate— le corté, tomé el botiquín y lo arrastré hasta mi dormitorio.

Abrí la puerta y lo arrastré adentro, fijándome antes que no hubiera ningún fisgón en los pasillos. Lancé mi mochila a mi cama y arrastré al idiota detrás de mí hasta la silla del escritorio.

—¿Qué vas a hacer?

—¿Quieres amanecer con la cara hinchada y morada?— pregunté sarcásticamente, sacando el algodón y el alcohol del botiquín.

Nick hizo un gesto horrible.

—¡No! Mañana tengo una cita. No iré con la cara morada— protestó.

Rodeé los ojos.

¿Una cita? Estúpido galán de mierda.

—Entonces cállate.

Nick se puso serio. Mientras tanto, yo abrí la botella de alcohol y lo vaciaba en un pedazo de algodón que usaría para desinfectar las heridas.

—¿No tienes curiosidad por saber con quién tendré una cita?— preguntó de pronto.

Entrecerré los ojos.

—No.

—Bueno, te diré de todos modos… ¡AH!— gritó cuando le presioné el algodón contra la herida de la ceja.

No me interesaba con quién tendría su estúpida cita.

Bueno… muy en el fondo de mí, pero muy, muy, muy al fondo sentía un poco de curiosidad… pero eso era muy, muy al fondo.

—Te dije que te callaras— de pronto, ya me encontraba molesta de verdad.

Creía saber por qué era, pero no lo quería admitir. Era mejor negármelo a mí misma hasta que yo me lo creyera.

—Saldré con Agatha Fitzgerald, ¿la conoces, no?— dijo de todos modos, ignorándome por completo, el muy idiota— Esa chica rubia y guapa que estaba en la pista de hielo la otra vez.

Tarado, por supuesto que sabía quién era ella. Todos sabían quién era e incluso la mayoría de los hombres la conocían de más.

¡Qué sorpresa! Nick saldría con ella mañana.

Sólo por maldad, le apreté más el algodón en la herida, haciendo que gritara de nuevo.

—¡Jesús! ¿Intentas meterme el algodón por la herida o qué te sucede?— dijo haciendo muecas de dolor.

Intenté no reír.

—No, intento que no se te infecte— mentí, mordiéndome el labio inferior para no reír—. Ahora, si me haces el favor de callarte…

Let it GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora