Capítulo 45 ☺

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Capítulo 45 ☺

Cuando desperté, lo primero que vi fue un techo blanco. Miré a mi alrededor sin encontrar nada conocido para mí, sin embargo sabía que estaba en un hospital. En mi brazo izquierdo tenía una cánula por donde pasaba el suero y en la muñeca llevaba un brazalete de papel con mi nombre escrito en ella.

Algo asustada y sin saber cómo había llegado hasta aquí, intenté incorporarme hasta que la cabeza comenzó a dolerme como si tuviera un taladro sobre mí, y todo comenzó a dar vueltas.

—Mierda— susurré, recostándome lentamente de nuevo.

La habitación estaba vacía, y sí, en efecto, me encontraba en una habitación del hospital de Eastbourne, ¿cómo había llegado aquí?

Lo último que recordaba era que peleaba sobre el ring contra Meredith Armstrong, recordaba lo distraída que estaba y por desgracia, también recordaba ese horrible beso entre Nick y Agatha que había hecho estragos en mí.

Bajé la mirada, algo triste. En el sillón junto a la ventana de la habitación se encontraba mi mochila, la que había dejado en los vestidores antes de la pelea. Seguro ahí estaba mi móvil, lo necesitaba.

Intenté estirar el brazo derecho, cuando algo me lo impidió; sentía el brazo inusualmente pesado.  Cuando me volví hacia él, me topé con la sorpresa de que un enorme y feo yeso rodeaba mi codo.

—¿Qué…?— susurré por lo bajo hasta que la puerta de la habitación se abrió.

Por ella entró Marielle, con su roja cabellera sobre sus hombros y un helado de nuez en las manos.

Internamente hice un puchero. A mí me encantaba el helado de nuez. Marielle sonrió abiertamente cuando me observó despierta; luego de dejar su helado sobre la mesilla de la entrada, se encaminó hacia mí para darme un fuerte abrazo, que hizo que me doliera hasta la última punta de cabello.

—¡Marine! Dios, al fin despertaste.

Sin poder evitarlo, se me escapó un gemidito de dolor.

—Oh, lo siento— dijo haciendo una mueca.

—No hay cuidado— respondí restándole importancia— ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

Marielle tomó el banquito junto a la cama y se sentó en él, mientras meditaba bien su respuesta.

—Desde anoche.

Me volví hacia la ventana. El cielo estaba nublado e incluso algo oscuro, lo que significaba que ya era tarde.

—Sí, dormiste unas veinte horas— respondió ella como si hubiera leído mi mente.

—¿Llevo casi un día aquí?— pregunté entre preocupada y extrañada.

Marielle asintió.

—¿Qué me pasó?— continué haciendo preguntas que probablemente eran muy tontas, pero odiaba este sentimiento de confusión tan frustrante.

—Bueno, te diste un golpe en la cabeza al caer en el ring y quedaste inconsciente. El doctor, muy guapo por cierto, dijo que sería mejor que descansaras sin que nadie te molestara— explicó, o al menos lo intentó, porque yo seguía sin comprender ni papa de lo que decía.

—¿Por qué tengo un yeso en mi brazo?

—Ah, eso. Bueno, no me hagas mucho caso, pero algo escuché decir al doctor de un esguince o algo así.

¡¿Qué diantres me había pasado en el ring?! Recordaba que quería salir de ahí lo antes posible e incluso había considerado la tentativa idea de huir pero la había rechazado.

Let it GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora