Capítulo 33 ☺

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Capítulo 33 ☺

En cuanto bajamos del auto de Marielle (otro BMW, idéntico al de Nick, sólo que era de color blanco) cada uno se fue a sus respectivos dormitorios.

Subí las escaleras, ansiosa por poder desempacar y caer rendida en mi hermosísima cama, en donde dormiría cuanto quisiera. Caminé por el pasillo arrastrando mi equipaje detrás de mí hasta que llegué a mi dormitorio.

Metí las manos al bolsillo de mis jeans en busca de mi llave, pero no la encontré. Rebusqué en los bolsillos traseros y delanteros con urgencia, pero no tuve ni tantita suerte.

De pronto me dio el tipo de paro cardiaco que suele dar cuando se pierde algo importante; ¡y vaya que esa llave era importante! La necesitaba ahora mismo o si no, ¿cómo entraría a mi dormitorio?

Busqué una vez más en todos los bolsillos que tenía con la esperanza de que sucediera un milagro y de pronto estuviera ahí, pero claro, eso no sucedió.

Las catastróficas consecuencias de haber perdido mi llave inundaban mi mente rápidamente, evitando que pudiera pensar en alguna solución.

La única persona que tenía un duplicado de la llave era Alice, que probablemente llegaría a Eastbourne hasta mañana.

¿Qué más podía hacer?

Había visto en películas o en la televisión cuando alguien abría el cerrojo de una puerta con algún broche para el cabello, pero yo era la persona menos estética del mundo… ¿por qué traería yo un broche en la cabeza? Y aunque lo tuviera, no tenía ni idea de cómo se hacía algo así.

Rindiéndome finalmente, me recargué contra la puerta y me deslicé hasta quedar sentada en el piso.

¿En dónde dormiría esta noche? Lo único que se me ocurría por el momento era llamar a Marielle. Rápidamente saqué mi celular para buscar su número, pero antes de que lo encontrara, un mensaje en grande apareció en la pantalla de esa chatarra.

«Batería muy baja: 1%»

Oh, Dios, no.

En ese caso, ya estaba jodida por hoy. No tenía ni idea de en dónde se encontraba el dormitorio de Marielle y por obvias razones no iría a tocar de puerta en puerta hasta que lograra encontrarla a ella.

La única persona a la que me quedaba por pedir ayuda era… Nick.

Y tampoco sabía en donde se encontraba su maldito dormitorio. Debía darme prisa si quería pedirle ayuda antes de que la porquería de celular que tenía en mi mano se apagara. Si marcaba su teléfono se agotaría ese 1% de batería que quedaba, era mejor enviar un mensaje.

«S.O.S» fue lo único que pude enviar justo antes de que el celular muriera. Sólo esperaba que lo leyera y no lo ignorara, porque si no le arrancaría las pestañas una por una.

Suspiré.

Me abracé las rodillas y recargué la barbilla sobre ellas, aburrida y preocupada a la vez. Era una combinación un tanto extraña de sentimientos…

Llevaba un rato mirando al piso fijamente cuando escuché pasos. Unos zapatos que reconocería donde fuera, se cruzaron con mi vista. Subí la mirada poco a poco hasta encontrarme con la cara de Nick, observándome. Tenía la respiración agitada y jadeaba un poco.

—¿Qué sucede?— preguntó poniendo una mano en su pecho— ¿Estás bien?

Lo miré atentamente.

—¿Por qué jadeas?— evadí su pregunta.

Él sonrió.

—La verdad… vine corriendo.

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