24.- Dónde sea que estés I.

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Era el día

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Era el día. El día al que tanto Jesse como Sophie le temían.

Era su último día juntos.

A pesar de que habían tenido tiempo para asimilar la situación, nada evitó que se desmoronaran el día anterior. Jesse había llegado al departamento de Sophie desde temprano, sólo con un par de maletas, su mochila y su gato. Todo lo que le quedaba en aquella ciudad.

Con ayuda de Sophie, habían mandado por paquetería todas sus cosas al departamento amueblado que su empresa le había proporcionado, y también vendieron por internet aquellas cosas que definitivamente no podía llevar con él y que su madre simplemente no podía guardar por él.

Prepararon el desayuno como siempre, haciendo bromas y riendo, intentando evitar cualquier contacto con la realidad que tendrían que enfrentar tarde o temprano. Cuando terminaron de desayunar y tomaron lugar frente a la TV para ver alguna cosa en Netflix, Sophie explotó.

—Nunca más vas a fastidiarme mientras vemos Gossip Girl —le dijo antes de comenzar a llorar dolorosamente.

Eso era. Dolor puro.

Jesse la había abrazado con fuerza, y por primera vez, se permitió llorar con ella. Estaba cansado y triste. Siempre buscaba un lado positivo en las cosas, había sido su manera de sobrellevar las situaciones difíciles a las que se enfrentaba. Por primera vez, no fue capaz. ¿Cómo podía encontrarle un lado positivo al hecho de que se alejaría de la persona que ama?

Así que lloro. Lloraron los dos, porque Sophie también estaba destrozada.

Tenía tanto miedo. Miedo de perder al amor de su vida. Miedo a volver a ser la persona que solía ser antes de conocer a Jess. Miedo de no volver a verle. Y miedo del dolor que sentirá todos los días que no esté con él.

No se había ido aún y ya le dolía como el infierno.

Estuvieron así casi todo el día mientras Gossip Girl se reproducía en el fondo. Finalmente detuvieron su llanto masivo al atardecer, cuando Allie comenzó a maullar reclamando alimento.

—Tendrás que acostumbrarte a eso —le había dicho Jess a la chica—, Allie se siente una maldita princesa.

Hablaron mucho después de eso. Hablaron de lo que harían al día siguiente, y de las noticias, de las películas que estaban por salir, de Alicia y Max, de Christian y su ahora ex-novia Skylar, y finalmente hablaron sobre Susan y Alfred.

— ¿Estás loca?, ¡Claro que tienes que llamarlos! —le había dicho el chico—. Es una gran oportunidad.

—Pero me gusta mi trabajo —replicó Soph.

—Sé que te gusta, pero concuerdo con Alicia: Tienes que abrir tus alas y comenzar a volar, Solecito —ella lo miró pensativa.

—Ojalá Alicia me lo hubiera dicho así. Temí por mi vida durante su discurso —Jesse rio.

"Casi" nunca es suficiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora