3.- Jesse.

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"Por fin sábado", pensó Jess al despertar esa mañana

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"Por fin sábado", pensó Jess al despertar esa mañana.

Toda la semana estuvo ocupado gracias a su reciente mudanza y terminando con algunos detalles de su departamento. Y a cinco días de haber llegado a la ciudad, todas sus cosas seguían empacadas. Él no era bueno ordenando sus prioridades, y aunque no le entusiasmaba la idea de desempacar, acomodar los muebles y limpiar, sabía que tenía que hacerlo tarde o temprano.

"Lo prefiero tarde".

Después de un baño rápido y tardar un rato en encontrar algo de ropa abrigadora en sus maletas, salió de su departamento rumbo al metro.

El día que llegó a la ciudad e intentó andar por primera vez en el metro, terminó horriblemente perdido y no sabía dónde se encontraba. Después de un rato intentando orientarse, se dio por vencido cuando por fin le dio hambre y entró a una pequeña cafetería que se encontró por ahí. El lugar era muy acogedor y había un ambiente muy agradable alrededor, aparte del exquisito café y el pastel de chocolate que servían. Claro, después se dio cuenta de que no estaba tan perdido y ese restaurante quedaba a sólo dos estaciones de en la que él usualmente bajaba para llegar a su hogar, así que todos los días iba a desayunar a ese sitio.

Llegó tarareando una canción que estuvo escuchando el día anterior. Una muy bonita canción de piano, tocada por una persona aún más bonita. Mentiría si dijera que no buscó más acerca de Sophie desde el día que la conoció, porque investigó demasiado sobre ella. Tocaba increíble. Ella tenía un talento enorme y ha sido reconocida por varias academias de música, incluso trabaja en una en la ciudad. Lo triste era que los músicos siempre son menospreciados y ella no era la excepción. Lo había notado en su corta conversación con ella el otro día.

Se sentó en una mesa en el fondo, donde podía ver todo lo que sucedía a su alrededor. No había mucha clientela, se fijó. Tan sólo unos cuantos señores con traje y cara aburrida, unas cuantas parejas, una o dos familias y una chica solitaria sentada frente al ventanal. Ella le dio curiosidad y empezó a mirarla detenidamente. Tenía un gorro de lana gris cubriendo su cabeza y su cabello castaño caía alrededor de su rostro. Sus ojos azules se movían conforme iba leyendo las palabras del libro que sostenía con una mano mientras que la otra se movía inquietamente dando toques en la mesa. La había reconocido enseguida, y verla ahí sola le había dado un vuelco en el corazón. Nadie debería estar solo, nunca. Después de debatir consigo mismo sobre si eso era correcto o no, se levanta de su mesa y empieza a caminar hacia ella.

Sophie estaba tan pérdida en su libro que ni siquiera lo notó cuando él estuvo de pie frente a ella. Él no sabía qué hacer. Lo admitía, estaba nervioso. Actuó un poco incómodo, esperando que ella lo notara y, sin embargo, no lo hizo. No sabía que decir y estaba pasmado por ser esa la primera vez que no sabía que decir en presencia de una chica. Entonces, echa un vistazo al libro que ella leía, y una idea brincó a su cabeza.

— ¿Sabes?, ese libro es sorprendentemente bueno. —y por fin ella lo miró. Al principio un poco desconcertada; como si la hubieran sacado de golpe de su propio mundo. Luego, al reconocerlo, sonrió cálidamente y a Jess le encantó.

— ¡Hey! Hola... uh, Jess, ¿cierto? —preguntó Sophie un poco tímida, temiendo no recordar su nombre.

—Ese es mi nombre —él sonrió también, contento de que ella lo recordara—. Bueno, esto te sonará loco pero yo estaba sentado por allá —apuntó hacia la mesa en la que se había sentado al llegar—, y entonces te vi por aquí —ahora señaló la mesa de la chica—, y pensé: "¡Oh, vamos! Ella está sola y tú también. ¡Ve a hablar con ella y sean amigos!", y aquí estoy —terminó, repentinamente avergonzado por su tan estúpida explicación—. ¿Me podría sentar contigo? Creo que eres agradable y me gustaría conocerte. Serías mi primera amiga en la ciudad y me encantaría ser tu amigo, yo soy muy buena persona y no creas que hablo tanto todo el tiempo como lo estoy haciendo justo ahora, sólo estoy nervioso. ¿Qué dices? —ella lo miró fijamente en silencio unos segundos—. Claro que si no quieres, puedo volver por donde vine y... —y una bonita risa lo interrumpió. Ella se estaba riendo de él.

— ¿Estás loco? ¡Claro que puedes sentarte conmigo! Me encantaría ser tu amiga —Jess dejó de sostener la respiración y sonrió al mismo tiempo que lo hacía ella—. Perdón por haberte dado la impresión de que iba a rechazar tu invitación, estaba procesando tus palabras —explicó Sophie mientras Jess tomaba asiento frente a ella—. Es sólo que no tengo demasiados amigos, ¿sabes? —ella rió sin gracia dejando el libro de lado y a Jesse le dió un vuelco.

¿Cómo las personas no querrían ser amigos de ella? Joder.

—Bueno, ahora tienes un amigo —contestó él y Sophie se sintió avergonzada.

Vino una camarera y con una sonrisa floja les tomó la orden. Ella pidió unas tartas de coco y fresa y un capuccino, mientras que él pidió lo mismo de todos los días.

Empezaron a hablar y no se detuvieron hasta tres horas después, cuando la misma camarera les avisó que el turno matutino se había terminado.

—Entonces, ¿buscaste en el congelador?, ¿en serio? —preguntó Jess antes de estallar en risas. Estaban saliendo por fin de la cafetería y él sostenía la puerta para ella.

— ¡No te rías! Tenía seis años y no era muy inteligente —respondió contagiada por la risa de Jess.

Las risas empezaron a disminuir y se encontraron mirándose fijamente el uno al otro. Jess no podía creer ella no tuviera amigos, siendo tan alegre, graciosa, tierna y frágil. Simplemente no lo entendía. Y Sophie no podía creer que un chico como Jess se le hubiera acercado. Tenía miedo de que él se alejara, siendo honestos.

No querían despedirse. Jesse no quería dejarla ir todavía. Quería tenerla para él un tiempo más. La quería con él, y no en un sentido perverso, simplemente la quería a su lado.

—Sabes, tengo que ir a mi departamento a seguir poniendo las cosas es orden y... —se rascó la nuca. Era difícil no ponerse nervioso frente a ella.

—Oh, claro. Estás ocupado y yo sólo te distraigo —rió un poco sin ganas para ocultar su decepción y empezó a acomodar su cartera decidida a irse.

— ¿Qué? Dios, no, no es eso. Quería saber si tú... claro, si no tienes nada que hacer hoy, quisieras ir... —Sophie lo miraba fijamente, muy sorprendida de que no la hubiera mandado a volar—, si quisieras ir conmigo a mi departamento y seguir hablando mientras hago el intento de que el lugar parezca decente. Podemos pedir pizza y comer helado. ¿Qué dices? —preguntó de nuevo, nervioso. Sophie sonrió levemente.

— ¡Me encantaría! Pero no pienso dejarte todo el trabajo a ti solo, por como hablas de tu departamento, debe ser un desastre —Ella rió un poco y Jesse se quedó en blanco. Salió de su trance cuando ella acomodó su gorro de lana y lo miró—. ¿Nos vamos?

—Nos vamos.

*****

canción al principio: warrior, de beth crowley.

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"Casi" nunca es suficiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora