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La amaba.
Le ha dicho que la amaba y le ha besado para después aun así irse y dejarla sola. Sola de nuevo.
Una parte de Sophie, la parte poco realista y romántica, esperaba que Jesse nunca subiera a ese avión. Esperaba que él no pudiera dejarla de esa manera y volviera corriendo a ella, negándose a irse. Pero no sucedió.
No había manera de que sucediera, siendo honestos. Había más factores negativos que positivos en el hecho de que confesaron amarse el uno al otro.
El factor principal: eligieron el peor momento en la historia para demostrar sus verdaderos sentimientos.
La chica subió a un taxi saliendo del aeropuerto y le indicó al conductor la dirección de su cafetería favorita. No se sentía con ánimos de volver a casa y afrontar la situación.
Comenzaba a dudar que algún día fuera a estar preparada para afrontarla.
— ¿Lo mismo de siempre, Sophie? —preguntó Lilah, la camarera del lugar cuando tomó su orden.
—Sí, por favor —le dedicó una sonrisa desganada.
— ¿Quieres que preparen el desayuno de tu novio también? —cuestionó la chica amigablemente.
— ¿Mi novio? —murmuró Soph confundida.
—El chico que viene todo el tiempo contigo —explicó Lilah sonriente.
—Jesse... él no es mi novio. Y tampoco vendrá hoy... o alguna vez más en el futuro —dijo apenada.
—Diablos, lo siento tanto, fui muy imprudente. Ignora mi pregunta, ya te traigo tu pedido.
Lilah volvió rápidamente a la barra y comunicó la orden de Sophie.
¿Quién diría que no eran pareja? Ella había atendido a Sophie desde que ésta había llegado a la ciudad y le dio instrucciones al chico la primera vez que estuvo en la cafetería y no sabía cómo volver a casa.
Sin duda Jesse la flechó a primera vista; todo en él le parecía fascinante. El día en que Lilah finalmente reunió el valor suficiente para intentar entablar una conversación con el castaño, fue el mismo día en que Sophie y Jess desayunaron juntos por primera vez y al notar la mirada del chico cuando estaba con ella, entendió que de alguna manera, estaban destinados a estar juntos.
Era una lástima enterarse ahora que ellos nunca se dieron cuenta de que eran el uno para el otro. Se había dicho a sí misma que el día que un hombre la mirara de la manera en que Jesse miraba a Sophie, ella sabría que es el indicado. Lamentablemente, aún nadie lo había hecho.
—La orden de la mesa diez está lista, Lilah —dijeron desde la cocina y ella volvió a la realidad.
Realmente odiaba las historias de desamor.
El desayuno de Sophie llegó y la camarera le dedicó una sonrisa compasiva antes de dejarla sola de nuevo.
Estaba hecha polvo, eso era cierto. ¿Por qué nunca se dio cuenta de que Jess sentía lo mismo que ella?, ¿cómo pudieron ser tan tontos? ¡Todo el mundo lo sabía!
Recordó todas las veces en que alguien hizo un comentario equivocado sobre su relación con Jesse, todos dando por hecho que eran una pareja, o que tenían sentimientos entre ellos. Se quiso golpear a sí misma e ir a buscar a Jess para golpearlo a él también.
En algún momento mientras desayunaba, intentó enojarse con Jesse por no haberle dicho nada antes, pero se dio cuenta de que no era justo de su parte cuando ella tampoco tuvo las agallas para hacerlo. Los dos fueron unos idiotas con miedo a las consecuencias.
Entonces, como si el universo quisiera burlarse aún más, comenzó una melodía muy conocida para ella en la música de fondo que sonaba en la cafetería. Era su canción; la canción que bailó con Jesse aquella vez en la fiesta de año nuevo. Thinking Out Loud, de Ed Sheeran.
Mientras bebía de su café e intentaba contener las lágrimas, recordó una frase que había escuchado en Gossip Girl:
"Hay canciones que nos hacen querer bailar. Canciones que hacen que cantemos. Pero las mejores canciones son aquellas que nos regresan al momento en que las escuchamos por primera vez, y entonces rompen nuestro corazón".
Sophie lo entendió en ese momento. Aquel era el final.
El final de una historia de amor en la que, lamentablemente, el amor fue confesado demasiado tarde.
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canción al principio: over and over again, de ariana grande y nathan sykes.