Capítulo veintidós

100 6 0
                                    

Capítulo 22

Un pensamiento venía a mi mente una y otra vez. Me acordaba del beso del viernes entre Phoenix y yo y de lo maravilloso que hubiera sido que duráse más. Pero Amelia lo cortó, no le podía hacer esto.

-No puedo, lo siento...

-No tienes que disculparte, yo lo provoqué y sé que no es el mejor momento para esto. No quiero que añadas a otro a tu triángulo amoroso.

-¿Cómo sabes todo eso?

-Todo el instituto habla de ello, varias personas te han visto con Nate y con Phoenix y los rumores corren.

-Oh... Debería tener más cuidado ¿no?

-Sí, no quiero poner las cosas incómodas entre nosotros. Me voy llendo.

-Vale.- Le dí un beso en la mejilla y me despedí con una dulce y tímida sonrisa.

Tras el almuerzo y después esto decidí que lo mejor sería volver a casa y tomarme unos días libres. Alguien se ocuparía de poner una excusa por mi falta de asistencia.

Era un nuevo día y por fin tendría un día totalmente relajada como cuando los copos de nieve tocaban tierra suavemente. Sonó el móvil:

-¡Hola!

-¿Te encuentras bien?

-Ajá, y más ahora.

-¿Por qué no has venido a clases?

-Me he tomado un descanso, Phoenix.

-Espero que estés bien, y que descanses porque en cuanto salga de clases te llamo y me llevas contigo. Vamos a gastar mucha energía, en realidad no tanta porque sólo te tienes que sentarte en un trono...- Antes de que acabáse, lo interrumpí.

-¿Entendí bien? No es el momento Phoenix, ahora no. La semana que viene, por favor. No estoy preparada.

-No vas a poder enconderlos mucho más. Es tan fácil como decidir quien muere y quien no.

-Pero ¿y si mi padre se siente traicionado?

-Le dirás la verdad, que era eso o que muriése. No te compliques.

-Vale, vale, lo haremos.

-Estaré a tu lado en todo momento, adiós.

No sólo me podía teletransportar yo, sino que podía teletransportar a otras personas. Eso facilitaba las situaciones.

Hoy es el gran día, y quiero que sea especial. No sólo traeré a Phoenix, sino que traeré a Bastian, me pondré un bonito vestido y me peinaré dignamente. Y cuando yo mande, mamá podrá ver a la familia y no tendremos que quedarnos encerrados aquí.

Era la hora.

La verdad estaba por llegar, mi sangre enfrió, y el pánico comenzó a fluir por mis venas. Cerré los ojos e imaginé momentos perfectos que he pasado y que quiero pasar, aunque no siempre todo sale como esperámos. Cuándo los abrí, mi querido hermano y Phoenix se encontraban a mi lado.

-Axelia, ¿qué has hecho? ¿Qué hago aquí?- preguntaba Bastian una y otra vez sin obtener respuesta alguna. Finalmente me digné a responder.

-Creí que era lo mejor. Hoy es el día, y conmigo puedes volver y mamá podrá salir. No habrán barreras ni injusticias-. Soltó una pequeña lagrimita y lo abracé. Mientras Phoenix miraba por la cerradura de la puerta.

-Lo que haces es muy valiente.

-No tanto-. El momento familiar fue interrumpido por la voz de Phoenix.

-Es el momento, coge los objetos y vamos.

Eso hice, bajamos sin hacer ruido y cuando nos situámos ante el trono mi cabeza comenzó a debatir. ¿Realmente esto era lo correcto? Sí, pero debía esperar un par de años. Ya era tarde para eso. Me coloqué la corona y cogí el bastón.

Giré sobre mis pies, ahora sólo quedaba sentarme. Pasaron dos minutos en los cuáles nos quedamos en silencio. No podía hablar, millones de pensamientos pasaban por mi mente cada segundo, recuerdos. Debía ser fuerte, no era para tanto, el mundo no acabaría, al contrario. Cerré los ojos y me dejé caer.

Sentí el mullido trono rozar mi cuerpo y me relajé. Debía pasar algo pero no era así. Mi madre comenzó a bajar por las escaleras tranquilamente, pero al verme allí sentada junto a Bastian, su cerebro gesticulo acciones rápidas.

-¿Qué haces aquí, Bastian?

-Pregúntaselo a Axelia.

-¿Y tú qué haces?

-Mamá, yo pensé que esto era lo correcto. Pero no ha funcionado, y me temo que eso significa que...-Una boz interrumpió la frase.

-Axelia, yo lo escuché todo, lo siento. Guardé el verdadero trono en el sótano y pensé en dartelo como un regalo cuando llegáse el momento, y ya ha llegado-. Ese trono que había visto, el que llevaba un manto encima con mi nombre, ese trono era el verdadero, el trono que... ¡No!

-No, no quiero. Prefiero esperar.

-No quiero que esperes, quiero que ese momento llegue ya. No puedo esperar, gobernarás mejor que yo. Y en cuanto a ti, Bastian. Lo siento. Desde que Axelia intenta cumplir la profecía he reflexionado. Y fui un poco duro. Ahora, pongámonos en marcha.

Bajamos al sótano y mi padre desactivó las pruebas, pero para siempre. Cuando llegamos encendió la luz y quitó el manto que lo tapaba.

-No puedo, y mucho menos después de esto. No podré gobernar como tú, soy demasiado joven.

-Vas a cumplir dieciocho años, Axelia. Y no quiero que gobiernes como yo, quiero que seas feliz gobernando a tu manera. Y por el momento sigo mandando aquí, y te ordeno que te sientes-. Sonreí tristemente, por mi padre. Se que le dolía, pero no lo admitía. Era mejor así. Todos sufriríamos menos.

El trono brilló y salía un humo, aire especial. Ví en ellos felicidad, ese era mi futuro. Ser feliz y no tener que ser obligada a nada. Toda la sala brillaba, el oro escandilaba tanto como el sol pero yo no me inmutaba, sólo sonreía. Era negativa, lo reconosco. Sólo miré la parte mala, pero no había traicionado a nadie. Simplemente, ahora seríamos felices.

InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora