Capítulo veintitrés

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Capítulo 23

La cálida brisa de invierno rozaba mi pelo y el apagado sol acariciaba mi rostro. Al fin me sentía viva. La sensación de notar que hay vida en ti es difícil de encontrar, no siempre agradecemos esa vida que se encuentra en nuestro corazón y hay que cavar mucho para encontrarla. El amanecer hacía en mi corazón un hueco para mis sentimientos. No me había querido hasta ahora, todo mi corazón estaba ocupado por las personas que quiero pero no había espacio suficiente para mí.

Todos los problemas habían desaparecido, y con ellos, la negatividad. Ya tenía mis dieciocho años, habian pasado un par de meses desde el día en que todo cambió. Ahora era independiente, las clases acabaron y me pasaría el resto de mi vida viviendo en paz. Mi casa en el lago era tan tranquila como el aleteo de una mariposa, exepto cuando venían mis primos que se armaba la de dios. Phoenix me visitaba casi todos los días y Amelia y Damon solían visitarme todas las semanas. En cambio, Nate había desaparecido sin más. La última vez que hablamos fue el día en que lo pillé con otro chico por una apuesta, después me pidió perdón por lo ocurrido. No lo ví más.

El Inframundo estaba abandonado, podía hacer mi trabajo desde donde estaba y no tenía problema. Tenía algo de dinero ahorrado gracias a la herencia, unos cuantos (o más bien muchos) millones. Pero no me lo había quedado todo yo, mi familia también existía. Georgia y Amelia se solían encontrar mucho por aquí y las tres juntas éramos imparables. Siempre nos sincerábamos juntas, parecíamos un confecionario. Hoy iban a venir las dos.

Tocaron el timbre.

-¡Hola!

-Tú siempre tan feliz.- Dijo Amelia.

-Tienes toda la razón.- Solté una pequeña carcajada, estas dos nunca iban a cambiar.

Estuvimos un rato hablando sobre nuestros temas, siempre me preguntaban por Phoenix y si Nate me había venido a visitar. La respuesta siempre era la misma, "nunca va a venir." Así de claro. Todos habían seguido su camino juntos, pero yo me había marchado, por eso echaba en falta a Nate. Nadie lo había visto desde ese día.

Nos moríamos de hambre y fui a la cocina a preparar unos bocadillos. Me encontraba con las manos en la masa cuando tocaron el timbre. Terminé el último bocadillo un segundo después de que tocaran así que salí con la bandeja. La bandeja se me cayó de las manos cuando ví el rostro de la persona. El apuesto caballero vino en rescate de los bocadillos y lo fuimos recogiendo del suelo. Amelia y Georgia prefirieron dejar intimidad, pero también prefirieron no recoger.

-Perdón, es que no te esperaba. Desde el último día que hablamos no te he visto.

-Esa tarde me fuí a Europa y acabo de volver - Paró un segundo-. Te he echado de menos.- Me sonrió con una sonrisa dulce que le devolví.

-Nate, yo...

-No tienes que decir nada, debí haber avisado, pero yo tampoco tenía la menor idea. Espero que podamos retomar nuetra amistad. Si no quieres, lo comprenderé.

-Mira Nate, yo sentí algo por ti. Durante meses y meses mi cabeza sólo pensaba en ti, luego pasó lo que pasó. Me pasé noches llorando. Realmente estaba enamorada, pero me rompieron el corazón y me hicieron sentir como un mounstruo cuando no tenía la culpa de ser quien era. Soy quien soy, tan normal como tú. Me despreciaste y me dolió. Seguí enamorada de ti a pesar de que también había alguien nuevo en mi vida. Pero han pasado meses desde la última vez, he pensado mucho en ti. Te quiero, pero no igual que antes.- Me dolia decir todo eso, porque realmente lo seguía queriendo. Seguía enamorada de él, pero no tanto como antes. Ahora mis sentimientos estaban más resguardados.

-Respeto tu decisión. Ahora, si me permites me voy a ir.

-No me has entendido. Te quiero de verdad, pero como amigo.

-Por supuesto. En ese caso, creo que me quedaré un rato.

Nuestras vidas habían cambiado en pocos meses, él se iría a la universidad y yo me quedaría aquí. No voy a negar lo que siento por él, pero mi cabeza estaba en proceso de eliminación y llegó alguien que lo canceló. Estaba confundida, me podría haberme llamado, tal vez no tenía mi número. En ese caso, no estaría confundida.

Nos dejamos de tanta charla y nos fuimos a patinar un poco al lago, a veces me daba miedo que el hielo se rompiése y no hubiese nadie allí para ayudarme. Intentos de piruetas fallidos es el resumen de la tarde en el lago con Nate. Me había reído muchísimo, realmente habían caídas muy graciosas.

Entramos en la casa y estábamos parcialmente congelados, ¿y qué mejor que chocolate caliente para estos casos? Nada, eso está asegurado. Mi vida libre y sin acción era un sueño hecho realidad.

Finalmente, Nate iba a salir por la puerta, pero vaciló un poco y dijo:

-Tengo un poco de hambre. ¿Te apetece ir a cenar? Conozco un sitio precioso, es en el muelle. Al lado de los barcos todo sienta mejor. Es una pequeña terraza acogedora y no hace frío.- Sonaba bien. ¿Es una cita? No. En realidad, sí que quería. No, bórrate esa idea de la mente.

-Perfecto. Es mejor que cenar sóla.- Dije con una gran sonrisa reluciente en la cara.- ¿Es una cita?

-Si quieres tomártelo como una cita, por mí perfecto.

-Era sólo por preguntar.- Me ruborizé. Eso fue un sí. Estaba segura.

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