Capítulo veinticinco

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Capítulo 25

Noté unos pequeños besos recorrer mi rostro. No quería dar señales de que estaba despierta porque terminaría. Pero no pude ahogar una sonrisa.

Entonces, me besó. Le seguí el beso y abrí los ojos.

-Ya despertó la bella durmiente. Ya preparé el desayuno. Espera aquí, enseguida lo traigo- me senté en la cama.

-¿Qué? ¿Desayuno en la cama? Pero que lujos. Me gusta mi mayordomo.

-Muy graciosa- se rió, y yo sólo sonreí sonoramente.

Tenía un sueño terrible, me había dormido muy tarde con todo lo que había sucedido.

Pues sí, lo hice por primera vez. Al principio fue doloroso, un poco, pero sólo podía pensar en lo afortunada que era y eso quitó todo rastro de dolor. Se que a veces sueno cursi, pero es lo que tiene vivir dieciseis años encerrada en un castillo con un padre que te enseña buenos modales hasta para dormir. Modales a los que yo no hacía mucho caso, pero su manera de hablar se me pegaba.

A lo que íbamos, fue mágico. Jamás me había sentido así. Volé.

Me recosté en la cama soltando un suspiro y entonces entro con una bandeja de tortitas con sirope de chocolate. Mmm.

Una mañana normal.

Íbamos a salir y nos vestímos. Ayer había visitado todos los lugares posibles con Phoenix. La verdad, no me apetecía repetir.

-Hace tiempo que no uso mis poderes. Podemos ir a cualquier sitio que se nos antoje- que elija él, así lo pongo a prueba.

-A la punta de la Torre Eifel.

-Guau. Me has impresionado. No esperaba tanto de ese cerebro enano- su sonrisa se volvió burlona se acercó a mi y susurró en mi oído.

-Realmente, sí te he sorprendido.

-Tienes toda la razón- Otro beso, pero cada uno de sus besos era diferente. Este, Misterioso.

Fue tan romántico. Nos sacamos millones de fotos. Paseámos de la mano hasta cansarnos y nos dabamos cortos besos como todas las parejas felices que habían por allí.

En los jardines de la Torre Eifel le pedimos a una chica que había allí, que nos sacará una foto. La pobre iba sola y con un helado en la mano. Al intentar sacar la foto se le cayó la bola del helado y tuvimos que comprarle otro. Un par de horas después pasamos de nuevo por allí y el helado se había derretido casi entero.

También fuimos a una pequeña plaza que había allí. Había una chica paseando a unos siete perros y no sé como podía con ellos. Al final, se escaparon y salieron tras nosotros. No podía correr tanto y finalmente entramos en un boulevar y nos metimos en el baño. Estuvimos unos cinco minutos allí dentro, en los que reímos a carcajadas de lo ocurrido.

Pero todo en la vida llega a su fin. Si no es por una razón en vida, por la muerte.

-No quiero irme.

-Mañana podemos ir a otro sitio. Eliges tú- Sabía perfectamente a donde quería ir.

-Londres. Y después a Amsterdam.

-Hecho. Oye, ¿está noche duermo en tu casa? Yo vivo sólo desde que llegué y tú tambien.

-¿Es una pregunta?

-Eh... Sí.

-Debería ser una afirmación.

-No te lies. Vamos, pero antes de llegar a tu casa quiero ir a un sitio.

-Piensa en él, lo veré e irémos hasta allí directamente.

-No, es una sorpresa- ¿sorpresa?

-Me gustan las sorpresas.

Once y media de la noche, Nate conduce su coche por medio de una carretera oscura. El coche frena. Llegamos. Una gran explanada y en medio, una cabaña.

-¿Qué es esto? Da miedo. Esta todo oscuro y estamos en medio de...- dudé por un segundo- nada.

-Ya lo verás, confía en mi.

Bajo la alfombra estaba la llave, la cogió y entramos. Era muy acogedor. Las paredes, el techo y el suelo eran de madera. Era muy campestre y básico todo. Un sillón, una chimenea y una alfombra.

-Aquí viviamos antes. Cuando mi madre seguía viva. Hace unos diez u once años, no me acuerdo bien. Me llevaba muy bien con ella. A veces vengo aquí y la recuerdo. Es donde pasé mi infancia y me trae buenos recuerdos- dios mío. Espera, hay algo que no encaja.

-¿Pero no habías dicho que te fuiste con tus padres, en plural, a Europa?

-Mi madrasta y mi padre. Deja que termine, por favor. Mi padre entró en una depresión y estuve viviendo con mi tía dos años. Entonces mi padre se casó. Yo quería seguir viviendo con mi tía pero murió a los pocos meses por un cáncer que no le diagnosticaron. Tuve que volver con mi padre y ya no era el mismo. Estaba seco y amargo.

-¿Cómo pasó?

-¿Lo de mi madre?- asentí-. Pues un accidente de coche. Íbamos los cuatro...- no dejé que terminara. ¡Faltan piezas en el puzzle!

-¿Cuatro?

-Mi hermana Dorothy. Era muy pequeña, tenía cuatro años. ¿Por donde iba? Ah, sí. Pues entonces tuvimos un accidente de coche. Mi madre murió al instante, mi hermana estuvo grave durante unas semanas y finalmente murió. Y... mi padre estuvo en coma un año. Ese año fue el peor de mi vida- la lágrimas corrían por mis ojos, se dió cuenta y me abrazó. Noté como algo mojado caía en mi frente, una lágrima suya-.

-Para un segundo, por favor. Necesito recomponerme.

-Eh, tranquila. No pasa nada.

-Sí que pasa. ¿Te estás escuchando? Dios mío. Pensaba que esto sólo pasaba en la ficción. Puedes seguir.

-Lo pasé fatal porque mi madrastra, Tolola, era horrible. Yo le llamaba la bruja de las tres narices.

-¿Tolola? ¿Tres narices? ¿Es una broma o qué?- Estallamos en carcajadas.

-En fin... me pegaba, todos me preguntaban que me había pasado. Tenía que mentir porque me amenazaba. Tolola tenía dos hijas, una algo más pequeña que yo y otra de nuestra edad. Y como es un ser despreciable las dejó con su padre y las abandonó. Eso hice en Europa. Las fuimos a visitar y la pequeña se me recordó muchísimo a mi hermana. Era igual pero algo crecida. Se llamaba Eleanor. Ahora vamos quiero enseñarte lo que más me gusta de esta casa.

Salimos fuera y todo volvía a estar oscuro, al lado de la casa había un árbol. Que al parecer, tenía escaleras ya que pude subir con facilidad. Era una casa del árbol. Habían muñecas que supongo que eran de Dorothy y robots y otras cosas que serían de él. Era literalmete una casa. Estaba tan bien construída.

-La construyó mi padre. Era carpintero. Ahora es abogado. Y mi madre la pinto, le encantaba pintar- miró su reloj-. ¡Pero mira que hora es! Tenemos que irnos ya, son las one y media.

-No quiero irme. Un rato más- negó con la cabeza y me arrodillé-. ¡Por favor, lo suplico!

-Espera aquí- salió de la casa de árbol dejandome sola. Di unas vueltas por allí, era una pena lo que pasó. Me daba pena, pero sabía que él no quería que tuviesen compasión de él. En lo que pensaba en mis cosas, Nate llegó-. Esto es lo único que encontré.

-¿Qué es?

-Mantas. Pensé que habrían colchones, pero al parecer mi padre se los llevó. Los colchones son caros.

-¿Pretendes que nos quedémos a dormir en el suelo?- agacho los hombros sonriendo- Me gusta- levantó la cabeza y aumentó su sonrisa.

Colocó las mantas en el suelo y nos acurrucamos.

-Buenas noches, princesa.

-Buenas noches- y antes de quedarme dormida, conseguí escuchar las últimas palabras que pronuncio.

-Te amo- me hubiese gustado responderle.

InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora