Sanctum Sanctorum

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Georgiana vio con preocupación cómo salía su cuñada de la sala de música, distinguió en sus facciones siempre amables y sinceras una veta de preocupación y dolor que nunca le había visto. Temió por su salud y la de su sobrino no nacido y por más que lo pensaba no lograba entender las acciones de su hermano durante la tarde.

Hundida en estas cavilaciones se sentó en el sillón tratando de encontrar una respuesta, no sabía cuánto tiempo había pasado hasta que llegó a ella una chispa de inspiración, que fue desarrollando hasta convertirla en un plan. Sentía temor porque nunca en su vida lo hubiera hecho y menos aún sin consentimiento, pero entre más lo pensaba, más sentido le encontraba y más creía en la posibilidad de encontrar una respuesta.

El plan era en apariencia sencillo, debía entrar al estudio de su hermano y buscar algo que le diera luz en este asunto, el problema revestía en que ella siempre había sido discreta y si bien su hermano no le había prohibido entrar a su estudio, ella entendía lo que para él significaba. Su propio Sanctum Sanctorum, ese lugar donde se aislaba del mundo, donde resolvía sus problemas y organizaba sus negocios, donde tal vez era posible encontrar sus más íntimos secretos.

¿Pero qué otra cosa se le podía ocurrir? Sabía a ciencia cierta que mientras ella y Lizzy estaban en su habitual caminata de la tarde, él se encontraba allí y también estaba al tanto que había llegado correspondencia y que él aprovechaba ese espacio para ponerse al corriente de múltiples asuntos.

Sabía por una conversación que escuchó alguna vez, que la gran mayoría de los caballeros destruían la correspondencia que no fuera importante o que incluyera en ella asuntos comprometedores echándola a las llamas de la chimenea, este punto era otro de los motivos que tenía ella para sentirse nerviosa, qué derecho poseía para invadir de esa forma la intimidad de su hermano, ella creía que era algo impertinente, que estaba mal, pero de igual forma consideraba que era correcto, porque de alguna manera presentía que así lograrían salir de dudas.

Se dirigió a la puerta de su sala de música, con los nervios a flor de piel, suponía que de esa forma se sentían los ladrones y es que de alguna forma esta noche ella creía ser una ladrona, una ladrona en búsqueda de información. Abrió la pesada puerta de madera y miró hacia ambos lados del pasillo, no vio a nadie y la casa se encontraba en perfecto silencio, sabía que era tarde y que tal vez las únicas personas que se encontraban despiertas en ese momento eran ella y Lizzie. Tal vez la señora Reynolds estaría dormitando junto con Maryse en el salón de la habitación de su cuñada, a la espera de alguna instrucción o simplemente para estar al pendiente de su ama.

Usando como fuente de iluminación un pequeño candelabro se deslizó en silencio por el largo corredor hasta llegar a la puerta del estudio, rezó para que no se encontrara con llave, de lo contrario debería ir hasta uno de los armarios de la cocina a buscar una copia que dudaba que existiera. Puso su mano en la puerta como queriendo descansar y sin previo aviso esta cedió a su peso. No estaba cerrada, simplemente estaba ajustada seguramente por la premura de su querido hermano al salir.

Entró y tuvo la precaución de cerrarla desde adentro para no ser descubierta, al mirar la instancia notó que como siempre se encontraba en perfecto orden y en ese momento le encontró el primer fallo a su plan. ¿Cómo podría abrir los cajones del escritorio que por lo general permanecían bajo llave?

Se dirigió a la mesa y se sentó en la silla que era de su hermano y que antes había sido de su padre, descargó la vela y con algo de desconcierto notó algunos documentos esparcidos sin ningún cuidado, algo que nunca sucedía porque su hermano era de un gran orden. Decidió mirar de que se trataban, de algunos no entendió mucho, más allá de ser asuntos legales referentes a las propiedades y negocios, había algunas facturas, cartas comerciales y de otra índole. Finalmente, encontró una hoja que parecía haber sido arrugada con una profunda rabia. Decidió alisarla y tratar de leer su contenido, por si el mismo era el causante de la molestia de Darcy.

Cuál no sería su sorpresa cuando al ver los primeros trazos pudo distinguir en ellos la letra de su tía Catherine de Bourgh, con sumo cuidado terminó de alisarla y cuando empezó a leer descubrió la siguiente nota:

Fitzwilliam: como te había advertido dentro de mis múltiples objeciones para que no te casaras con esa mujer, estaba el hecho de saber que más temprano que tarde ella mancharía tu nombre y el de toda tu familia, contaminando de esta forma a todos en Pemberley.

De muy buena tinta sé, que pasaste una temporada en Bristol durante la cual ella aprovechó el tiempo para llevar a tu propiedad a su amante del que actualmente se encuentra embarazada y quiere hacer pasar a ese hijo como tuyo, en este momento el rumor se ha extendido por todo Kent y dudo mucho que se demore mucho en llegar a Derbyshire, Londres y demás condados, donde por supuesto serás el hazmerreír de todo el mundo, aunque la actuación de tu mujer no será una gran sorpresa porque todos saben de su condición social y de los escándalos protagonizados por su familia.

Para que no dudes de mis palabras, existe una prueba irrefutable de tal hecho que yo misma puedo constatar.

No teniendo nada más que agregar me despido.

Tu tía Catherine.

Por fin Georgiana entendió lo que pasaba e inicialmente no logró contener su indignación porque realmente quería a Elizabeth como una hermana, se imaginó que esto fue mucho peor para su hermano y esta fue la razón que lo llevó a marcharse de forma tan apresurada y molesta.

Volvió a leer la carta y a pesar de la rabia que sentía, no pudo evitar la sonrisa y la posterior carcajada que le salió a leer las graves ocurrencias de su tía.

En efecto, Darcy había estado en Bristol una temporada, antes de marchar, las había dejado a ella y a Elizabeth en su casa en Londres, pero sintiéndose solo, dos días después de su partida había escrito a su esposa y a su hermana para que se reunieran con él. Por lo cual nunca nadie se enteró de que habían estado en la ciudad, creyéndolas en Pemberley. Esta era una muestra clara de la falta de comunicación con su tía.

Orgullo y Prejuicio. Dos Años DespuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora