Ofensa

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El reverendo Collins fue invitado a pasar al estudio en compañía de Darcy y Elizabeth, al llegar al recinto no pudo ocultar ni la incomodidad ni la molestia que le ocasionaba que la señora de Pemberley se encontrara allí.

- Señor Darcy, esta audiencia que he tenido el atrevimiento de solicitar sin previo aviso, deseo que no se haga en presencia de mi prima, los asuntos que debo tratar con usted sólo atañen a los caballeros, le ruego que le solicite a Elizabeth que se retire de aquí para que así podamos dar fin a este asunto con el objetivo de no importunarle más.

- No se preocupe señor Collins, en realidad tengo asuntos importantes que atender, así que de ninguna manera es necesario que mi esposo me indique lo que tengo que hacer, con su permiso me retiro.

Querido ¿deseas que le pida a la señora Reynolds que les traiga algo?

- No es necesario amada esposa, si lo veo necesario yo mismo haré sonar la campana para el servicio. –respondió haciendo un guiño a su esposa, mientras esta salía con una discreta sonrisa del lugar.

Bueno señor Collins ya estamos solos como deseaba, ¿ahora si me puede decir qué lo ha traído de forma tan poco educada a solicitar una reunión conmigo? Me gustaría decir que tal acción está lejos de sus formas, pero ambos sabemos que no es el caso.

Este comentario hizo que el interpelado palideciera de la rabia, ir a casa de los Darcy correspondió a un deseo violento de ponerlos en su lugar, y sólo hasta ese momento se dio cuenta de qué podía haber cometido un error.

- Como bien sabe señor Darcy la vida y su querida tía lady Catherine de Bourgh, me han beneficiado con un cargo importante en la comunidad, lo que me ha permitido estar en los mejores círculos de la sociedad...

- Al grano Collins, la historia de sus glorias ya la conozco y no es necesario que me la repita. –dijo Darcy con un poco de azoro-

- Disculpe usted señor Darcy, básicamente vengo con el objetivo de hablarle de su esposa y el daño irremediable que ha hecho a mi matrimonio y vengo a exigirle, que la ponga en cintura.

- ¿Cómo dice? ¿Usted viene a exigirme a mí qué?

- Verá usted, cuando la señora Collins estuvo hospedada aquí sin mi supervisión tuvo la oportunidad de ver toda la libertad y los mimos que usted le facilitaba y le dispensaba a mi prima, este mal ejemplo percibido por ella de parte de la señora Darcy la ha vuelto ingobernable, no cumple mis deseos, no está al pendiente de mis asuntos y debo decirle que ha llegado al colmo de la altanería diciéndome que no me meta en sus cosas.

Señor Darcy ¿realmente usted cree que esa es la actitud de la esposa de un siervo de Dios?

- Pues tiene usted razón, esa no debería ser la actitud de una esposa de un clérigo, en mi opinión debería ser la de todas las mujeres. Eso es algo que he aprendido con Elizabeth, y una de las cosas que más admiro y amo de ella.

- Señor Darcy ¿cómo puede usted decir eso? Es una clara violación de los votos matrimoniales, deben ser sumisas, obedientes y complacientes con sus esposos y desde que estuvo en esta casa, Charlotte dejó ser la humilde mujer que era cuándo nos casamos.

- Usted no quería una mujer, quería una esclava, aquí tuvimos la oportunidad de observar su comportamiento con ella, y déjeme decirle que dista mucho de ser el de un caballero o el de un siervo de Dios.

- Es claro señor Darcy que usted ha caído en un embrujo de los peores, algo de razón tenía la señora Bennet al decir que su hija era un poco loca, sólo que no aclaró que también era una bruja de las peores, usted está cegado, tal vez poseído por un espíritu maligno, sólo eso podría hacer que afirmara tales cosas.

Orgullo y Prejuicio. Dos Años DespuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora