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Punto de vista de Harry:

Había olvidado lo que era amanecer solo, sin ella, y confieso que en este momento prefiero olvidarlo y que Janis esté a mi lado otra vez.

Me desperecé y observé a Clara, nuestra hija, abrir sus verdes ojos. Le sonreí, contestó de igual forma.

-Buenos días, criaturita­—Susurré cerca de ella. Sus pequeñas manos me tomaron, se apoderó de mi rostro y se acercó a babear mi nariz, no pude evitar reír.

Nos vestimos, enjuagamos nuestros rostros, cepillé mis dientes y bajamos a desayunar.

El ruido de las escaleras me recuerda que han pasado tres meses desde que ella no está. Éstas casi se quiebran cuando saltaba veloz sobre ellas y encontraba luego a mi difunta mujer.

-¡Harry! ­— Exclamó Olivia. Siempre tan alegre, siempre tan atenta a mí. Desde que Janis nos dejó, Olivia es una de día, y por la noche, otra. Es una madre que impulsa y alienta, y es el recipiente de la soledad, con todo lo que ésta trae: culpa, desesperación, melancolía, desencuentro.

-Buenos días­—Dije y dejé un beso en su mejilla.

Toda, casi toda, la familia fue sumándose a la mesa para compartir el encuentro de la primer comida.

Estaba preparando avena con leche para Clara. La dejé en su platón de plástico y me senté a beber mi café, y comer los pancakes de Olivia. Los de Janis sabían mejor, siempre.

-Harold­—Me dijo Barbara­—Deja de darle avena y leche, la vas a engordar.

-Es la idea, gorda, fuerte y sana­—Repliqué.

-Y fea­—dijo Teban.

-Hey, eso no, es imposible. A parte, mejor, nadie la mirará, sólo yo. Dije y besé la nariz de mi bebé.

-Pero ya... ­—Decía Barbara y se detuvo. Se arrimó sobre la mesa y tocó con su dedo índice, despacio, las encías de Clara­—Ya están saliendo dientes.

Me acerqué y observé, era cierto. ­—Era hora, casi un año ya­—Dije sin creerlo aún.

Mientras masticaba mi comida, se me vino a la mente una duda. Mi inquietud, inocente y poco relevante, no aguantó­—Olivia, ¿por qué no tienes criados?

Todos rieron, ¿qué?

-¿Criados? ­¿de qué siglo eres, Harry? ­—Terminó de decir, Barbara.

-Ustedes saben de mi antigüedad­—Todos reímos.

-Verás, Harry, no tenemos confianza­—Dijo Olivia. Observé a Marcus, que contenía su risa.

-Tu no confiabas­—Dijo él mirando a su mujer. Ahora me observaba a mí­—Estaba celosa de la mucama porque me preparaba las mejores tortas de domingo.

-¿De domingo? ­—Interrogué confundido.

-Antes, los domingos, disfrutábamos tortas. Ahora Alice no está, así que no disfrutamos más.

-Como sea, papá, tú estabas celoso del chef­—Dijo Teban.

-Me preparaba mi desayuno favorito, todas las mañanas­—Dijo Olivia.

-Todas­—Remarcó Marcus, molesto.

Me recordó a mis celos con Janis. Ella era celosa, pero le costaba admitirlo. En cambio yo, yo superaba a todos en esta mesa, a Janis también, yo soy enfermo de los celos.

Terminé mi bocado y dije: Necesitan ayuda.

-No lo sé­—Dijo Olivia.

Le di más avena a Clara, ella tragó, puso sus manos en mis mejillas, y ­—papi­— dijo. Barbara soltó un pequeño grito, mientras que yo miraba los ojos de Clara. Sonreía como drogado.

Aún estaba soleado, faltaba para que el cielo se apague. Vestí muy veraniega a Clara y fuimos a dar un paseo.

Estuvimos en el parque un buen rato. Ella soltó mi mano y empezó a caminar, y yo estaba a la espera de algo más, vamos, ¿dos cosas de evolución en un día?

Tomé su pequeño brazo y la miré­— ¿Y cuándo será que me presentes a tu novio? —Dije y ella me sonrió, como si entendiera.

Nos acercamos a la fuente y ella sonreía viendo el agua cristalina. Seguí su mirada y sobre el reflejo, Janis. Me di la vuelta desesperado, buscando el cuerpo de ella... no, no estaba. Volví a la fuente, estaba su rostro allí, decía mi nombre.

-Oh, Janis, regresa, criatura. Vuelve a mí, a nosotros—Pedí y ella desapareció. Miré a Clara que me miraba seria. ¿Qué estarás pensando, hija? Que tu padre está alucinando a tu madre. Eres más sabia que yo, Clara.

Volvimos a nuestra casa. Barbara me quitó a Clara de mis brazos, y la abrazó.

-Harry—Me llamó la rubia—Hoy iré a casa de Cher, ¿puedo llevarla? —Preguntó y por el cuerpo me recorrió un presentimiento. Imaginé a Janis en contra de esta invitación.

-Sí, hazlo—Dije, no quería ser un amargo.

-Bien, la bañaré—Dijo y se fue con mi hija en brazos. Me senté en el sofá y cerré mis ojos despacio. Sentía la presencia de alguien, los abrí, Olivia.

-Lo pensé, Harry—Me dijo y la miré confundido—Buscaré gente que me ayude en la casa—Dijo aclarando mi memoria.

-Está bien.

-Me ayudarás a escoger a las personas indicadas—Ordenó.

-Trato.

-Chef, mucama, y chofer—Dijo.

-Pero... ¿qué pasó con...?—Pregunté y no me dejó terminar.

-Marcus lo echó—Dijo.

-¿Cuándo? —No estaba enterado.

-Hoy—Dijo levantando los hombros. Qué arrogancia, ¿así como así?

Fui hasta la habitación para intentar dormir.

Efectivamente estaba soñando.

El suelo me succionaba hasta que el ritmo de la tierra noqueó mis sentidos. No sé dónde me encontraba, estaba completamente desnudo. Corría sin dirección, pero el rugido del cielo me detuvo.

-¿Dónde está? — Grité

-Ella está bien—Goir.

-¿Quién lo hizo?

-Ella te lo dirá.

-¿Cuándo?

No hubo respuesta.

Apoyé mi culo en el suelo. La tierra se entibiaba, pero desde más profundo. Estaba abriéndose bajo mío. La lava comenzaba a subir. Huía de ella hasta que el último trozo de superficie me reclutó. No lo pensé dos veces y me zambullí. Las ampollas reventaban cada cinco segundos, apenas nacían y ya morían. Estaba helando.

Abrí mis ojos con furia. Mi frente sudaba y me sentía pesado, me sentía tóxico. Entonces caminé hasta el baño y abrí la regadera. Estaba caliente.

Mi cabello húmedo se enfrió con el clima de la casa. Bajé las escaleras y Olivia cocinaba, quizás sea la última vez que lo haga.

Marcus no estaba, Teban estaba con una muchacha en la sala. La saludé y ella se sonrojó, noté que él se molestó.

-¿Te ayudo? —Le pregunté a Olivia, llegando a la cocina.

-Claro que no, Harry. Bueno, pensándolo bien, hornea éste pan—Me entregó la bandeja—Lo preparé recién.

Tomé la bandeja y caminé hasta el horno. Cuando lo cerré, sentí una aguja atravesar mi cabeza. Pensaba en Clara. Barbara no estaba cerca suyo, y... escucho a Cher, pero no la veo. Pronto sentí lo duro del suelo, recogerme. Noqueado, como en el sueño.

-¡Harry! —El chillido de Olivia. Oh no puedo abrir mis ojos, joder. 

REGRESSION - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora