La primavera en mi nuevo hogar era distinta. Por las mañanas, me despertaba acariciado por la fragancia de las orquídeas de mi abuelo. Me sorprendía no extrañar mi antigua habitación, mi antigua casa. Y me sorprendía, para mi tristeza, no extrañar a mi familia. Sentía una punzada de inevitable culpa al darme cuenta de la paz que reinaba en el solitario departamento del quinto piso de Cullen al 3514.
Me levantaba, me lavaba los dientes y desayunada un café con leche con tostadas con manteca. Tampoco extrañaba las facturas ni las tortas de ricota. Luego, salía a sacar fotos a algún parque o una plaza. Comía cualquier cosa por ahí, iba a buscar a Tommy al colegio y después lo llevaba a danza. A veces me cruzaba con Melody y podíamos charlar un rato. Por lo que me contaba, en mi casa todo seguía igual.
Mi mamá me llamaba todos los días, pero nunca hablábamos mucho. Mi papá no me llamó jamás.
¿En dónde vimos mi décimo cumpleaños?, quería preguntarle a mi mamá cada vez que llamaba. Todavía no había descubierto el escondite secreto de mi abuelo. No tenía idea acerca de qué extraño código había utilizado para comunicarse conmigo. Ya había leído la carta más de treinta veces.
Y cada día hacía más calor. Echaba en falta mi ropa de verano. Se me pasó por la cabeza comprar ropa nueva, pero tal derroche no tenía sentido. Tendría que pasarme por casa. Es decir, por la casa que había sido mi casa.
Lo hice una noche de jueves, luego de dejar a Tommy en la puerta de su edificio. Estacioné enfrente de mi excasa y, con las llaves que aún conservaba, entré como si nada.
Lo primero que vi al entrar fue a mi papá envuelto en medio de una tormenta de relámpagos de colores. Tardé en comprender lo que veían mis ojos. Di un paso hacia adelante. Mi papá había comprado un televisor gigantesco. Era realmente monstruoso. Ocupaba casi toda una pared y era curvo, uno de los modelos más nuevos y caros.
Al verme, se giró apenas.
—Tanto tiempo, pensé que te habías olvidado de tu familia.
Y se sentó en el sofá con los brazos detrás de la cabeza. Mamá vino a mi encuentro y me abrazó y me besó en la frente.
—¿Te quedás a cenar, hijo?
No lo había pensado.
—En realidad, vine a buscar mi ropa de verano.
—Ah... bueno.
Subí a mi habitación. Llené mi bolso con mis remeras de mangas cortas y mis pantalones de verano. La empleada doméstica se había encargado de mantener mi dormitorio limpio y en orden. Todo estaba en su lugar, tal como lo recordaba. Cuando estaba a punto de salir, me di vuelta, solté el bolso y me arrojé hacia las paredes para sacar de allí mis pósters. Evanescence, Sirenia, Tarja Turunen, Therion. Era hora de que ellos se mudaran también.
—Quedate a cenar, Maxi —pidió mamá con voz lastimosa y me sentí asquerosamente culpable.
—Dejalo si quiere irse, Verónica —interrumpió mi papá, que seguía sentado frente al televisor.
—Alejandro...
—Déjalo, mamá, está muy concentrado. ¿Qué vas a hacer cuando haya un televisor más grande que este? ¿Vas a tirar abajo la pared?
No podía evitarlo. Estaba malhumorado, triste, herido. Y tenía ganas de discutir. No soportaba ese amor absurdo que mi papá sentía por la ostentación.
—¿Qué pasa? ¿Tenés algún problema con cómo uso mi dinero? Yo no te digo cómo tenés que usar el tuyo —replicó él sin mirarme.
—Hacé lo que quieras con tu plata. Métesela a tu amante por el culo si querés. —Apreté los puños, me mordí la lengua. Las palabras se me habían escapado antes de que las pensara. Ya era tarde para arrepentirse. Lo había dicho. Mi papá se giró lentamente y me miró a los ojos. No se veía enojado.
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Mi cielo al revés (terminada)
RomanceMaximiliano está cansado de guardar secretos. Tiene bastantes, pero hay dos que últimamente le quitan el sueño. El primero: es gay y está enamorado de Tommy, el mejor amigo de su hermana. El segundo: no quiere ser abogado como su hermano, su padre y...