Hard; frerard

Prólogo.

"El chico más fuerte del mundo" sé lee en el cartel que esta pegado justo fuera de la tienda de golosinas. Mikey lo observa, aquello es lo único que dice el pedazo de papel pero consigue la incertidumbre del pequeño, su vista oliva mira en todas las direcciones y al notar que nadie le presta atención arranca el cartel y camina a paso rápido hasta su hogar— quizá a Gee le guste esto— piensa.

Rápidamente llega al complejo de departamentos económicos en donde vive y suelta el aire que guardaba en sus pulmones, menos mal nadie lo siguió o reprendió por haber robado el cartel. Alegre sube hasta el sexto piso y entra en el departamento 26 sin ningún problema.

— ¡Gerard!— exclama el pequeño de cabellera rubia y segundos después el recién mencionado llega hasta él agitado.

— ¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Pasó algo?— le pregunta el pelinegro y comienza a inspeccionar a su hermano con la mirada, está totalmente bien.

— ¡Mira!— dice el menor y le muestra el cartel a su hermano, orgulloso de creer que está ayudando a su hermano para que por fin, se sienta inspirado y pueda hacer el cómic que tanto necesita para conseguir el trabajo de sus sueños.

— El chico más fuerte, ¿qué es esto, Mikes?— cuestiona Gerard, verificando lo que dice la publicidad pero es tan simple que no encuentra nada, solo viene el título en grande, una dirección y un horario escrito debajo en letras muy pequeñas.

— Pensé que te gustaría, quizá algo te llame la atención y puedas hacer tu cómic— comentó el pequeño con sencillez y una inocente sonrisa se asomo por sus labios.

Gerard sabía que eso no era más que entretenimiento barato, una atracción fantasiosa y tonta para que unos farsantes les robaran unos cuantos dólares al pueblo, pero aún así le agradeció al pequeño y revolvió su cabello tiernamente, aún sabiendo que Mikey odiaba eso.

El cartel decía que el espectáculo sería esa misma noche, en el barrio más peligroso de Jersey, según Gerard sabía, no tenía muchos ánimos de ir pero era cierto que necesitaba algo que lo inspirara a cumplir el cómic, quizá y solo quizá no se arrepienta tanto de ir.

                                (...)

Dan las 10 en punto cuando el mayor de los Way camina tranquilamente por las calles de New Jersey. Se sentía estúpido por lo que iba a hacer; si, pero también le había prometido a Mikey que iría y que después le contaría que tal estuvo, el pequeño quiso ir pero Donna no se lo permitió argumentando lo peligroso que podría ser, a Gerard tampoco se lo había permitido, pero este último se había escapado.

Según el cartel, había llegado a su destino pero no era más que una casa vieja y abandonada, de no ser porque observó a algunas personas entrar, habría pensado que se equivocó y habría vuelto a casa.

Se acercó hasta la entrada, había dos hombres enormes ahí pidiendo la cuota para la entrada, eran solo unos cuantos dólares, como Gerard esperaba. Al pagar ingreso sin menor problema, aunque se le hacía extraño la inexistente presencia de niños pequeños en el lugar; una vez más prefirió ser ignorante y dejar pasar el tema por desapercibido.

Todo estaba en completa oscuridad, calculaba que al rededor de unas 20 personas estaban paradas al rededor de lo que sería la sala de estar, esperando el gran espectáculo.

— Yo vine ayer, es algo horroroso— escucho Gerard decir al chico que estaba parado junto a él— pero es bastante divertido, te encantará.