Capitulo 2.

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Esa noche Gerard estaba preparado para salir, más bien, para escaparse del departamento como hace tres noches, solo que esta vez estaba consciente de a dónde iba y a que. Tal vez, y solo tal vez Frank seguiría en aquella casa vieja y abandonada al sur de Jersey. Había estado buscando los cárteles del show por todas partes, pero al parecer habían sido retirados y eso le hacía pensar a Gerard que ellos ya se habían ido, más no perdía las esperanzas de salvar al chico.

Gerard piso fuerte un peldaño de la madera del suelo y esta se levanto con éxito, entonces se agachó solo un poco y saco de ahí un cofre pequeño donde guardaba sus ahorros desde hace varios años— Perdón set de pinturas e instrumentos, pero es por una buena causa— murmuró y guardo todo el dinero en su billetera para después meterla en los bolsillos traseros de sus pantalones.

Guardo todo en su lugar y luego con mucho cuidado abrió la ventana de su habitación y salió para después bajar por la escalera de incendios, otra huida con éxito. Al tocar suelo comenzó a caminar hasta su destino, sus manos sudaban frío y los nervios se resguardan en su estómago, Gerard no estaba seguro de nada pero aún así iba camino al lugar de encuentro rezando a algún Dios inexistente para que su plan funcionara.

No tardó bastante – o al menos eso sintió el– cuando llegó a la vieja casa, lucía abandonada, quizá ni siquiera los del show se encontraban ahí pero no perdía nada por ir e investigar. Se acercó y toco un par de veces a la puerta, pero nadie salió al llamado, entonces se vio obligado a entrar a la residencia sin el permiso de nadie. Todo estaba en completa oscuridad, tal y como la noche pasada, solo que estaba vez estaba todo más silencioso y tétrico. Gerard pasó y cerró la puerta detrás de él, la madera crujía con cada paso que daba, era el único sonido que se escuchaba. Llego hasta la sala de estar y todos los recuerdos lo invadieron, solo que esta vez por fin iba a hacer algo bien.

Entro a las múltiples habitaciones pero no había señales de que alguien estuviera por ahí, ¿ya se habían ido? entonces Gerard se sintió mal, eso quería decir que ya no podría ayudar a Frank, y que quizá el estaba sufriendo en estos mismos momentos.

Pero aquel pensamiento fue desechado cuando escucho una débil voz hablar del techo; el ático, pensó Gerard y busco como subir hasta ahí. Encontró el pequeño cordón en un largo pasillo y con temor lo jaló para bajar la escalera, más susurros se escucharon.

— ¿Hay alguien aquí?— pregunto Gerard con un nudo en la garganta. Silencio— Yo, no vengo a hacerles nada, solo, solo quiero negociar.

Tan rápido salieron aquellas palabras de su boca, una tenue luz se hizo presente desde arriba— Sube— le ordenó una voz pastosa y Gerard trago duro antes de hacer caso y comenzar a subir.

Arriba estaba casi todo en completa oscuridad, de no ser por aquella lámpara que estaba en sus últimas. Ahí se encontraba el viejo de la noche anterior.

— ¿Qué quieres negociar?— fue directo al grano el hombre y Gerard se puso en blanco.

— Yo, quiero comprar al chico— musitó y hasta el mismo se dio asco al escuchar las palabras salir de su boca, sin embargo el hombre sonrío mostrando una hilera de dientes amarillos y deformes.

— ¿Así que el pequeño Frankie te llamó la atención, eh muchacho?— cuestionó acercándose peligrosamente al pelinegro— ¿de cuánto estamos hablando?

— Lo que usted quiera, y-yo tengo dinero— titubeo y saco su billetera solo para mostrarle al hombre que lo que decía era cierto.

— No lo sé...— vacilo el viejo— le tenemos mucho cariño al niño.

— ¿Más que a comer bien después de mucho tiempo?— cuestionó Gerard y el hombre lo pensó un poco.

— Hecho, no sé por qué quieras a ese muchacho, pero esta bien, haz lo que quieras con el— dijo el viejo, sin darle importancia.

— ¿Dónde está el?

— Fue a dar un paseo con los muchachos, no tardan en llegar— dijo el hombre y le dio la espalda. Gerard podía imaginar a que se refería con 'dar un paseo' y le daban náuseas, menos mal por fin lo sacaría de ese lugar.

Minutos después se escucharon muchos ruidos de la planta baja.

— ¡Llegaron!— anunció el hombre con entusiasmo y ambos bajaron del ático.

Tal y como había dicho ahí estaba los dos hombres sentados en el suelo de madera, uno fumaba un cigarrillo, el otro contaba dinero.

— ¡Niños! ¡niños!— exclamó el anciano— este muchachito ha venido a comprar a Frank.

— ¿Y se lo vendiste?— cuestionó uno de ellos, sonaba molesto.

— Pero claro que si, Frank ya no da para más, en cualquier momento se morirá, ¿no ven que ya es solo una carga? además, el muchacho cuenta con muchos dólares, ¿cómo dices que te llamas?– le preguntó el viejo a Gerard.

— James— dijo de inmediato el pelinegro, estaba claro que no daría su nombre real.

— ¿Y de cuánto estamos hablando?— pregunto otro.

— Mucho dinero, bastante— dijo Gerard, entonces los hombres se miraron entre sí.

— El idiota está por allá— apuntó uno de ellos a un bulto que descansaba en una esquina de la habitación, Gerard ni siquiera lo había notado— ahora, el dinero.

— Se los daré solo si me ayudan a llevarlo a casa— negocio el pelinegro, uno de la hombres bufo, notando como su cigarrillo estaba por terminarse.

— Esta bien.

Los dos se pusieron de pie, uno cargo a Frank como si fuera un costal de papas— Eh niño, te vas— le dijo pero este no respondió.

Así los tres caminaron por las calles casi desiertas de New Jersey, eran casi las dos de la mañana cuando llegaron al complejo de departamentos. Los hombres dejaron a Frank en la entrada y Gerard les entregó el dinero para que después estos desaparecieran para siempre de la vida de ambos.

Hard; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora