La sacerdotisa de Zeus

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De nuevo tuve un sueño. Pero este era más extraño de lo normal. Sólo podía ver una luz, pero no había nadie más.
Era tal y como lo había descrito Alejandro. Una luz deslumbrante y cegadora
-Hola Isabella- dijo una voz dulce y serena
-¿Quién eres? ¿Eres el sabio de nuevo?
-No
-Entonces ¿Quién eres? No te puedo ver
-No importa quién soy yo. Lo único que te puedo decir es que fui yo el que dio la magia a tu colgante.
-¿Cómo?
-Eso no importa. Lo importante es que te tengo que revelar algo.
-¿El qué?- dije intrigada
-Isabella, esta batalla debe suceder, está destinado a pasar. Por eso te traí hasta aquí. Debes ayudar a Alejandro en la lucha.
-Pero... yo no quiero matar a nadie
-No los vas a matar
-Explícamelo, te lo ruego
-Todos los humanos tienen una luz en sus corazones, pero también tienen la oscuridad. Normalmente, estos dos están equilibrados, pero en ocasiones la oscuridad se apodera del corazón a causa de un demonio. Cuando un corazón se vuelve totalmente negro, no hay salvación para él. Su alma morirá y sólo quedará un cuerpo vivo con un demonio dentro. Estos "inhumanos" son egoístas, asesinos, soberbios y no tienen sentimientos. Dentro del corazón del rey persa Darío vive un demonio, y este planea oscurecer los corazones de todo su ejército. Aún no es tarde para ellos, ellos deben morir en la batalla porque sino perderán su alma y no habrá nada que hacer.
-Pero aún así morirán...
-Isabella, la muerte no da tanto miedo como creéis.
-Pero ¿por qué fui escogida yo?
-Como he dicho antes, todos los humanos tienen luz y oscuridad. Hay personas en las que la luz predomina, estas personas son especiales, son personas con sueños, son humildes y solidarias. El caso es que tú eres la más especial de todas. Ya que en ti no existe la oscuridad, por eso fuiste elegida. Tu luz no es una normal, es una poderosa. El colgante que te otorgué a través del sabio, usa tu luz para darte tus poderes.  Con él tiempo irás descubriendo lo importante que eres Isabella. Debes cumplir tu misión.
-Pero...¿Qué debo hacer?
-Lo sabrás cuándo llegué el momento
La luz fue disminuyendo, hasta quedar en total oscuridad. De repente abrí mis ojos como platos y inhalé aire.
Intentaba tranquilizarme. Entraba luz en la habitación, era de día. Me levanté de la cama y me asomé al exterior de la habitación. Unas sirvientas venían hacía aquí.
-Buenos días, señorita-me dijo
-Buenos días
-Vamos a proceder a vestirla, debe irse dentro de poco
-¿A dónde voy?
-Hoy es la presentación de la Sacerdotisa de Zeus a Pella
-No me habían contado nada de eso -dije sorprendida
Estaba algo nerviosa, iba a estar delante de tanta gente.
Las sirvientas comenzaron a vestirme, me pusieron una túnica de lino blanca adornada con una orla de color púrpura.
Prosiguieron peinando mi cabello, me hicieron unas trenzas. Después me pusieron una banda blanca de lana que rodeaba mi cabeza y confinaba las trenzas. Cuando terminaron me pusieron un velo que cubría mi rostro. Yo podía ver bastante bien.
-Es una auténtica sacerdotisa-dijo la sirvienta
-Debe irse, el rey la está esperando fuera- dijo la otra sirvienta
Me guiaron hasta donde estaba Alejandro, estaba subido en su caballo. Era Bucéfalo. La cara del caballo era redondeada y su frente era ancha, en esta última resplandecía una mancha blanca en forma de estrella. Al lado de él estaban Rachel y Sofía vestidas de griegas, pero no iban como yo, iban mucho más sencillas.
-No me lo puedo creer. ¿Es Bucéfalo?-dije impresionada
-Sí ¿Cómo sabes su nombre?-dijo Alejandro
-Sale en muchos libros de historia. Es impresionante verlo en persona
-¿Qué tiene de impresionante un caballo?- me susurró Sofía
-Cuando Alejandro sólo tenía trece años, a su padre, Filipo, le ofrecieron un caballo de gran calidad pero que nadie había sido capaz de controlar, ni siquiera los domadores más reputados. Alejandro descubrió que el caballo le tenía miedo a su propia sombra, por lo que para domarlo simplemente había que montarlo de cara al sol. Asombró a todos los que asistían a la hazaña y que pensaban imposible domar al caballo. Filipo se quedó con el caballo y se lo regaló a Alejandro, poniéndole por nombre Bucéfalo. En ese momento le dijo la célebre frase :  "Hijo, búscate un reino que se iguale a tu grandeza, porque Macedonia es pequeña para ti." Según dicen El Oráculo de Delfos dijo a Filipo que sería rey de todo el mundo habitado aquel que pudiera montar a Bucéfalo y cruzar la ciudad de Pella. Y eso fue lo que pasó. Bucéfalo acompañó a Alejandro por toda su campaña en Asia, contra el imperio persa.
-Impresionante-dijo Sofía
-Me alegro de que mi gran amigo sea recordado-dijo Alejandro con una sonrisa
-Es una anécdota muy famosa
-Bien, sube al caballo
-¿yo?
-Sí, vamos al templo de Pella. Vas a hacer tu presentación como sacerdotisa.
Alejandro me dio la mano para ayudarme a subir a Bucéfalo. Al principio me costó un poco pero conseguí subir.
Sofía y Rachel se subieron en otros caballos con unos soldados. Abracé a Alejandro por la cintura para no caerme y él empezó a cabalgar. Llegamos a la ágora dónde había muchas personas esperándonos. Alejandro disminuyó la velocidad para que todos nos viesen pasar. Nadie podía ver mi rostro por el velo.
-Mirad es la sacerdotisa- dijo un hombre
-¡Estamos salvados!- exclamó una mujer
Los niños nos miraban asombrados, llenos de esperanzas. Conforme íbamos pasando la gente nos seguía.
Llegamos al templo de Pella. Era extraordinario y bello, contaba con unas grandes columnas dóricas y una cornisa saliente. El templo desprendía luz por sí solo.
Alejandro bajó del caballo y seguidamente me ayudó a bajar. Cuando miré a mis espaldas vi como toda la ciudad de Pella había venido a verme a mí. Estaba algo inquieta por ver a tanta gente.
Subimos las escaleras del templo, nos encontrábamos en el exterior del templo donde se realizaban las ceremonias.
Teníamos a la multitud de personas delante, ansiosos de saber quién era yo.
Alejandro se dispuso a hablar.
-Saludos habitantes de Pella, nos hemos reunido aquí para contaros que por fin hemos encontrado a la sacerdotisa de Zeus. Ella nos ayudará en la batalla. Hoy haremos la ceremonia- dijo con una voz alta y clara
Alejandro se acercó a mí y levantó mi velo, dejando así mi rostro al descubierto.
Se escuchaba el murmullo de la gente, estaban fascinados.
-Es como dice la leyenda, es hermosa- se escuchó dentro del murmullo
Cuando se calmaron un poco, Alejandro siguió hablando
-Puede que algunos la hayáis visto ya, en el teatro griego, cuando apareció de la nada. Ella viene de otro mundo, es una enviada de Zeus. Su nombre es Isabella
-¿Cómo sabemos que es ella la sacerdotisa?- dijo alguien
-¡Eso!
- Calmaos, procederemos ahora con la ceremonia, ella deberá encender el fuego sagrado.- dijo Alejandro
La gente soltó un grito ahogado. No sabía a qué se refería con que debía encenderlo.
Alejandro se acercó a mí y me tomó mi mano, dirigiéndome hasta una estructura de metal circular, parecido a un caldero. Dentro de él había unos troncos de madera.
-¿Qué se supone que debo hacer?- le susurré
-Debes encender el fuego con tus poderes
-Pero yo nunca he hecho eso
-Tú puedes hacerlo Isabella- me dijo en voz baja- ¡La sacerdotisa encenderá el fuego!- gritó él
Yo de verdad estaba asustada, nunca había hecho eso ni siquiera sabía controlar mis poderes. Los habitantes de Pella clavaban sus ojos en mí, yo sentía como mi corazón se aceleraba por los nervios.
Debía hacerlo, esa gente creía en mí, confiaba en mí. Sus esperanzas y sueños estaban en mis manos.
No podía decepcionarlos. Debía sacar la luz que aquella voz me había dicho que tenía.
Tenía que creer en mí misma, eso es algo que asimilé, porque si yo no creía en mí ¿quién lo iba a hacer?
Me acerqué al "caldero", extendí mis brazos y puse mis manos encima. Cerré mis ojos.
Me concentré al máximo.
-Concédeme fuego, haz que estos troncos ardan. Debo hacer que está gente siga teniendo esperanzas.
Lo debo hacer, no, mejor dicho lo quiero hacer. Quiero que la luz predomine- pensé
Estaba segura de mí misma y de mis poderes. Yo debía aportarles luz.
En ese momento, mi cuerpo empezó a desprender luz, como la otra vez. Sentía como mi fuerza se incrementaba.
Abrí mis ojos rápidamente y dije con todas mis fuerzas  "Enciéndete fuego sagrado "
La luz se hizo más intensa y llegó hasta mis manos. Empezó a salir hacia el caldero formando fuego en los troncos.
Era un fuego fuerte, intenso y cálido. Tuve que apartarme porque se había formado un gran fuego.
Era sorprendente, eso lo había hecho con mis propias manos. Los troncos ardían con mucha fuerza.
La gente miraba asombrada, sin saber qué decir.
Todos sonreían alegrados por saber que la sacerdotisa de Zeus por fin había llegado.

La leyenda del colganteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora