Fin del camino: El mar

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Era aquel soldado que nos arrestó la otra vez.

-No te mentimos, no hemos hecho nada-dije

-Puede que hayáis engañado al faraón pero a mí no me engañais- dijo enfadado

-No hemos hecho nada- insistí

-¿Creias que con unas telas podias ocultar lo que tienes en el cuello?- dijo mientras cortaba rápidamente el pañuelo con su espada

-Es el colgante de el faraón. El faraón no me creyó cuando se lo dije pero ya no hará falta porque ahora este colgante será mío y podré ser el faraón- dijo paranoico

El extendió su mano para intentar quitarme el colgante

-¡Nooo!- grité

-¿Por qué razón no iba hacerlo?

-Porque si recuerdas es un colgante mágico y si me lo intentas quitar te quedaras atrapado en el pasado

-¿Por qué tengo que creerte?

-Porque te digo la verdad

-Pues tú vendrás conmigo- dijo mientras me cogió bruscamente y me subió y ató a su carro

-¿Que pasará con Marco?

-Se quedará aquí, él no me sirve

Antes de irme le susurré a Marco que cumpliera con la misión

-Ire a por ti Isabella, te lo prometo. Te quiero -dijo mientras el carro se alejaba

-Te quiero- grité a lo lejos

En ese momento no pude evitar llorar no había cumplido mi mision y había dejado a Marco solo por mi. Esto iba de mal en peor. Nuestros caminos se habían separado pero yo estaba segura de que se volverían a encontrar. El carro paró en una choza que parecía abandonada. Estaba asustada por lo que este loco me podía hacer.

-Vamos niña, sal

Me empujó y me tiró al suelo, no pude evitar soltar otra lágrima más.

-Levanta -dijo cogiendome como un bruto

Entré por aquella puerta sucia y vieja. Y me espantó ver lo que había dentro. Estaban todas las paredes llenas de sangre y había una pila de cadáveres que habían muerto recientemente asesinados y eran niños y ancianos. Lo cuerpos desprendían un olor horroroso.

-¡Tú mataste a los niños y ancianos de aquella aldea! ¡Estas loco!-dije mientras intentaba escapar con las manos atadas

-¿A dónde crees que vas?-dijo mientras me corto el paso

-Lejos de ti ¡psicópata!

-No tuve otra opción. Tenía que asegurarme de que los habitantes de aquella aldea me dijeran todo lo que sabían sobre vosotros.

-Pero matar no debería ser una opción, ¡eres un asesino!

-Y tú no deberías haber aparecido por Egipto. Por tu culpa soy el hazme reír de la ciudad y creen que estoy loco

-Es que lo estas

-Todo esto es culpa tuya no deberías haber venido aquí

-Yo no tengo la culpa de que tu te hayas vuelto loco

-Bueno, pronto no podrán llamarme loco ya que seré el hombre más poderoso de Egipto mejor dicho, del mundo.

-No creas que va a ser tan fácil derrotarme

Me pusó la espada en el estómago

-Yo creo que si

-Matarme no te servirá de nada

-¡Quítate el colgante!

-Lo siento pero el colgante esta unido a mí y no me lo puedo quitar

-¡Mentirosa!-dijo estampándome contra la pared

Caí al suelo y me desmayé . Me hize una brecha en la cabeza que no paraba de sangrar. Desperté confusa y con un dolor de cabeza terrible. Empeze a recordar todo lo ocurrido y empecé a llorar todo iba mal no sabía si Marco estaba bien había muchos ancianos y niños que habían muerto en parte por mi culpa.

-No es culpa tuya, la culpa la tiene el asesino -me dije a mi misma

El soldado por suerte no estaba pero me había atado de pies y manos y me había puesto un pañuelo en la boca. Intente soltarme y lo único que pude conseguir fue quitarme el pañuelo después de media hora. La herida de la cabeza cada vez dolía más. De repente él aparecio por la puerta y el miedo me invadió.

-Nunca escaparas de mí- dijo tirandome

-¡No me toques!

-Cuando me des el colgante estarás muy en paz ¡Dámelo!

-¡Te he dicho que no puedo!

Entonces él me cogio del cuello y empezó a estrangularme. Mis pies no llegaban al suelo.

-Tal vez si estás muerta pueda tener el colgante en mis manos

-No puedo respirar- dije ahogandome

Entonces el colgante empezó a brillar era como si mandará una señal. Creía que estaba en los últimos segundos de mi vida. Cuando estaba a punto de morir una espada atravesó el estómago de el soldado. Cai rendida y miré eran Marco y un campesino. El campesino fue quien lo apuñaló.

-¿Quién es?-pregunté

-Es el padre de uno de estos niños, le conté nuestra historia y se ofreció a ayudarnos.

Marco se acercó a mi y me besó apasionadamente. La duda que teniamos los dos sobre nuestro estado de salud nos había invadido.

-Creía que te perdía- me dijo abrazandome muy fuerte

-Nunca me perderás

Y le volví a besar

El campesino corrió hacia la pila de cadáveres encontrando a su hijo fallecido. Él comenzó a llorar al igual que yo. Eran solo niños y ancianos y murieron por nuestra misión a si que debemos cumplirla. Marco y yo nos marchamos dejando al campesino con su pobre hijo inocente. Estábamos a punto de llegar a nuestro destino.

-¡Ya veo la playa!-exclamé

-Bajemonos de los camellos y vayamos andando

-Vale

Caminamos y llegamos por fin a nuestro destino, el mar. Saqué el colgante de esta época de donde había estado todo el camino. Este era el fin del camino o eso pensaba yo pero me quedarían muchos caminos por recorrer. Cogí fuerte el colgante y lo lancé al mar. El mar empezó a brillar mucho mas que antes y resplandecer. Volvimos a los camellos y recorrimos todo el camino que habíamos hecho pero al sentido contrario. Llegamos a la ciudad y había algo extraño. Andamos hasta la casa del sabio y la puerta estaba derrumbada y el viejo sabio estaba en un charco de su propia sangre. Corrí hacia él.

-¡Nooo! ¿Quién te ha hecho esto?

-El faraón y sus soldados

Empecé a llorar, en este camino había sufrido demasiado.

-No te preocupes por mi joven Isabella siempre estaré aquí- dijo señalando mi corazón

-Has hecho lo que debías hacer ahora podrás volver a casa

-¿Es un adiós? ¿Volveré a verte, hombre de mis sueños?- pregunté con lágrimas en los ojos

- Nunca será un adiós pero tu ya has aprendido lo que debías de aprender, ahora te toca hacer el bien en el mundo,mejor que como lo han hecho otros humanos egoístas.

El collar empezó a brillar y todo empezó a desaparecer.

-¡Nooo! ¡Viejo sabio no te vayas!

-Es hora de irte Isabella

Marco y yo volvimos a aparecer en mi cuarto. Yo me sentía deprimida.

La leyenda del colganteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora