Jerichó (#3)

1. Prólogo

Jerichó  miraba desde una esquina de su jaula ( donde se hallaba encadenado), a la pequeña humana que le habían traído, ella inconsciente habia sido dejada sobre su camastro un par de horas antes.

Pobrecita parece tan indefensa. La cuidaré.

Pasaron días y con ello entre el prisionero y la cautiva nació una bella amistad. Ella , Suzy, le dijo que habia sido secuestrada y que tenía mucho miedo, eso despertó los instintos protectores de él.

Él, apenas poco más que un adolescente ,ya había sufrido todo tipo de torturas y vejaciones, estaba decidido a evitar que esa pobre humana pasara por lo mismo.
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Dolor.
Mucho dolor.
Pero el especie lo soportaba estoicamente. Le dieron a elegir cual de los dos recibirían los latigazos, si él o Suzy. No tuvo que pensarlo siquiera.
Así pasaron los meses. A ella la traían y la llevaban de su jaula a otra cada día,  y cada pocos días se repetían los latigazos, hasta que los técnicos demostrando aún mas sadismo  y empezaron a abrigarla a ella a ser la que infringiera el daño. 

Eso lo hizo mucho peor. 

No el dolor, sino el saber que estuvieran obligándola a hacerlo.

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Instalación nueva, jaula nueva, técnicos nuevos.

Habia matado a Suzy, la estranguló con sus manos desnudas y la habia mirado a los ojos mientras la vida los abandonaba.

Todo fue una manipulación.

 Análisis de conducta lo llamaron. 

Querían saber hasta que punto soportaría la tortura y el sufrimiento por una hembra.
Gracias a lo que le hicieron encontraron la mejor forma de controlar a los machos, por medio de las hembras.
Suzy fue la encargada de comunicárselo a través de la jaula. Verla vestida con una bata de médico fue lo primero que le chocó, pero tras su sonriente discurso... ni siquiera las cadenas que le retenían fueron suficientes.
Las rompió y sacando las manos por los barrotes rodeó su cuello. Su primer impulso fue romperle el cuello, pero eso seria demasiado rápido.
Ella debía sufrir tanto como él sufrió los últimos meses.
Nunca jamás volvería a fiarse de una humana.

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Años después.

Maldita hembra testaruda y malhumorada. No se podía creer que aquella humana pequeña y descarada hubiera tenido el atrevimiento de aporrear la puerta del baño mientras él estaba dentro.
Vale ,si. Llevaba casi 15 minutos mirándose en el espejo y hablando consigo mismo.

Se estaba autoreprochando por el interés que sentía por la amiga de la compañera de su amigo.
Aquella mujer que le había llamado neandertal, y mal follado entre otras flores. 
Cada vez que algo le perturbaba le gustaba hablar consigo mismo delante del espejo, así cada decisión que tomara sería más firme.

Verse a si mismo decidiendo sobre su vida. 

No a otro, ni un técnico, ni un médico de Mercile , ni siquiera sus hermanos especies.
El decidiría sobre su propia vida y actuaría en consecuencia.
Y había decidido mantenerse bien lejos de aquella hembra humana problemática.
Se dijo que no le importaba que ella estuviera en apuros, ya había intentado ayudar a otra hembra en apuros y fue engañado. 

Tampoco le importó que estuviera embarazada, sabía que muchos de sus compañeros especies se enternecían ante las mujeres embarazadas. 

El no era uno de ellos. 

Eso solo significaba que más humanos llegarían a ese mundo, y aunque había aprendido a aceptarlos y entendía que, ni todos los humanos eran Mercile ni todas las mujeres traicioneras , prefería no mantener mucha relación con ninguno de los dos.

Vivía en paz con su pueblo y cualquiera que amenazara esa paz... era el enemigo.

Así que mientras miraba el techo de su dormitorio y recordaba la decisión que había tomado horas antes en casa de su amigo Ven , decidió que aquella pequeña humana era su enemigo, así que se mantendría bien lejos de ella mientras estuviera en la reserva.
Total, ella se marcharía de allí en pocas horas, por lo que habia oído, y no tendría que verla nunca más.

Pero por algún motivo aquello no fue reconfortante.