11. Susto

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Con los ojos cerrados Mary esperaba expectante a que Jerichó la besara.
Un segundo. Dos. Tres. Cuatro.
Abrió los ojos, el estaba cerca a apenas unos centímetros sus labios de los de ella, pero no venció la distancia. Sólo la observaba.
Sus ojos color sangre se clavaron en los de ella.

-No sé que esperas de mi. -susurró el. - vienes aquí cabreada y ahora te vuelves suave en mis brazos.

-Tampoco yo lo se. Hay algo en ti que me saca de mis casillas. Nunca me había sentido así antes. Vine aquí furiosa, no entiendo porque haces cosas por mi y luego te alejas. Yo tampoco se que esperar de ti.

El la subió un poco más, hasta que ella acabó en puntillas , ahora la distancia entre los dos era aún menor. De hecho la redondeada barriga de ella estaba ya en contacto con la parte baja del vientre de él.

- Yo sólo quiero eso. - entonces sí, la besó . Profundamente y con pasión. Puso todo su ser en aquel beso, llevaba meses deseando en secreto a aquella hembra. Se volcó en el beso, el primero que compartía con ella, deseaba devorarla entera.

Al acabar el beso la posó suavemente en el suelo. Soltó sus brazos y dio un paso atrás.

-Márchate. Es tu última oportunidad.

Ella todavía con la mente nublada por el beso tardó un segundo en procesar sus palabras . Cuando lo hizo miró la puerta y luego a él y luego otra vez a la puerta.

Pasó por su lado de camino a ella. Sus pasos fueron firmes alejándose de él. Y con cada uno de ellos, Jerichó sentía que algo dentro de sí mismo se marchitaba.
No quería verla salir, pero aún así , se dio la vuelta y se obligó a mirar. Tal vez así aprendiera de una maldita vez que su destino era estar sólo.

Cuando ella llegó a la puerta giró un poco la cabeza y acercando la mano al pomo hizo algo que él no se esperaba.

Cerró la puerta con llave. Y dándose la vuelta completamente se apoyó en ella, todo ello sin desviar en ningún momento la mirada de los ojos de él .
Quería que supiera que ella sabía lo que estaba haciendo.
Era mentira, claro. 

Pero así tal vez uno de los dos tendría seguridad sobre todo lo que estaba pasando, porque ella la verdad estaba echa un caos.
De lo único de lo que estaba segura es que marcharse no era una opción.

Ella estaba contra la puerta.
La había cerrado con llave.
Y le miraba expectante, como si esperara que el diera el próximo paso.

No la decepcionó.

Con amplias zancadas se acercó a ella, y aprisionándola contra la pared volvió a besarla, esta vez sus manos no se quedaron estáticas sosteniéndole, sino que como nómadas vagaron explorando la suavidad del cuerpo de ella.
Tuvo que agacharse un poco para que ella pudiera rodearle completamente el cuello con sus manos, y no pudo evitar pensar en lo pequeña y delicada que se sentía contra él .
Pero no le haría daño, se prometió el a sí mismo, mientras la tomaba en brazos y se dirigía a la habitación.

Ellos interrumpieron el beso durante el trayecto, más bien él, porque ella aprovechó para besar y mordisquear el pectoral y el hombro sobre el que estaba apoyada.
Interiormente se sentía como la protagonista de uno de los libros románticos que tanto le gustaba leer, siendo llevada en brazos al dormitorio por el galán.

Él en cambio no se sentía un galán, sino un saqueador que tomaba posesión de todo aquello que deseaba. Su primer impulso al llegar cerca de la cama fue lanzarla sobre ella y poseer su cuerpo . Pero no podía.

Al menos eso se repitió a si mismo una y otra vez. Ella está embarazada, debo ser suave.

Así que la posó suavemente sobre la cama, en el centro de ella, y de pies se limitó a disfrutar de la visión que tenía ante sí.

Jerichó (#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora