Introducción

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Toronto - Canadá, 01 de marzo de 2016


La puerta del cuarto en la que estaba se abrió. Otra visita, pensé. Me encontraba observando la pared, una vez más, meditando sobre los últimos treinta días de mi vida.

— Emily ¿Cómo te encuentras? — sentí al Dr. Payne sentarse en la silla colocada para los visitantes, él había venido aquí desde la anterior semana en la que ingresé a este lugar. Lo ignoré como siempre, al no ver respuesta continuó hablando — Emily, no deberías estar aquí, tus padres y tus amigos están preocupados por ti — se puso de pie y caminó hacia mí de manera cuidadosa — ¿Por qué haces esto? ¿No te das cuenta de que las personas que te aman sufren debido a esta decisión tuya? Encerrarte aquí no es la solución. — mantenerme callada comenzaba a irritarme, necesitaba hablar con alguien sobre esto, nadie mejor que el Dr. Payne. Giré mi cabeza hasta encontrarme con sus ojos.

— Al menos están vivos, las personas a las que amo terminan muertas o heridas, no quiero que les suceda algo, ya perdí a muchos. — hablaba en serio, en este mes he sufrido más de lo que una chica de mi edad debe sufrir, prefería quedarme aquí por lo que reste de mi vida siempre y cuando aquellos a quienes amo estén a salvo, yo implicaba un peligro en sus vidas.

— No eres un peligro Emily, tienes mucho guardado dentro de ti, debes liberarlo, todas esas emocionas se encuentran encerradas en tu interior, tarde o temprano explotarán y no será bueno para ti. — Él no entendía nada de lo que pasaba, nadie entendía de lo que él es capaz.

— Debería irse doctor, él quizá nos observa justo ahora.

El Dr. Payne frunció el ceño — ¿Él? ¿Quién es él Emily? ¿Es la razón por la que decidiste encerrarte en este manicomio? Tú no estás loca, y lo sabes.

—¿En realidad quiere saberlo? — incliné mi cuerpo hacia él, lo más cerca que pude. Mi imagen era un desastre, ojeras se situaban bajo mis ojos, hace días que no me maquillo ni me baño, perdí interés en hacerlo, ya nada me importaba ahora.

—Si — respondió firme.

— Es una larga historia — refuté.

—Tengo tiempo — él no se iría sin saberlo. Accedí.

—Entonces debemos regresar a enero cuando todo esto comenzó ¿Listo? — él asintió. Era hora de revelar todo.

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