Día Seis

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Toronto-Canadá 01 de febrero de 2016

Me encontraba junto a Stella en una de esas salas en el hospital donde hacen las suturas, una enfermera coció la herida en su pierna, ella dijo que la herida dejaría cicatriz, pero Stella no respondió, se encontraba muy conmocionada y en shock, la entendía, estuvo a punto de morir asfixiada y eso... no debió ser agradable. Mi cuerpo dolía mucho, mi costado entero estaba morado, derribé las puertas a golpes y en el momento no sentí dolor a causa de la adrenalina, pero en cuanto el efecto pasó sentía como si un auto me hubiese arrollado.

Le envié un mensaje a mamá diciéndole que nos quedaríamos en casa de una amiga y que pasaríamos la noche ahí, que volveríamos en la mañana, pero Stella no se veía dispuesta a irse, no hablaba y ni siquiera me miraba, ella solo tenía la mirada perdida sin decir ni una palabra. No me gustaba estar en un hospital otra vez, tuve suficiente de ellos en menos de una semana.

— Mamá dijo que volvamos a casa —dije, pero no hubo respuesta—. Oye sé que lo que se siente, te entiendo, a mí casi me mata un reptil, a tí por lo menos te atacó un ser humano. —me miró con el ceño fruncido.

—¿Eso debería hacerme sentir mejor?

— Era la idea.

—¿Ah si? Dile eso a la R en mi pierna. Casi muero ¿Entiendes? Estuve a segundos de morir, Emily y tu tratas de consolarme diciendo que tuve suerte de casi morir en manos de una persona y no un animal, pero ¿Te digo algo? Para mí ese tal Roger es un animal, así que estamos empates. ¿Feliz? —estaba enojada, pero al menos logré que hablara.

— Relájate Stella, sólo quería que hablaras —sus labios aún dibujaban una línea—. Te debo una disculpa, si no hubiera sido por lo que te dije no estarías en esta situación, es mi culpa, y no hay algo que pueda hacer aparte de decir que lo siento, pero en serio lo siento.

— No es tu culpa, yo quise saber, así que hay dos culpables en esta habitación —acarició mi cabello y sonrió—. ¿Ya te dije que Roger es una perra? —reí.

— Creo que Roger es hombre así que...

— No hay un requisito para serlo. Hombre, mujer, da igual, es una perra.

— Sí, lo sé —una vez que la ví relajada decidí preguntar—. Sé que no quieres hablar y lo entiendo, pero necesito que lo hagas, debes hacerlo en cualquier momento.

— Fuí a la estación de policías esa noche —empezó—. Estaba a metros de entrar y entonces alguien me golpeó aquí —señaló la herida en su cabeza—. Desperté en un lugar espacioso con un gran telón y utilería, hacía mucho eco, escuchaba mi respiración, era de madrugada, lo sé porque el sol aún no salía pero estaba a punto. Luego alguien se acercó a mí, puso algo en mi boca y volví a dormir. Desperté en el lugar donde me encontraste, el ruido de golpes hicieron que despierte, para cuando me dí cuenta mi pierna sangraba y alguien puso una bolsa plástica en mi cabeza —sus ojos se llenaron de lágrimas— Estaba tan... desesperada, creí que moriría, no podía hacer nada más que retorcerme en aquella silla luchando por conseguir aire —aclaró su garganta—. Y cuando te ví... Maldición, nunca me alegré tanto de verte.

— Fue un sentimiento mutuo, créeme. —secó algunas lágrimas de sus ojos y sonrió de manera triste.

— Como sea, estoy viva —examinó mi destrozado brazo—, y tú deberías hacerte checar ese brazo, es como si te hubieras quedado a media transformación de Barney.

— Olvida mi brazo, tomaré unas pastillas y bórralo. Tenemos que ir a casa, nuestras madres deben estar preocupadas.

— ¿Trajiste tu auto?

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