Día Uno

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Toronto - Canadá, 27 de Enero de 2016

A la mañana siguiente desperté tranquila y me hice a la idea de que nada de eso en realidad pasó.

Después de lo que pasó ayer, me aseguré de que la casa quedó bien cerrada antes de ir a la cama, no permitiría que un intruso siga entrando y saliendo como se le pegue la gana.

Mamá quizá esté enojada porque ayer en la noche no bajé para la cena, en vez de eso estuve pensando hasta quedar sumida en el sueño.

Es increíble como una simple carta puede generar tantas emociones en tí. No paraba de examinar la foto, sin duda se trataba de mí, pero, ¿Quién querría hacerme daño? Según Chloe soy la más popular de la preparatoria, aunque yo no lo considero así, tenía algo de cierto. Siempre fui muy aplicada en cuanto estudios y muy participativa en todas las actividades que realizaba la escuela. Era muy conocida entre todos.

Era en estos momentos que necesitaba a un padre que me apoye y me diga que todo estará bien, pero no lo tenía, el decidió irse dejándonos a mamá y a mí fuera de su vida hace casi un año sin decir nada.

Entre todas las opciones que analicé ayer en la noche llegué a que lo más fiable sería recibir ayuda de la policía, porque vamos, quizá es sólo un niño de 12 años con las hormonas alborotadas tratando de asustarme.

Salí de mi cama a despejar mi mente con una larga ducha, el agua caliente recorría mi cuerpo y me daba la sensación de que podía arrastrar todo ese estrés fuera de mí hacia el desagüe. Al salir tomé una licra negra junto a una blusa larga sin mangas de color amarilla con un pequeño escote en el pecho. Cepillé mis dientes y bajé a la sala donde mamá suele dejar algo de dinero para mí, lo tomé y fui al garaje por mi auto.

Al llegar noté que en el parabrisas alguien dejó una nota. Otra nota, perfecto. La abrí.

«Emily, buenos días, espero hayas dormido bien. Me alegra que me hayas obedecido y aseguraras bien tu casa, fue difícil para mí entrar, aunque tranquila, aún puedo hacerlo.»

Carajo.

«Tengo un obsequio para tí, no irás a la preparatoria hoy, descuida, le informé a tus maestros que no irías y dijeron que no hay problema. Ahora al punto, para que veas lo generoso que soy contigo, irás a aquel parque que queda a dos manzanas de tu casa donde realizan la campaña semestral para salvar a los perros callejeros ¿La sorpresa? Estaré allí hasta las 10 am, si Emily, tienes la oportunidad de acabar con esto de una vez, espero sepas aprovecharla.
— Roger»

¿Él estará allí? ¿Qué significaba eso?

Encendí mi auto y me dirigí al parque. El pequeño parqueadero estaba completamente lleno, así que me tomó tiempo estacionarme.

Apenas salí del auto fui directo al lado este donde realizaban aquella campaña semestral, fue aquí donde había adoptado a mi anterior mascota, para mí desdén ella no duró mucho conmigo, ya que a los 5 meses de tenerla murió de un infarto.

Alejé esos pensamientos tristes y me adentré en la multitud. Habían perros por doquier al igual que varios puestos de comida, busqué entre las personas alguna cara conocida pero no reconocí a alguien.

— ¿Emily? — una voz masculina hizo que preste mi atención en él. Era un hombre alto de aproximadamente unos 40 años.

— Soy yo ¿Quién eres tú?

— Mi nombre es Bryan, soy el dueño de aquel puesto — señaló un lugar donde había una máquina para hacer algodón de azúcar — un chico me pidió que te diera un recado.

— ¿Qué chico? — mi postura se enderezó ante la idea de quien podría ser.

— Dijo su nombre... Rubén... Robert...

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