Día treinta y seis

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Toronto-Canadá 02 de Marzo del 2016

— Emily, no te daré armas. —el Dr. Payne se negaba a darme un par de cuchillos de su cocina.

Ayer me incentivó a salir del centro de rehabilitación en el que estaba para ir a su casa y pueda decidirme qué hacer con Roger, me prestó ropa de su hija y hoy por la mañana me animé a venir, la casa era grande, el Dr. debe ganar mucho dinero como psiquiatra.

Mi padre, que en realidad no es mi padre no estuvo para nada de acuerdo, pero soy mayor de edad y no lo pudo impedir.

— Tan sólo serán dos cuchillos.

— En definitiva no.

—¿Dónde guarda su arma? ¿La cocina? Oh... Ya sé, ¿Su despacho?

—¿Cómo diablos sabes eso?

— Mi papá... solía guardarla ahí.

— Asesinar a una persona no te hace buena candidata a una universidad, sé que tienes excelentes calificaciones, no lo arruines. —reí.

— No, pero fotos semidesnudas, ser sospechosa de homicidio y estar huérfana tampoco lo es, tendré suerte si consigo un empleo y logro entrar a una universidad pública, además, es en lo que menos estoy pensando ahora. —tomé el suéter rojo que me había prestado.

—¿A dónde vas?

— Con Chloe, Michael o Stella, a lo mejor ya no me odian tanto y me ayudan con la causa.

—¡Hey niña! ¡No te metas en problemas!

Salí de la casa y tomé el autobús hasta el centro de la ciudad, una vez ahí caminé hasta donde vive Michael, espero siga viviendo ahí.

Estaba a solo unas cuadras, hasta que ví a Michael y Stella entrar a un restaurante, quizá esperan a Chloe.

Me acerqué hasta el guardia que custodiaba a entrada.

— Buenas tardes. —quise entrar pero el guardia me detuvo.

— Necesita una reservación señorita.

— Sí, claro, vengo con los chicos de allí —señalé la mesa donde estaban ellos—, son amigos míos.

El guardia volteó a ver.

— Claro, ¿La pareja que ha estado viniendo aquí desde hace ya varios días no? —eso me descolocó mucho.

— Creo que se equivoca, son buenos amigos, al igual que yo.

— Creo que no está bien informada por sus amigos, hay que admitir que hacen buena pareja. ¿No?

— No. —contesté seria.

— Pues a mi parecer sí, sin contar que han dejado buenas propinas cada vez que vienen, lucen felices juntos. —eso me golpeó como un balde de agua fría.

Dirigí mí mirada hacia ellos, estaban hablando tranquilos, incluso sonreían, ¿Puede ser posible que hicieran eso? Y en tal caso, no soy nadie para reclamar, quizá y el guardia veía lo que yo no quería ver, eran felices sin mí.

—¿Quiere que les informe que usted está aquí? —¿Qué caso tenía?

— No, luego los veré, gracias.

No sabía qué hacer en este momento, podía irrumpir en sus vidas otra vez y pedirles ayuda, como siempre lo he hecho. O podía irme y arreglar todo por mí misma, quizá y ya era tiempo de que aceptara lo que me toca y dejarlos fuera de todo, ya sufrieron mucho por mi causa, además conozco a Stella, ella puede hacer muy feliz a Michael.

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