29. Las chicas malas deben ser castigadas

279 13 0
                                    

Capítulo 29

No puedo dormir, mis ojos aunque se encuentren cansados no logran conciliar el sueño por culpa de mi mente. A estas horas de la noche se le ocurre empezar a mentalizar y a reflexionar todo por que pasé en el día.

Cuando dicen que para no dormirte hay que tomar café, olvídense, la mente es el mejor remedio para no conciliar el sueño.

Mi mente no deja de preguntarle a mi corazón como es que se siente, este no sabe que responder, ni si quiera mi mente puede reflejar algún sentimiento que abarque por todo lo que me pasó. Tristeza, tristeza me da cuando pienso en el golpe bajo que me dio Nathan en mi orgullo. Utilizarme como una cualquiera para satisfacer sus necesidades y después irse con la primera que encuentre, eso no me parece para nada agradable. Enojo, como no, me siento enojada por cómo me utilizó solo para su satisfacción personal, nunca, en ningún momento pensó en mí como alguien especial, como alguien para estar cerca, siempre me vio como un objeto, seguramente desde el primer día que nos vimos y como en la fiesta de Andy no tomé alcohol y en esta sí, supongo que fue por eso que pudo poseerme con tanta facilidad y así controlarme para obtener lo que desea. Felicidad, sí, tengo que admitir que darle una patada por en medio de sus piernas me saca una sonrisa en mi rostro, también me pone feliz saber que pude cantar enfrente de tanta gente a la cual le encantó. Eso me tranquiliza y saca de mi pecho un peso que estuve sosteniendo dentro de mí desde que mi padre murió. Todavía tengo una situación a la cual no logro encontrar un sentimiento adecuado como para poder explicarme: la confesión de James. La palabra que más se acerca es confundida, pero con ella volvemos a donde empezamos. Tristeza, miedo, alegría... y no necesariamente en ese orden.

Desesperada por no saber qué hacer con mis sentimientos, salgo de debajo de la manta de mi cama y me pongo unas pantuflas y el primer buzo que encuentro tirado en la silla. Camino hacia el living esperando que por acá haya algo que me pudiese ayudar a dormir, en vez de eso está lo único que provoca mi insomnio a estas horas de la noche.

James se encuentra sentado en el balcón sobre una sillón en forma de U. Está quieto, mirando la nada, pensando en... bueno... pensando. Tiene puestos solo unos jeans holgados y unas crocs ¿no se está muriendo de frío?

Mentalmente ahorro valor para ir a sentarme junto a él. No tiene que afectarme su confesión, pero lo hace y lo único que puede tranquilizarme un poco acerca de eso es no evitarlo. Al intentar evitar a James un dolor agudo aparece en mi pecho y ese dolor es mucho más agonizante que estar sentada sola junto a él mirando la ciudad iluminada.

 Al intentar evitar a James un dolor agudo aparece en mi pecho y ese dolor es mucho más agonizante que estar sentada sola junto a él mirando la ciudad iluminada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Hola-le digo con una voz ronca y casi audible, pero seguramente me habrá escuchado ya que acá afuera hay un silencio de tumba.

-Hola-dice sobresaltado pero encantado porque acabo de aparecer. Se mueve hacia un lado dejándome espacio para sentarme junto a él, hubiese preferido que se corriese más pero con el frío que hace acá afuera las ganas de calentarme con el calor de un cuerpo humano fueron más poderosas-¿No podes dormir?-me pregunta, es una pregunta obvia, sin necesidad de responderla, pero igualmente asiento con la cabeza para afirmar su pregunta. Se mueve un poco más apoyándose contra el apoya brazo y se recuesta dejando un espacio para que yo haga lo mismo, pero en mi caso mi cara estará acostada sobre su pecho.

Mi Papa es un pendejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora