me sirvieron un vaso de vino.
ya sabéis cómo son esas cosas. bebimos y hablamos, hablamos y bebimos. las chicas
salieron a por más botellas. más charla. el reloj daba vueltas y vueltas. pronto oscureció. yo
bebía solo, aún con mis raídos pantalones cortos. Jeannie había ido al dormitorio y se había
derrumbado en la cama. Eve se había derrumbado en el sofá y Linda en otro sofá de cuero más
pequeño que había en el vestíbulo, delante del baño. yo seguía sin entender por qué me había
dejado en tierra aquel mejicano. me sentía desgraciado. entré en el dormitorio y me metí en la
cama con Jeannie. era una mujer grande, estaba desnuda. empecé a besarle los pechos,
chupándolos.
—eh, ¿qué haces?
—¿qué hago? ¡joderte! le metí el dedo en el coño y lo moví arriba y abajo.
—¡voy a joderte!
—¡no! ¡Linda me mataría!
—¡nunca lo sabrá!
la monté y luego muy lenta lenta quedamente para que los muelles no rincharan, pues no
debía oírse el menor rumor, entré y salí y entré y salí siempre despacio despacio y cuando me
corrí pensé que nunca pararía. uno de los mejores polvos de mi vida. mientras me limpiaba
con las sábanas, se me ocurrió este pensamiento: quizás el hombre lleve siglos jodiendo mal.
luego salí de allí, me senté en la oscuridad, bebí un poco más. no recuerdo cuánto tiempo
estuve allí sentado. bebí bastante. luego me acerqué a Eve. Eve la de la ayuda a los
desocupados. era una cosa gorda, un poco arrugada, pero tenía unos labios muy atractivos,
obscenos, feos, muy cachondos. Empecé a besar aquella boca terrible y bella. no protestó en
absoluto, abrió las piernas y entré. se portó como una cerdita, gruñendo y tirando pedos y
sornando y retorciéndose. no fue como con Jeannie, largo y emocionante, fue sólo plaf plaf y
fuera. salí de allí. y antes de que pudiese llegar a mi sillón otra vez la oí roncar de nuevo.
sorprendente... jodía igual que respiraba... no le daba la menor importancia. cada mujer jode de
un modo distinto, y eso es lo que mantiene al hombre en movimiento. eso es lo que mantiene a
un hombre atrapado.
me senté y bebí algo más pensando en lo que me había hecho aquel sucio mejicano hijo de
puta. no merece la pena ser cortés. luego empecé a pensar en la ayuda a los desocupados.
¿podrían acogerse a ella un hombre y una mujer que no estuviesen casados? por supuesto que
no. que se muriesen de hambre. y amor era una especie de palabra sucia. pero eso era algo de
lo que había entre Linda y yo: amor. por eso pasábamos hambre juntos, bebíamos juntos,
vivíamos juntos. ¿qué significaba matrimonio? matrimonio significaba un JODER santificado
y un JODER santificado siempre y finalmente, sin remisión, significa ABURRIMIENTO,
llega a ser un TRABAJO. pero eso era lo que el mundo quería: un pobre hijo de puta, atrapado
y desdichado, con un trabajo que hacer. bueno, mierda, me iré a vivir al barrio chino y
traspasaré a Linda a Big Eddie. Big Eddie era un imbécil, pero al menos compraría a Linda
algo de ropa y le metería filetes en el estómago, que era más de lo que yo podía hacer.
Bukowski Piernas de Elefante, el fracasado.
terminé la botella y decidí que necesitaba dormir un poco. di cuerda al despertador y me
acosté con Linda. se despertó y empezó a frotarse conmigo.
—oh mierda, oh mierda —dijo—. ¡no sé que me pasa!
—¿qué hubo, nena? ¿estás mala? ¿quieres que llame al Hospital General?
—oh no, mierda, sólo estoy ¡CALIENTE! ¡CALIENTE! ¡MUY CALIENTE!
—¿qué?
—¡digo que estoy muy caliente! ¡JODEME!
—Linda...
—¿qué? ¿qué? —estoy cansadísimo. llevo dos noches sin dormir. ese largo paseo hasta el
mercado de trabajo y luego la vuelta, treinta y dos manzanas, con aquel sol... es inútil. no hay
nada que hacer. estoy hecho migas.
—¡yo te AYUDARE!