Un hombre Celebre

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dos veces he tenido la gripe la gripe la gripe. y la puerta sigue sonando, y cada vez hay
más gente, y cada persona o personas creen tener algo especial que ofrecerme, y ring ring ring
la puerta, y siempre lo mismo, digo —¡UN MOMENTO! ¡UN MOMENTO! y me enfundo
unos pantalones y les dejo pasar. pero estoy muy cansado, nunca puedo dormir lo suficiente,
hace tres &as que no cago, exactamente, de veras, estoy volviéndome loco, y toda esta gente
tiene una energía especial, tienen todos buen aspecto, yo soy un solitario pero no un
cascarrabias, pero es siempre siempre... algo. pienso en el viejo proverbio alemán de mi
madre, que dice más o menos: «emmr etvas!», que significa: siempre algo. lo cual el hombre
nunca entiende del todo hasta que empieza a enloquecer. no es que la edad sea una —ventaja,
pero trae a colación la misma escena una y otra vez como un manicomio de película. es un tipo
duro de sucios pantalones, recién salido de la carretera, que cree profundamente en su obra, y
no es mal escritor, pero me fastidia su seguridad en sí mismo y a él le fastidia el hecho de que
no nos besemos y nos abracemos y nos toquemos el culo en medio de la habitación. está
representando, es un actor, tiene que serlo. ha vivido más vidas que diez hombres. pero su
energía, bella en cierto modo, acaba cansándome. me importa „n niio el panorama poético o
que telefonease a Norman Mailer o conozca a Jimmy Baldwin, y el resto. y todo el restante
resto. y veo que no me entiende del todo porque no excito del todo sus preponderancias. pero
vale, de todos modos me agrada. se merece novecientos noventa y nueve de mil. pero ay mi
alma alemana no descansará hasta alcanzar el mil. estoy muy tranquilo y escucho, pero por
debajo hay un hervor inmenso de locura que hay que cuidar en último término o acabaré
pegándome un tiro, algún día, en una habitación de ocho dólares por semana, en Avenida
Vermont. sí, no hay duda, mierda, sí.
en fin, él habla y es agradable. me río.
—quince de los grandes. conseguí aquellos quince grandes. se muere mi tío. entonces ella
quiere casarse. yo estoy gordo como un cerdo. ha estado alimentándome bien. ella gana
trescientos semanales en la oficina del consejero general, una cosa muy buena, y de pronto se
empeña en casarse, en dejar el trabajo. nos vamos a España. muy bien, yo estoy escribiendo
una obra de teatro, se me ocurrió esa gran idea para un obra de teatro, la tengo perfilada, así
que bien, bebo, me jodo a todas las putas, y luego, el tipo de Londres quiere ver mi obra,
quiere representar mi obra, vale, así que me voy a Londres y, cojones, a la vuelta descubro que
mi mujer ha estado jodiendo con el alcalde del pueblo y con mi mejor amigo. y la agarro y le
digo: MALA PUTA, JODER CON MI MEJOR AMIGO Y CON EL ALCALDE. DEBIA
MATARTE AHORA MISMO Y ASI SOLO ME ECHARIAN CINCO AÑOS, PORQUE
ERES UNA ¡ADULTERA!
pasea por la habitación, arriba y abajo.
—y qué pasó entonces —pregunto.
—ella dijo: « ¡adelante, apuñálame, mamón».
—vaya par de huevos —le dije.
—sí —dijo él—. yo tenía aquel cuchillo grande en la mano y lo tiré al suelo. tenía
demasiada clase, más que yo. demasiada clase media alta.
muy bien. en fin, hijos de Dios todos: se fue.
volví a la cama. estaba sencillamente muriéndome. no le interesaba á nadie, ni siquiera a
mí. otra vez los escalofríos. daba igual que me echara encima mantas. seguía teniendo frío. Y
luego este pensamiento: todas las aventuras mentales de los seres humanos parecían falsas,
parecían mierda, era como si nada más nacer te hubiesen metido en el caldero de los falsarios
y si no entendías la falsedad o no jugabas del lado del falsario, estabas liquidado, del todo. los
falsarios lo tenían todo bien cosido, lo tenían cosido desde siglos atrás, no podías reventar las
costuras. él no quería romperlas tampoco, no quería conquistar, él sabía que Shakespeare escribía mal, que Creeley tenía miedo. daba igual. lo único que quería él era estar solo en un
cuartito. solo.
le había dicho una vez a un amigo que en tiempos pensó que le entendía, le había dicho
una vez a su amigo: «nunca me sentí solo».
y dijo su amigo: «eres un mentiroso de mierda». así pues, volvió a la cama, enfermo,
estuvo allí una hora, volvió a sonar el timbre. decidió ignorarlo. pero los timbrazos y el
aporreo cobraron tal violencia que pensó que podría ser algo importante.
era un chaval judío. muy buen poeta. pero, ¡joder! —¿Hank?
—¿sí?
cruzó la puerta, el joven, lleno de energía, convencido del fraude—poético, de toda esa
mierda: si un hombre es un buen ser humano y un buen buenísimo poeta, será recompensado
en algún sitio de este lado de este lado del infierno. el chaval simplemente no sabía. la gran
beca ya estaba dispuesta para los ya bastante cómodos y gordos para chupar y acechar y
enseñar primer curso o segundo de inglés en las míseras universidades del mundo. todo estaba
dispuesto para el fracaso. el alma jamás vencerá la mentira. sólo un siglo después de la muerte,
y entonces utilizarán esa alma como fraude para defraudarte fraudulentamente. todo fallaba.
entró. el joven y rabínico estudiante. —joder, que horror —dijo.
—¿el qué? —pregunté.
—el viaje al aeropuerto. —s sí?
—Ginsberg se rompió las costillas en el coche. a Ferlinghetti, el más gilipollas de todos,
no le pasó nada. se va a Europa, a dar esas lecturas de cinco a siete dólares la noche, y no se
hizo ni un rasguño. yo vi una noche a Ferlinghetti en escena e intentó hacer callar a un tipo tan
mal, con unos trucos que daba pena. le silbaron, al final, le calaron. Hirschman suelta también
mucha mierda de ésa.
—a Hirschman le tiene enganchado Artaud, no lo olvides. cree que el que no hace locuras
no es un genio. hay que darle tiempo. quién sabe.
—oye —dice el chaval—, me diste treinta y cinco dólares por pasarte a máquina tu
próximo libro de poemas. pero son demasiados. ¡JESUS! ¡no creí que fuesen TANTOS!
—yo creía que había dejado de escribir poesía.
y cuando un judío menciona a jesús, es seguro que está en un lío. así que me dio tres
dólares y yo le di diez, y entonces los dos nos sentimos mejor. se comió también media
rebanada de mi pan francés y un pepinillo en vinagre. luego se fue.
volví al saco y me dispuse a morir y, en realidad, sean buenos o malos chicos, escriban o
no sus versos, flexionen o no sus musculillos poéticos, cansa ya, tantos, tantos intentando
triunfar, tantos odiándose entre sí, y algunos de los que están arriba, claro, no merecen estar
allí, pero muchos de los que están arriba merecen estar allí, pero la cuestión es demoler,
destrozar, arriba y abajo, «conocí a Jimmy en una fiesta...» .
bueno, me trago esa mierda. estamos en que él se volvió a acostar. y vio cómo las arañas
tragaban las paredes. aquello era lo suyo, desde siempre. no podía soportar a la gente, a los
poetas, a los no poetas, a los héroes, a los no héroes... no podía soportar a ninguno de ellos.
estaba condenado. su único problema en la condena era aceptar su condena lo más
agradablemente posible. él, yo, nosotros, vosotros...
volvió a la cama, pues, temblando, frío. muerte como lomo de pez, agua blanquecina de
balbuceo. todo el mundo muere. de acuerdo, pero yo y otra persona no. magnífico. hay
diversas fórmulas. diversos filósofos. qué cansado estoy.
muy bien. la gripe la gripe, muerte natural de rústica frustración y descuido, aquí estamos,
al fin, tumbados solos en la cama, sudando, contemplando la cruz, volviéndome loco a mi
propio modo personal, al menos tenía eso, en otros tiempos, cuando nadie me molestaba,
ahora hay siempre alguien llamando a la puerta, y no gano ni quinientos dólares al año
escribiendo y siguen llamando a mi puerta. quieren VERME. él; yo, se acostó de nuevo,
enfermo, sudando, muriendo, muriendo realmente, que me dejen solo, por favor, me importa
un carajo ser un genio o un imbécil, que me dejen dormir, que me dejen por lo menos un día,
sólo ocho horas, el resto para ellos, y entonces suena el timbre otra vez. podía ser Ezra Pound con Ginsberg intentando chupársela... y él dijo: —un momento, un momento que me vista. y
todas las luces estaban encendidas, fuera. como neón. o cosquilleantes pelos de prostituta. el
tipo era profesor de inglés de no sé dónde. —¿Buk? —sí. es que estoy malo, de gripe. muy
contagiosa. —¿querrás un árbol este año? —no sé. estoy hecho polvo. la chica está en la
ciudad. y yo me encuentro muy mal, es contagioso. da un paso atrás y me ofrece un paquete de
seis botellas de cerveza y luego abre su último libro de poesía, me lo dedica, se va, sé que el
pobre diablo no sabe escribir, nunca sabrá, pero está enganchado en unos cuantos versos que
escribió una vez en algún sitio y que jamás repetirá. y no hay competencia en ello. en el gran
arte no hay competencia, nunca. el gran arte puede ser gobierno o niños o pintores o
chupapollas, o cualquier cosa, cualquiera. dije adiós al tipo y a su paquete de cervezas y luego
abrí su libro: «... pasó el año académico de 1966—67 con una beca Guggenheim estudiando e
investigando en.. . »tiró el libro a un rincón, sabiendo que no sería bueno. todas las ayudas
iban a los ya sobrados de ellas que tenían el tiempo necesario y sabían muy bien dónde
conseguir un impreso para solicitar las jodidas becas. él nunca había visto una. no las ves si
andas al volante de un taxi o de mozo de hotel en Albuquerque, joder. volvió a dormir. sonó el
teléfono. seguían llamando a la puerta. así estaban las cosas. dejó de preocuparse. entre tantos
sonidos y visiones, dejó de preocuparse. llevaba tres días o tres noches sin dormir, no tenía qué
cenar, y todo ya parecía en calma. lo más próximo a la muerte que se pueda estar sin ser tonto.
y siendo casi tonto. era magnífico. pronto se largarían. y en el Cristo de su pared alquilada, se
hicieron fisurillas y él sonrió cuando aquel yeso de dos siglos cayó en su boca, lo aspiró y se
murió de asfixia.

La Máquina
 de follarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora