la otra noche estaba en una reunión, cosa que suele resultarme desagradable. soy ante todo
un solitario, un viejo curda que prefiere beber solo, con algo de Mahler o Stravinsky en la
radio quizás. pero allí estaba yo con las masas chifladas. no daré la razón, porque ésa es otra
historia, puede que más larga, quizás más confusa, pero allí de pie, solo, tomando mi vino,
oyendo a los Doors o los Beatles o los Airplane mezclados con todo el rumor de las voces,
comprendí que necesitaba un cigarrillo. estaba desconectado. suelo estarlo. así que vi a dos de
esos jóvenes cerca, braceando y moviéndose. cuerpos sueltos, cuellos doblados, dedos de las
manos sueltos... en resumen, como goma, girones de goma que se estiraban y se encogían y se
fragmentaban.
me acerqué.
—eh, ¿tenéis alguno de vosotros un cigarro?
esto realmente puso a saltar la goma. me quedé allí mirando y ellos volvieron a bracear y a
agitarse.
—¡nosotros no fumamos, hombre! pero HOMBRE, nosotros no... fumamos. cigarrillos.
—que no hombre, nosotros no fumamos, eso es, no, hombre. flop flop flip flap. goma.
—¡nosotros vamos a M-a-li-buuuú, hombre! ¡sí, nosotros vamos a Malll-i-buuú! ¡que sí, a
M-a-li-buuuuú!
—¡que sí, hombre!
—¡que sí, hombre! —¡que sí!
flip flap. o flop flop. no podían decirme sencillamente que no tenían un cigarrillo. tenían
que soltarme su publicidad, su religión: los cigarrillos eran para novatos. ellos se iban a
Malibú, a una cabaña y quemaban un poco de yerba. me recordaban, en cierto modo, a las
viejas que venden en una esquina «La Atalaya» de los testigos de Jehová. toda, la tropa del
LSD, el LST, la marihuana, la heroína, el ,hashish, el jarabe para la tos, sufre del prurito
«Atalaya»: tienes que estar con nosotros, hombre, si no te quedas fuera, estás muerto. esta
propaganda es una constante y similar OBLIGACION de todos los que le dan al asunto. no es
raro que los detengan: no pueden usarlo tranquilamente para su placer; tienen que
DEMOSTRAR que están en el rollo. además, tienden a ligarlo con Arte, Sexo, el escenario
Marginal. su Dios del Acido, Leary, les dice: «dejadlo todo. seguidme». luego, alquilan un
local aquí en la ciudad y les cobran cinco dólares por cabeza por oírle hablar. luego llega
Ginsberg al lado de Leary. luego Ginsberg proclama a Bob Dylan gran poeta. autopropaganda
de los devoratitulares del orinal de la mierda. Norteamérica.
pero dejémoslo correr, porque eso también es otra historia. este asunto tiene muchos
brazos y poca cabeza, tal como lo cuento, y tal como es. pero volvamos a los chicos
«conectados», los fumetas. su idioma. qué pasada, tío. el rollo, etc., etc. he oído esas mismas
frases (o como quiera que las llames) cuando tenía doce años, en 1932, oír las mismas cosas
veinticinco años después no te inclina gran cosa a congeniar con el usuario, sobre todo cuando
se considera hip. mucha de la palabrería proviene originariamente de los que usaban droga
fuerte, de los de la cuchara y la aguja, y también de los chavales negros de las antiguas bandas
de jazz. la terminología de los realmente «conectados» ha cambiado ya, pero los supuestos
chicos hip, como los dos a quienes pedí el cigarrillo... ésos aún siguen hablando 1932.
y que la yerba cree arte, resulta dudoso, muy dudoso. De Quincy escribió algún material
bueno, y «El comedor de opio» estaba lindamente escrito, aunque a ratos resultase bastante
pesado. y es propio de la mayoría de los artistas probarlo casi todo. son aventureros,
desesperados, suicidas. pero la yerba viene DESPUES, el Arte ya está allí, viene después de
que el artista ya está allí. la yerba no produce el Arte: pero a menudo se convierte en el terreno
de juego del artista consagrado, una especie de celebración del ser, esas fiestas de yerba, y también algún material cojonudo para el artista: gente cazada con los pantalones espirituales
bajados, o, si no bajados, mal abrochados.
allá por la década de 1830, las fiestas de yerba y las orgías sexuales de Gautier eran la
comidilla de París. ese Gautier escribía poesía además, y se sabía también. ahora sus fiestas se
recuerdan mejor.
pasemos a otro aspecto de este asunto: me fastidiaría que me enchironaran por uso y/o
posesión de yerba. sería como acusarte de violación por husmear unas bragas en tendedero
ajeno. la yerba, sencillamente, no vale tanto. gran parte del efecto lo causa un estado premental
de fe en que uno va a subir. si pudiese introducirse un material con el mismo olor pero sin
droga, la mayoría de los usuarios sentirían los mismos efectos: « ¡esto sí que pega, tío! ».
yo, por mi parte, puedo sacar más de un par de buenas latas de cerveza. no le doy a la
yerba, no por la ley, sino porque me aburre y me hace muy poco efecto. pero aceptaré que los
efectos del alcohol y de la mary son distintos. es posible pirarse con yerba y apenas darte
cuenta; con el trago, sabes muy bien, en general, dónde estás. yo, soy de la vieja escuela: me
gusta saber dónde estoy. pero si otro hombre quiere yerba o ácido o aguja, no tengo nada que
objetar. es su camino y cualquier camino que sea mejor para él, es mejor para mí.
ya hay suficientes comentaristas sociales de baja potencia cerebral. ¿por qué habría de
añadir yo mi bufido de alta potencia? todos hemos oído a esas viejas que dicen: « ¡oh, me
parece sencillamente ESPANTOSO lo que hacen esos jóvenes consigo mismos, toda esa droga
y esas cosas! ¡es terrible!». y luego miras a la vieja: sin ojos, sin dientes, sin cerebro, sin alma,
sin culo, sin boca, sin color, sin flujo, sin humor, nada, sólo un palo, y te preguntas qué le
habrán dado a ELLA su té y pastas y su iglesia y su casa en la esquina. y los viejos a veces se
ponen muy violentos con lo que hacen algunos jóvenes: « ¡he trabajado como un ANIMAL
toda mi vida, demonios!» (piensan que es una virtud, y sólo demuestra que el hombre es un
imbécil rematado). «¡ésos lo quieren todo sin ESFUERZO! ¡se tumban a destrozarse el
organismo con las drogas, dispuestos a darse la gran vida!» y entonces tú le miras:
amén.
únicamente tiene envidia. a él le han engañado. le han jodido sus mejores años. también a
él le gustaría echar una cana al aire. si pudiese. pero ya no puede. así que ahora quiere que los
demás sufran como él.
y en líneas generales, ése es el asunto. los fumetas arman demasiado alboroto con su
jodida yerba y el público lo arma por el hecho de que ellos utilizan su jodida yerba. y la policía
está ocupada y a los fumetas les detienen y gritan crucifixión, y el alcohol es legal hasta que te
emborrachas demasiado y te cazan en la calle y entonces a la trena. dale algo al género
humano y lo rasparán y lo arañarán y lo machacarán. si legalizas la yerba, los Estados Unidos
serán un poco más cómodos, pero no mucho más. mientras estén ahí los tribunales y las
cárceles y los abogados y las leyes, habrá acusados.
pedirles que legalicen la yerba es como pedirles que pongan un poco de mantequilla en las
esposas antes de ponérnoslas, otra cosa es lo que te hace daño... por eso necesitas yerba, o
whisky, o látigos y trajes de goma, o música aullante tan jodidamente alta que no puedas
pensar. o manicomios, o coños mecánicos o ciento sesenta y dos partidos de béisbol por
temporada. o Vietnam o Israel o el miedo a las arañas. tu amante se lava la amarillenta
dentadura postiza en el lavabo antes de que te la jodas. hay soluciones básicas y hay
triquiñuelas. aún seguimos jugando con triquiñuelas porque aún no somos lo bastante hombres
ni lo bastante reales para decir lo que necesitamos. durante unos siglos creímos que podría ser
el cristianismo. después de arrojar a los cristianos a los leones, les dejamos que nos arrojaran
ellos a los perros. descubrimos que el comunismo podría ser un poco mejor para el estómago
del hombre medio, pero que hacía poco por su alma. ahora jugamos con drogas, pensando que
abrirán puertas. el Oriente conoce ese asunto desde mucho antes que la pólvora. descubren que
sufren menos, que mueren más. yerba o no yerba. « ¡nosotros nos vamos a Malibú, hombre!
¡qué sí, que nos vamos a Malll-i-buuuuú! »
perdonad un momento, que líe un poco de Bull Durham. ¿una calada?.