hace algún tiempo vino a verme Dorothy Healey. yo tenía resaca y barba de cinco días. se
me había olvidado esto hasta que la otra noche, tomando tranquilamente una cerveza, me
acordé de su nombre. se lo mencioné al joven que estaba frente a mí, que había venido a
verme.
—¿por qué vino a verte? —preguntó él.
—no sé.
—¿y qué dijo?
—no recuerdo lo que dijo. lo único que recuerdo es que llevaba un lindo vestido azul y
que tenía los ojos de un maravilloso azul resplandeciente.
—¿no te acuerdas de lo que dijo?
—en absoluto.
—¿te la tiraste?
—claro que no. Dorothy tiene que vigilar mucho con quién se va a la cama. piensa en la
mala publicidad si involuntariamente se acostase con un agente del FBI o con el dueño de una
cadena de zapaterías. supongo que Jackie Kennedy debe seleccionar también cuidadosamente
sus ligues.
—claro. la Imagen. no creo que ella se acostase nunca con Paul Krassner.
—me gustaría estar allí si lo hiciera.
—¿sujetando las toallas?
—sujetando las piezas —dijo él.
y los ojos de Dorothy Healey tenían aquel maravilloso azul resplandeciente...
los tebeos hace ya mucho que se han hecho serios, y desde entonces son en realidad más
cómicos que nunca. las historietas dibujadas han sustituido en cierto modo a los antiguos
seriales radiofónicos. ambas cosas tienen en común el que tienden a proyectar una realidad
sería, muy seria, y en eso radica su humor: su realidad es tan claramente artilugio de plástico
de saldo que no puedes por menos de reírte un poco si no tienes demasiados problemas
digestivos.
en el último número de Los Angeles Times (cuando escribo esto) tenemos una historia
hippie—beatnik y su desenlace. ha aparecido el rebelde universitario, barbudo y con jersey de
cuello alto, escapándose con la reina de la universidad, una rubia de larga melena y figura
perfecta (casi me corro mirándola). lo que el rebelde de la universidad defiende es algo de lo
que nunca podemos estar del todo seguros, salvo en unos cuantos discursitos que dicen muy
poco. de cualquier modo, no te aburriré con el argumento de la historia. termina con el gran
papi malo, corbata y traje caro y cabeza calva y nariz aguileña, haciéndole al barbudo un
sermoncito de su cosecha, y ofreciéndole luego un trabajo en bandeja, para que pueda así tener
como es debido a su cachonda hija. el hippie—beatnik se niega al principio y desaparece de la
página y el papi y la hija están haciendo el equipaje para abandonarle, para dejarle allí en su
propio fango idealista, cuando, de improviso, vuelve. « ¡Joe!... ¿qué has hecho?» dice la
cachonda hija. y Joe entra SONRIENDO Y AFEITADO: «pensé que debías verle bien la cara
a tu marido, querida... ¡antes de que fuese demasiado tarde! » . luego se vuelve a papá:
«también pensé, señor Stevens, que una barba sería más un inconveniente que una ayuda...
¡PARA UN AGENTE INMOBILIARIO! » . «¿significa esto que ha recuperado usted por fin
EL JUICIO, joven» pregunta papá. «significa que quiero pagar el precio que usted pone a su
hija, caballero» (¡ay, el sexo, ay el amor, ay la JODIENDA!) «pero», continúa nuestro ex
hippie, «aún pienso combatir la INJUSTICIA... ¡donde quiera que la encuentre!». bien, eso es
magnífico, porque nuestro ex hippie va a encontrar mucha injusticia en el negocio
inmobiliario. luego, en un aparte, papá nos dice: «vaya sorpresa que te vas a llevar, amigo...
¡cuando descubras que nosotros los viejos retrógrados queremos también un mundo mejor!
¡sólo que no somos partidarios de QUEMAR la casa para librarnos de las termitas!».
pero, viejos retrógrados, piensa uno inevitablemente. ¿qué demonios estáis haciendo?
luego pasas al otro lado de la página, a APARTAMENTO 3-G, y allí hay un profesor
universitario que analiza con una chica muy rica y muy bella el amor que ella siente por un
joven médico pobre e idealista. este médico ha incurrido en arrebatos temperamentales muy
desagradables: tiró el mantel, los platos y las tazas en el club nocturno, tiró por el aire los
emparedados de huevo, y, si no recuerdo mal, zurró a un par de amigos. le enfurece que su
hermosa y rica dama no haga más que ofrecerle dinero, pero pese a tanta furia ha aceptado un
fantástico automóvil nuevo, un consultorio lujosamente decorado en la zona residencial y otros
artículos. ay, si este médico fuese el vendedor de periódicos de la esquina, o el cartero, no
recibiría nada de esto, y me gustaría verle entrar en un club nocturno y tirar cena y vino y tazas
de café y cucharas y demás al suelo y luego volver y sentarse y no disculparse siquiera. desde
luego, no me gustaría nada que ESE médico me operase de mis hemorroides crónicas.
así que cuando lees las historietas ríes ríes ríes, y sabes que es ahí en parte, donde estamos.
pasó ayer a verme un profesor de una universidad. no se parecía a Dorothy Healey, pero su
mujer, una poetisa peruana, estaba la mar de buena. el objeto era que estaba cansado de las
mismas inútiles reuniones de supuesta NUEVA POESIA. la poesía sigue siendo aún, dentro de
las artes, el mayor reducto de fatuos pretenciosos, con grupillos de poetas luchando por el
poder. supongo que el mayor fraude que se inventó fue el viejo grupo de Black Mountain. y a
Creeley aún le temen dentro y fuera de las universidades (le temen y le reverencian) más que a
ningún otro poeta. luego tenemos a los académicos que, como Creeley, escriben muy
cuidadosamente. en suma, la poesía generalmente aceptada hoy, tiene una especie de cristal
por fuera, suave y deslizante, y dentro sólo hay una articulación embutida palabra a palabra en
una suma o agregado, en general inhumano y metálico, una especie de perspectiva
semisecreta. es una poesía para millonarios y hombres gordos con tiempo libre por lo que
recibe respaldo y sobrevive, porque el secreto es que los que están en el ajo lo están de veras y
al diablo el resto. pero es una poesía torpe, muy torpe, tan torpe que la torpeza se toma por
significado oculto... el significado está oculto, no hay duda, tan bien oculto que no hay ningún
significado. pero si TU no puedes encontrarlo, careces de alma, de sensibilidad, etc., así que es
MEJOR QUE LO DESCUBRAS O NO ESTAS EN EL AJO. y si no lo descubres, NO
MOLESTES.
entretanto, cada dos o tres años, alguien de la academia, deseando conservar su puesto en
la estructura universitaria (y si piensas que Vietnam es un infierno deberías ver lo que pasa
entre esos supuestos cerebros en sus combates, intrigas y luchas por el poder dentro de sus
propias cárceles) saca la misma vieja colección de poesía vidriosa e insulsa y la etiqueta LA
NUEVA POESIA o LA NOVISIMA, pero sigue siendo la misma baraja marcada.
bueno, este profesor era un jugador evidentemente, dijo que estaba harto del juego y que
quería sacar a la luz algo fuerte, una creatividad nueva. tenía ideas propias, pero luego me
preguntó quién creía yo que estaba escribiendo la nueva poesía ACTUAL, qué muchachos
eran y qué material. no pude contestarle, francamente. al principio mencioné algunos nombres:
Steve Richmond, Doug Blazek, Al Purdy, Brown Miller, Harold Norse, etc., pero luego me di
cuenta de que a la mayoría los conocía personalmente, y si no personalmente, por
correspondencia. me dio un escalofrío. si los etiquetaba como grupo, sería otra vez una especie
de BLACK MOUNTAIN... otra nueva capilla. así empieza la muerte. una especie de muerte
personal gloriosa, pero de todos modos una mierda.
así que, rechacemos a ésos; rechacemos a los chicos de la vieja poesía—vidriosa, ¿qué nos
queda? una obra de mucho vigor, la obra vivida y colorista de los jóvenes que empiezan ahora
a escribir y a publicar en pequeñas revistas que sacan adelante otros jóvenes llenos también de
fuerza y ánimo. para éstos, el sexo es algo nuevo y la vida también bastante nueva y también
la guerra, y eso está muy bien, resulta refrescante. aún no están «atrapados». pero, por otra
parte, escriben un buen verso y catorce malos. a veces, te hacen añorar hasta el cuidadoso
chisporroteo y el catarro de un Creeley y suenan todos igual. y añoras a un Jeffers, un hombre sentado detrás de una roca, tallando la sangre de su corazón entre paredes. dicen que no hay
que confiar en el que pase de los treinta, y porcentualmente es una buena fórmula: la mayoría
de los hombres se han vendido ya por entonces. así que, en realidad, ¿COMO VOY A
CONFIAR YO EN UN HOMBRE DE MENOS DE TREINTA? lo más probable es que se
venda.
bueno, quizás sea cuestión de épocas. tal como está la poesía (y esto incluye a un tal
Charles Bukowski), sencillamente, en esta época, sencillamente no TENEMOS arietes, faltan
los innovadores audaces, los hombres, los dioses, los grandes muchachos, que podrían
levantarnos de la cama de un golpe o mantenernos en movimiento en el infernal pozo oscuro
de fábricas y calles. los T. S. Eliot han desaparecido. Auden se ha parado; Pound está
esperando la muerte; Jeffers dejó un hueco que jamás llenará ningún Love—In del Gran
Cañón; hasta el viejo Frost tenía cierta grandeza de espíritu; Cummings no nos deja
dormirnos; Spender, «este hombre es vida agonizando» ha dejado de escribir; a D. Thomas le
mató el whisky norteamericano, la admiración norteamericana y la mujer norteamericana;
hasta Sandburg, hace ya mucho tiempo escaso de talento, que entra en las aulas
norteamericanas con su pelo blanco mal cortado, su mala guitarra y sus ojos vacíos, hasta
Sandburg ha recibido la patada en el culo de la muerte.
admitámoslo: los gigantes han muerto y no han aparecido gigantes que los sustituyan.
quizás sean los tiempos. quizás ahora les toque a Vietnam, a Africa, a los árabes. quizás la
gente quiera más de lo que dicen los poetas. quizás la gente acabe siendo el último poeta...
ojalá. Dios lo sabe, a mí no me gustan los poetas. no me gusta sentarme con ellos en la misma
habitación. pero es difícil dar con lo que a uno le gusta. las calles parecen huecas. el hombre
que me llena el depósito en la gasolinera de la esquina parece la más nefanda y odiosa de las
bestias. y cuando veo fotos de mi presidente, o le oigo hablar, me parece una especie de gran
payaso seboso, una criatura torpe y repugnante a la que se ha otorgado decisión sobre mi vida,
mis posibilidades, y las de todos los demás. y yo no lo entiendo. y lo que pasa con nuestro
presidente pasa con nuestra poesía. es casi como si le hubiésemos formado con nuestra falta de
espíritu, y en consecuencia lo mereciéramos. Johnson está perfectamente a cubierto de las
balas de un asesino, no por el aumento de las medidas de seguridad, sino porque produce poco
placer o ninguno matar a un hombre muerto.
lo que vuelve a llevarnos al profesor y a su pregunta: ¿a quién incluir en un libro de poesía
verdaderamente nueva? yo diría que a nadie. que es mejor olvidarse de tal libro. es casi
imposible. si quieres leer un material decente, humano y fuerte, sin falsedades ni fingimientos,
yo diría Al Purdy, el canadiense. pero, ¿qué es en realidad un canadiense? sólo alguien subido
en la rama de un árbol, apenas allí, gritando hermosas canciones de fuego desde dentro de su
vino casero. el tiempo, si lo tenemos, nos lo dirá, nos hablará de él.
así que, profesor, lo siento, pero no puedo ayudarle. quizás sea culpa de alguna rosa de mi
ojal (¿ROSA TIERRA?) el que nos hayamos perdido, y eso incluye a los Creeley, a ti, a mí, a
Johnson, a Dorothy Healey, a C. Clay, a Powell, al último disparo de Hem, a la gran tristeza
de mi hija pequeña que corre por el piso hacia mí. todos sentimos cada vez más esta maldita
pérdida de espíritu y de dirección. e intentamos avanzar más y más hacia algún mesías antes
de la Catástrofe, pero ningún Ghandi, ningún PRIMER Castro se ha adelantado. sólo Dorothy
Healey la de ojos como el cielo. y es una sucia comunista.
así que, veamos. Lowell rechazó la invitación de Johnson a una especie de fiesta al aire
libre. esto estuvo bien. esto fue un principio. pero, por desgracia, Robert Lowell escribe bien.
demasiado bien. está atrapado entre una especie de poesía tipo vidrio y una dura realidad, y no
sabe qué hacer: por tanto, mezcla ambas y muere de ambos modos. a Lowell le gustaría
muchísimo ser un ser humano. pero le castran sus propias concepciones poéticas. Ginsberg,
mientras da gigantescos y extrovertidos saltos mortales ante nuestra vista, comprende el vacío
e intenta llenarlo. al menos sabe lo que está mal... pero carece sencillamente de la capacidad
artística necesaria para llenar ese vacío. así que, profesor, gracias por la visita. a mi puerta
llama mucha gente extraña. demasiados extraños. no sé qué será de nosotros. necesitamos
muchísima suerte. y últimamente la mía ha sido muy mala. y el sol está acercándose. y, la Vida, tan fea como parece, quizá merezca vivirse tres o cuatro días más. ¿crees que lo
conseguiremos?