1: Inicia el viaje

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—Van doce

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—Van doce...—Sonó una débil voz, tan dulce como la brisa que acariciaba los primeros destellos ese día; sus cabellos eran largos y negros como la oscuridad misma, le llegaban a su cadera bien formada y tenía un fleco muy disparejo, en contraste a su piel que era extremadamente blanca aunque gozaba de un suave rubor natural en sus mejillas. En la ventana se reflejaban sus enormes ojos negros, sentada en un cómodo asiento, miraba hacia la ventana de aquél autobús.

—¿De qué hablas, Maney?—Contestó una voz más grave, sentado al lado de su amiga, un joven que usaba una gorra color ocre de béisbol al revés, permitiendo que se asomaran algunos de sus cabellos color verde, que cubrían un trecho de sus ojos azules que voltearon a verla, su piel también era pálida.

— ¡Van doce veces que me derramas comida mientras viajamos! ¡Diablos Tim! ¡Come cuando el autobús pare!—Subió su tono increíblemente, molesta por la comida y bebida que caía en su regazo.

—Disculpa pero, es que tengo tanta hambre que no puedo esperar a que el autobús pare. Y por favor cállate que todos nos están mirando. —Se sonrojó al decir lo último, frunció el ceño y se volteó a lado contrario.

—Nadie nos mira... —Dijo Maney en una manera aburrida, volvió a la ventana.

Hacía poco que había iniciado el semestre. La escuela de nivel medio superior Número Doscientos Veintidós realizó un viaje de recreación a las montañas Zero, para así poder estudiar los diversos factores y ecosistemas naturales, y a su vez, plantear conflictos y actividades de diferentes materias, la actividad de realizar era muy sencilla. Apenas saliendo el sol, doce autobuses partieron de la escuela ordenados por semestres, excepto el último camión, que llevaba una mezcla de alumnos de los seis semestres.

—Me alegra que estés aquí, Maney. —Comentó Tim en voz baja y tocando en el hombro a su amiga.

— ¿Eh? —Dejó de mirar la ventana y se dirigió al chico. —Disculpa, no te estaba escuchando.

—Yo decía que me alegraba que estuvieras aquí porque como este es un camión mixto, no conozco a nadie...

—Pero vienen de tu salón también.

—Sí, pero no tengo amigos, nada más a ti. —Bajó su mirada.

—Ay, eres tan tierno... Creo que me dan ganas de tocar una canción triste en un violín. —Decía sarcásticamente, los dos echaron a reír.

—Maney...—Retomaba. —No te burles de mis sentimientos, te estoy expresando que eres muy importante para mí y...

— ¿Maney has dicho? —Se escuchó una voz a lo lejos, unos asientos atrás. — ¿¡Maney!? ¿Dónde estás?

— ¿Quién me está llamando?—Maney le preguntaba a Tim.

— ¿Y yo qué voy a saber? ¿Por qué no te asomas a ver qué es lo que quiere ese tipo?—Farfulló y cruzó los brazos. Maney asomó su cabeza hacia atrás pero no pudo identificar de dónde venía la voz.

— ¡Así que tú eres Maney!—Exclamó un chico de cabellos naranjas despeinados y con alguns mechones irregulares del frente, tenía una sonrisa enorme y lindos ojos color naranja. Se encontraba parado en el pasillo del camión, al lado de los asientos de Maney y Tim.

—Ho-hola. —Contestó Maney ligeramente nerviosa. — ¿Quién eres tú?

— ¡Yo soy Iker! ¡Voy en el mismo salón que tú!

—Ah... yo no te había visto antes...—Se disculpaba enrojecida, mientras Tim no dejaba de ver a los dos.

—Sí, verás: es que yo estaba enfermo. No pude asistir a la primera semana pero me dijeron que una chica muy bonita había llegado al salón. Supe tu nombre y la verdad no creí que fueras tan bonita. —Tomó su mano con delicadeza y luego comentó: —Qué piel tan suave y blanca...

—Sí, sí, sí su piel suave... ¡Qué bien!—Interrumpió Tim, separando sus manos y sujetando la de Iker para saludarlo. —Yo me llamo Tim, gusto en conocerte. Bueno, qué lástima que tengas que irte ¡Adiós!—Y dichoesto lo empujó hacia atrás del camión. Iker no tuvo más remedio que regresar a su lugar.

— ¡Eso fue muy grosero de tu parte Tim!—Maney le reclamó furiosa. — ¡Ese chico parecía buena persona y además iba en mi salón! ¡Sabes que no le hablo a nadie ahí!

—Pues llegó a interrumpir...

— ¡Me has hecho enojar! En las siguientes horas que viajemos en este estúpido autobús no quiero que me dirijas la palabra ¿Escuchaste?—Pactó ella.

— ¡Está bien!—Se sacudió.

Maney volteó al otro lado, se recargó en el asiento y cerró los ojos...

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