Cobardía

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Me encantaba ir a la misma cafetería todos los días. Admito que dicha cafetería no tenía el mejor café de Londres, pero eso no me importaba, solo voy a ese lugar por una simple y sencilla razón. Esa razón es: Alice.

Ella es la chica más hermosa que he conocido en mi vida, solo hay un problema: soy un cobarde. Soy un cobarde. La única razón por que la que se me su nombre, es simplemente porque lleva un gafete. La única conversación que hemos tenido es:

—Un café con...

—Dos sobres de azúcar y solo un toque de leche—ella me regalo una dulce sonrisa y me guiñó el ojo, sentí que mi corazón se detuvo—. Lo sé, señor Hiddleston, en un momento está listo.

Me fui a sentar y suspiré pesadamente. Soy capaz de pararme frente a demasiadas personas y actuar, bailar y hablar de cualquier tema del cual tenga conocimiento y me apasione, sin sentir vergüenza alguna o temblar, pero esta chica me hace sentir que me falta el aire, mi lengua se enreda y tartamudeo al hablar, mis piernas tiemblan y las rodillas me fallan. Soy como un adolescente cuando estoy cerca de Alice. Y ella ni siquiera se ha dado cuenta de lo que provoca en mí.

Maldita cobardía. Solo pueda verla de lejos, como si fuera una estrella. Ella es esa estrella que esta tan lejos y nunca voy a poder alcanzar. Cierro los ojos y siento como si alguien tomara mi corazón y lo estrujara. ¿Así duele el amor?

—Tom Hiddleston.

Mi corazón volvió a latir cuando ella dijo mi nombre. Me levanté con torpeza y fui hasta donde ella esta. Tomé mi café y sentí mi cuerpo estremecerse cuando nuestros se rozaron. Ella me regalo una de sus dulces sonrisas y me convertí en líquido puro. No podía apartar la mirada de sus cálidos ojos.

—Ten un buen día—murmuró.

—Gracias.

Carraspeé un poco al sentir que mi voz salió ligeramente ronca. Bajé la mirada hacía mi café y me percaté de que ella aun no lo había soltado. Alice apartó su mano y sentí un enorme vacío. Abrí la boca para decirle algo, pero nada salió de mis labios más que silencio. Cerré la boca de golpe, de seguro ella piensa que soy un idiota. Soy un maldito cobarde. Suspiré con suavidad y me salí de la cafetería con el corazón roto.

—Tom, estoy enamorada de ti

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—Tom, estoy enamorada de ti.

—Alice, no sabes cómo había esperado por escuchar esas palabras de tus dulces labios.

La tomé entre mis brazos y la atraje más hacía mí. Llevé una mano a su nuca y me incline para depositar un suave beso en sus labios.

—Tom.

—Alice—murmuré sobre sus labios.

—Tom.

—Solo bésame, Alice.

— ¿Tom?

—Oh Alice.

— ¡Tom!

—Sí Alice, bésame.

Tom Hiddleston: One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora