El amor no envejece

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Odio las galas de beneficencia. No es que no quiera dar mi dinero o mi tiempo en apoyo a alguna caridad o algún movimiento humanista. Adoraba ver las sonrisas de los niños llenas felicidad y esperanza. Eran las galas las que odiaba. Las personas de élite y los actores de nombres rimbombantes que solo hablaban de ellos, de su dinero o de la cantidad casi blasfema que había decidido donar. Lo que me daba asco era que dijeran las cantidades que habían donado como si por un dólar un euro más que donaran se iban a quedar en la miseria, cuando la verdad era que, ni siquiera era la décima de lo que ganaba en una hora.

— ¿Cómo te ha ido, Tom? —preguntó el señor Honkey meneando con elegancia su copa de champagne.

—Bien, gracias—murmuré antes de darle un sorbo a mi bebida.

— ¿Algún proyecto nuevo, Hiddleston? —el señor Perronet se acercó sobándose su enorme vientre.

—De hecho sí—carraspeé un poco—hace una semana tuve el pre-estreno de Thor: Ragnarök. Dentro de dos semanas viajaré a Japón...

—Tal vez podamos ir juntos o vernos por ahí—me interrumpió el señor Perronet—. Esa semana mi cuñado me invitó a una importante fiesta de la élite japonesa.

—Tal vez también debería ir—comentó Honkey—. No estaría mal conocer un par de buenos inversionistas japoneses.

—Oh, claro que sí. Mi socio y yo...

La conversación entre ambos hombres continuó. Ellos no volvieron a integrarme en su plática y yo lo agradecí enormemente. Simplemente me quede ahí parado, dándole sorbos a mi bebida.

Me estaba muriendo de aburrimiento. Miré mi reloj y aún faltaba una hora y media para poder retirarme del lugar. Luke me tenía prohibido irme antes de las doce. Extrañaba demasiado a Chris, cuándo él estaba hacía más ligero este martirio, pero hoy era su aniversario y había preparado una gran noche para él y su esposa. Lo sabía porque me había pedido ayuda para la sorpresa.

Suspiré con pesadez y comencé a pasear mi mirada por todo el salón. Necesitaba algo con que distraerme. Me puse a contar los grupos de personas o los meseros que pululaban entre las personas con trajes de etiqueta y vestidos de diseñador.

De pronto, mi mirada se topó con la de una mujer hermosa, cielos, solo con verla de espaldas sabía que era bellísima. Quise distraerme viendo algo más, paseando la mirada por el salón, contar los vestidos rojos, pero no. Mi mirada regreso a la de aquella mujer que se había comenzado a girar.

Oh.

Maldición.

No puede ser posible.

No tenía duda alguna. Aquella mujer era... cielos. Era ella. Por supuesto que estaba casi igual, solo que ya no tenía el rostro de una niña, definitivamente era toda una mujer. Oh cielos, Victoria. Mi exnovia de la preparatoria. Ella me estaba viendo fijamente y me percaté de que estaba tan sorprendida como yo. Nuestros caminos se había separado hace años... pero sus sueños eran tan diferentes a los míos que me sorprendía demasiado que el destino nos reuniera aquí a los dos.

Con solo una mirada volví a sentirme como un chico de 17 años y parecía que el tiempo no había pasado, puesto que mi corazón seguía acelerándose como la primera vez que la vi, como cuando solo éramos un par de adolescentes locos de amor.

—Viejo, al fin llegas—me dijo Stuart, el organizador de la fiesta, cuando me abrió la puerta—. Anda, pasa y sírvete lo que quieras.

—Gracias—murmuré.

Era la primera vez que iba a una fiesta. Me habían invitado otras veces, pero la verdad es que no me había animado, pero mi mejor amigo me animó diciéndome que la chica que me gustaba iba a estar ahí y que además había terminado con su novio, así que podía ser una buena oportunidad para conquistarla.

Tom Hiddleston: One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora