Un amor para Navidad

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Hacer compras de último momento es lo peor que uno puede hacer, sobretodo un 24 de diciembre.

Las tiendas están abarrotadas, los estacionamientos repletos y las estanterías vacías por completo.

Había recorrido seis tiendas buscando los chocolates favoritos de Ben, pero no había ni una sola maldita caja de esos chocolates. Hay miles de marcas de chocolates, ¿Por qué justo esos tenían que acabarse hoy?

En un par de horas es la fiesta de Navidad que organiza la prima de Ben, la cuál es la mejor amiga de mi hermana. Tenía planeado confesarle mis sentimientos a Ben para después entregarle los chocolates como un regalo de Navidad. Pero ahora mi bonito plan se había ido por el excusado.

Golpeé mi frente un par de veces contra el estante vacío, el último que planeaba ver este día, solté un gemido lleno de frustración y luché por no echarme a llorar como una niña mimada.

—No puede estar pasándome esto.

Refunfuñé en voz alta y solté un par de palabrotas.

Bendita Navidad.

— ¿Señorita? —dejé de golpear mi frente al escuchar aquella voz tan masculina, sensual y... cálida. Por favor, que no sean tan sexy como su voz—. ¿Está todo bien?

Di dos pasos hacia atrás para alejarme de las estanterías y con lentitud voltee a ver al extraño que me llamaba.

Madre de todos los dioses.

Tenía frente a mí al hombre más guapo que hubiera visto jamás. Que Ben me perdone, pero no soy ciega y... ¡Uf! ¡Qué hombre!

El rubor comenzó a hacer su escalada por mi rostro de forma lenta y lo sentía por el calor tan familiar que siempre lo acompañaba. No me imaginaba lo patética que debía de lucir ante aquel hombre.

Un par de preciosos ojos azules me regresaban una dulce mirada. Maldición, era guapísimo a rabiar. Inglés, lo más seguro, su acento lo delataba por completo. Alto, cabello rubio cenizo, ligeramente corto pero dejaba entrever que se le rizaba un poco. Oh dulce niño de Belén, bendito regalo me has dado hoy.

Podía hacerme pis si seguía mirándolo, de hecho, creo que ya estaba babeando todo el piso.

¡Limpieza en el pasillo 5!

—Oh, sí—mi cerebro decidió despertar y mi sonrojo aumentó aún más. Me rasqué el brazo como un tic nervioso—. Solo—miré la estantería vacía y sentí una patada en el estómago—ya no hay de estos chocolates y... no tengo tiempo de ir más lejos buscando otra tienda.

Suspiré con pesadez mientras luchaba por pensar en que otra cosa podía regalarle a Ben. Para empezar todo era culpa de Amazon, había hecho el pedido para lo que realmente le iba a regalar a Ben, ¡pero el paquete estaba perdido a medio camino! y no podían resolverme nada hasta el primero de enero. ¡Muchas gracias estúpido Amazon!

— ¿Son tus favoritos?

—Oh no—miré al extraño ingles descendiente de los dioses, pero aparté la mirada con rapidez sintiéndome apenada—, son para alguien especial.

Sí, tan especial que aquí estas fantaseando y babeando por este monumento de hombre, murmuró una vocecilla cruel dentro de mí.

—Toma—ante mis ojos apareció la caja que tanto estaba buscando—, me estaba llevando la última y...—alcé la mirada sintiéndome muy sorprendida por aquel dulce gesto. Él reía de una forma tímida y yo sentí que mi estómago cosquilleo y tintineo como campanitas de Navidad—. Tal vez en casa de mis tíos estén hartos de que lleve siempre lo mismo. Debería champagne o algo así.

Tom Hiddleston: One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora