CAP X. UNIÓN PERFECTA -PARTE 4-

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                  X. Unión perfecta.

X.IV. La reminiscencia de Alberto y el regalo de Youngjae.

[Recuerdo: Guanuajuato, México]

<< Terminando la presentación de los tres violinistas mexicanos que dieron la vuelta al mundo por su talento, Alma Alcázar se dirigió directamente tras bambalinas para conseguir una entrevista con alguno de los tres magníficos con la ayuda de su increíble placa de donde trabajaba. Así fue, sin perder el tiempo y, aunque al principio aquel hombre robusto con semblante serio y cara de <<pocos amigos>> le impidió el paso, salió uno de los violinistas como caídos del cielo: Alberto Villalobos.

              >>Alberto Villalobos se dirigió hacia la salida para subir algo a la camioneta donde viajaban, al estilo americano —esto porque se fueron a vivir a Estados Unidos por lo que hablaban un inglés fluido—, y se encontró con esa escena: una mujer que mostraba su tarjeta al guardia quien le decía repetidas veces <<no se puede, señorita>>. Alberto, al ver tanto alboroto pensó en un principio que se trataba de una fanática de ellos y, como todo un caballero y excelente artista, quiso complacer a la mujer quien parecía, ya se estaba irritando. Formó una sonrisa muy contagiosa y se dirigió hacia el par.

               >>—Buenas noches —saludó Alberto—. ¿Pasa algo? Harold.

              >>—Señor —contestó el hombre robusto—, esta mujer dice que viene de una editorial y me pide que la pase con ustedes para una entrevista.

              >>—Vaya, a primera vista creí que eras una fan. Luces muy joven —exclamó Alberto, mirando a Alma. Después se dirigió hacia Harold—. ¿Por qué no la dejas entrar?

               >>—Pero señor, son las reglas —inquirió el hombre robusto—. Debe traer algo más oficial. Un permiso.

               >>—Vamos Harold. ¿Qué represalias puede tener el hecho de que le dé una entrevista? —Se giró hacia Alma—. Señorita, ¿es necesario que los tres te demos la entrevista?

              >>—Con uno basta —respondió Alma. Después se ruborizó—. Señor.

              >>—No me digas señor. ¿Acaso me veo muy viejo? —sonrió—. Ven. Te daré la entrevista afuera. ¿Está bien?

              >>—Por supuesto.

             >>Alberto le hizo una señal a Harold, indicando que si sus hermanos preguntaban por él, éste les diría que estaba dando una entrevista. A primera estancia, a Alberto le simpatizó la mujer. Para él, se notaba que no era una mujer como la mayoría. Ella desprendía algo más. Algo que parecía ser magia. Pronto, Alberto se inspiraría en ella para crear una canción.

A MI MANERA: EL TRÍO ÉPICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora