CAPÍTULO DOCE

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ANNA

No hay nada más tranquilo que la brisa del viento golpeando tu rostro y escuchar el hermoso sonido de las olas cuando chocan con las rocas.

Eso siempre me gusto de aquí, cuando era pequeña recuerdo que con mi padre veníamos aquí cuando mamá no estaba en casa, traíamos una canasta y hacíamos una tarde de padre e hija. Veíamos el atardecer y luego, cuando las estrellas llegaban y la luz de la luna cubría nuestros rostros nos íbamos.

Mamá jamás quiso que viniéramos aquí, decía que era peligroso, que estaba demasiado alto para alguien tan pequeña como yo. Pero siempre supe, que nada me pasaría junto con papá.

Y ahora me encuentro aquí mismo, en el mismo lugar donde pasaba horas con mi padre, donde era feliz, con algo tan simple. En lo más alto del faro, aquí me encuentro. Y estoy acá para ver si queda algo en mí, de esa pequeña niña que era, y por lo que veo, no queda nada...

No queda nada de mi padre, sólo su recuerdo. Eso es lo que queda, sólo recuerdos.

Dicen que cuando recuerdas a alguien nunca muere, ¿pero si mi recuerdo soy yo? Quién recordara a esa niña que subía aquí a escondidas de su madre, junto con la persona más maravillosa del mundo, con la cual un simple faro y la naturaleza, era feliz. Entonces, ¿estaré muerta?

Y ahora, ahora ni siquiera sé que es lo que estoy haciendo, fingiendo con tal de encontrar la verdad, descubriendo cosas sin respuestas. Mentiras, puras mentiras. ¿Dónde quedaron los valores, la enseñanza qué me dieron? ¿Dónde quedaron las palabras supuestamente sinceras de mi madre? Simplemente queda el recuerdo. Ahora sólo queda el recuerdo de todo.

No sé lo que es verdad ni lo que es mentira. No sé en quien confiar, no sé si podré hablar de esto con alguien, de saber lo que realmente pasa.

Sólo recuerdo pocas cosas de mi infancia, y esas cosas, ahora resulta que no sé si eran verdades. Si simplemente no hubiera tenido ese accidente.

Son pocas las cosas, pero por suerte son cosas felices, momentos en los que era feliz, en los que simplemente me importaba vivirlos. No me atormentaba la duda de si mi padre fingía ser feliz, si los besos de mi madre eran sinceros. No dudaba de su amor por mí.

¿Y ahora? Ahora dudo de todo, me atormenta la mentira, me atormenta la verdad, quiero saber lo que me oculta. ¿Pero cómo saber si me dice la verdad cuándo se lo pregunte?, si ni siquiera sé si mi vida ha sido verdad. ¿Qué tal si toda mi vida ha sido una farsa?

Pero, ¿por qué?

Dejo caer mi cara por entre las barras que protegen la luz del faro, con mis pies colgando. Miro el agua; y qué curioso, por qué estoy en un faro, que lo que hace es ayudar a los barcos a no perderse, ¿y yo?, yo me siento pérdida, más que eso, me siento ahogada con tantas cosas dentro de mí.

No sé si puedo seguir fingiendo, saber que me oculta algo mi propia madre. Es difícil saber que te ocultan algo y no poder hacer nada, pero cuando es tu madre, cuando es ella, que te llevo durando nueve meses dentro de sí, cuando te vio nacer, crecer, te educo, te enseño todo sobre la vida, cuando es ella, es casi imposible.

Casi. Yo no me voy a dar por vencida así como así, yo voy a descubrir lo que me oculta, cueste lo que me cueste.

(...)

Hoy volvimos muy tarde de "nuestra salidita madre-hija", no entiendo qué le ocurrió pero recibió una llamada al llegar y su actitud de madre buena cambió bruscamente.

Me dijo que iría a nuestra anterior ciudad, que tenía unos asuntos pendientes, le pregunte si podría ir y comenzó a decir que no, que sus asuntos no me incumbían, se volvió loca.

Es por eso que vine al faro a calmarme, decidí no insistirle para no enfadarme más con ella y decir todo lo que me fastidia.

Y no, no he venido a llorar, es muy difícil que vean llorar y siento que si lloro me veré débil, y odio que me vean así.

Recuerdo una vez en el colegio que a una niña la hicieron llorar y creí que por verla llorar dejarían de molestarle, pero no, la insultaron le dijeron que era una llorona, una débil. Es por eso que odio que me vean llorar.

No creo que mamá haya vuelto a casa, así que no tendré problema en entrar a casa y acostarme, hacer como si nunca salí de casa y listo. Igual no creo que le importe.

Agrr odio parecer una rencorosa pero es que cada vez que escucho su nombre en mi cabeza se me crean muchas hipótesis para mis preguntas, y no son buenas. No quiero precipitarme a nada pero siento que no es nada bueno las respuestas a mis preguntas.

Vuelvo a casa por la puerta principal ya que Amanda -la jefa del servicio- me cubrirá en esta escapadita que me he dado. Ella realmente se parece a una abuela, me habla como tal y siempre me está mimando.

Siento que con ella si podría confiar, pero no lo sé. Tal vez simplemente me estoy haciendo falsas ilusiones.

***

ERIC

Todo el día trate de contactarme con Caroline, no me atendió, no había ni rastro de ella. Megan tampoco estaba en su casa, su madre me dijo que salió de la ciudad pero no sabía a qué.

Al final hable con Marcos el jardinero de la casa de Anna y me dijo que había escuchado a Caroline decir que iría con su hija a las afueras de la ciudad.

Tome mi motocicleta y fui a ver a Camille una vieja amiga la cual vivía al borde de la carretera, por la cual Caroline debió pasar para ir a "las afueras de la ciudad".

Le describí el coche de Caroline y me dijo que si, que a la mañana lo había visto pasar. Me quede esperando a que volvieran pero no las vi.

Pero no me voy a rendir tan fácilmente, si mañana, es decir hoy, no veo a Megan comenzaré a buscar a Anna por todos lados.

Pasada la medianoche decidí volver a casa y esperar hasta que el sol saliera.

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