Capítulo 11

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Capítulo 11

Durante todo el día Harry estuvo pensando en la carta que tenía en el bolsillo, hasta tal punto que se equivocó en algunos de los pedidos.

El abuelo Floro entendía lo que le pasaba a Harry y no le decía nada, tan solo se dedicaba a resolver los errores del chico.

Después de trabajo Harry volvió a casa e intentó no pensar en la carta que aún llevaba en el bolsillo.

Sus amigos le preguntaron si le pasaba algo, pues lo veían muy silencioso pero este solo les sonreía y decía que había tenido un día ajetreado en la floristería.

Una vez a solas en su habitación y con su hijo dormido, Harry cogió la carta y la miró. Varias veces quiso abrir el sobre, pero al final nunca se atrevía. Y se quedaba mirando su nombre escrito en el sobre con aquella letra elegante que tan bien conocía.

El tenía varias cartas que Severus le había mandado cuando estaba en Hogwarts. Las había leído cientos de veces cuando estaba en Hogwarts y no podía ver a Severus e incluso las leía después de que él lo abandonara; intentando creer que esas palabras eran ciertas, que Severus en realidad lo amaba y que si se habían separado fue por alguna pelea y no porque Severus lo había utilizado y ya no le era de ninguna utilidad.

Antes de saber que estaba embarazado, se refugió en esas cartas y creó un mundo a su alrededor, en el cual Severus y él seguían juntos y planeaban su futuro. Pero para quedarse en ese mundo tenía que perder la consciencia y para eso había puesto en peligro a su hijo, aún sin saber que existía.

Al recordar eso dejó la carta sobre la mesa. No podía volver a arriesgarse a hacer algo así. Las cartas le regalaban un sueño, pero de los sueños no se puede vivir.

Durante cuatro días más, Harry estuvo recibiendo rosas y dientes de león; y a pesar de guardarlas, no había leído la carta. Las flores podían interpretarse de muchas maneras, ya sea por el significado que tienen o por una simple forma de pedir disculpas; pero las cartas no tenían doble significado. Eran lo que eran.

Esa tarde como cualquier otra Hermione esperaba fuera de la facultad de Medimagia a que Ron viniera a recogerla.

Estaba pensando en que preparar para la cena, al tiempo que miraba su agenda, en donde tenía escritas las cenas pasadas, cuando alguien la llamó por el nombre.

Cuando levantó la mirada de su agenda, se puso pálida; pero rápidamente se enfureció.

-¿Qué estás haciendo aquí? -dijo furiosa.

-Solo quería preguntarte una cosa.

-Después de como trataste a Harry, ¿crees que voy a dignarme a responder a tus preguntas?

-Se que no lo merezco -dijo Severus-. Pero amo a Harry.

-¿Qué diablos haces aquí? -dijo una segunda voz furiosa.

Ron se acercó a Hermione y encaró a Severus.

-Mirad, se que le he hecho daño a Harry. Y que no merezco nada viniendo de vosotros. Pero lo amo y siento todo lo que le hice -se sinceró.

-¿Cómo puedes decir eso, si fuiste tú mismo el que le dijo a Harry que todo había sido una mentira? -le recordó Ron.

-Lo se y cuando se lo dije pensaba que era verdad. Pero después de eso me di cuenta de que me había enamorado de él. Por favor, solo necesito saber si aún conserva las flores que le he dado o si por lo menos ha leído la carta.

Ron y Hermione se quedaron mudos. No entendían de que hablaba Severus, pues Harry nunca les había dicho que él le había regalado flores a lo largo de su relación.

La venganza puede ser buenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora