Capítulo 25

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Vi mi reflejo en el espejo de cuerpo completo. Mi vestido blanco caía hasta el piso con fluidez a pesar de que era un modelo sencillo cuyo único llamativo era la abertura que tenía en un costado, haciendo lucir mi pierna larga y torneada debido a que llegaba hasta la mitad de mi muslo izquierdo. Me puse el velo cuidando de no despeinar mi moño alto y lo ajusté con una peineta plateada con florecillas azul lapislázuli.

—¿Ya estás lista? —preguntó Valerie entrando por la puerta—. Todos están esperando.

Caminamos por un corredor hasta unas puertas enormes de madera que se abrieron cuando me paré frente a ellas. Aileen me tendió el ramo de lirios blancos y avancé por el pasillo central, mientras todos se levantaban y me miraban con admiración.

Traté de concentrarme en caminar pausado, pero había alguien que me esperaba en el altar. Su cabello negro estaba bien peinado y la sonrisa en su rostro iluminaba toda la iglesia.

Llegué hasta él. Tomé su mano cuando la tendió hacia mí e instintivamente sonreí.

—¿Qué estás haciendo aquí, Alex? —pregunté susurrando en su oído.

—¿Tú qué crees? Casándome contigo, por supuesto.

Sabía que no era real, era otro de sus estúpidos sueños; no obstante, aun así se las ingeniaba para hacerme sentir como si fuera correcto. Como si yo deseara lo que estaba pasando.

—No quiero casarme contigo.

Levantó una ceja y miró al párroco frente a nosotros que estaba concentrado leyendo la Biblia que sostenía entre sus decrépitas manos.

—Qué bueno que lo dices. —Guiñó un ojo, sonriendo con picardía—.Yo tampoco quiero hacerlo.

Si bien hizo ademán de acercarse al anciano para cancelar la ceremonia, mi mano lo detuvo en el acto.

—¡Espera! —Miré alrededor, estábamos solos en la iglesia. Si esto era un sueño, ¿qué daño podría hacer si continuábamos con esta fantasía?—. Sí quiero hacerlo.

Alex sonrió y se acomodó la pajarita.

—Entonces, hay que casarnos.

***

Desperté cuando sentí cosquillas en mi nariz. Llevaba días soñando con la misma escena, noche tras noche, y siempre despertaba en esa parte queriendo saber cómo continuaba.

La primera vez sentí alivio al salir de ese sueño, pero conforme pasaban los días, dentro de mí crecía esa abrumadora necesidad de saber cómo es que terminaba. Peor aún, esa utópica boda empezó a significar más para mí que mi boda real por cuyo evento empecé a albergar pequeñas dudas.

Para no sentirme tan mal por querer que ese escenario fuese real, me obligué a recrear mi sueño mientras estaba consciente, pero sustituyendo a Alex por Graham. No pude hacerlo.

Algo volvió a cosquillearme la nariz, sacándome por completo de mis cavilaciones. Aileen, que sostenía una pluma de ave entre los dedos, me observaba desde arriba con semblante nostálgico.

Me desperecé tratando de orientarme. Estábamos en la biblioteca de la casa; sin darme cuenta me había quedado dormida al leer el libro que todavía sostenía entre las manos.

—Ya es hora, Beth —dijo con tristeza.

Graham ya nos esperaba dentro del auto, tarareaba la canción proveniente de la radio con aire ausente, mientras sus dedos tamborileaban sobre su rodilla. En cuanto entramos y nos abrochamos los cinturones de seguridad, arrancó y condujo hacia el aeropuerto bajo la tormenta de nieve que no había pronosticado el servicio meteorológico.

DoppelgängerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora