¿Has sentido como si el mundo se detuviera súbitamente en un segundo? Eso fue lo que sentí cuando mi cerebro procesó que Emeraude estaba muerta.
No es que saber de su deceso me afectara de alguna manera, puesto que no la conocía; pero justo la semana pasada había hablado con ella e incluso había sentido sus manos huesudas sobre mi piel, y esa era una sensación tan vívida que no pude solo haberla imaginado.
—Sharon, ¿es en serio?
Asintió sin ninguna preocupación. Apareció un pitido en el fondo de mi cráneo y luego la escuché en la lejanía preguntando si necesitaba sentarme.
—¿La conocías de cerca? —Apenas si puse atención a su pregunta, ya que mi mente trataba de concentrarse en la botella de agua que me ofrecía. Ni qué decir lo sorprendida que quedé al notar que estaba sentada sobre una silla plegable junto al mostrador—. No sabía que eran amigas. Aunque en realidad no te ves mucho mayor que yo, ¿cómo es que la conociste?
—Yo... —titubeé—: Creerás que estoy loca, pero juro que la vi. Hace unos días entré por casualidad y estaba en ese rincón. —Señalé la esquina donde la vi por primera vez—: ¡Me tocó! Yo..., de verdad la vi.
Quise golpearme con la botella de agua por lo ridículas que sonaban las palabras que balbuceaba.
Volteé a ver a Sharon. En sus ojos vi preocupación, no como si dudara de mi salud mental, sino como si comprendiera semejantes desvaríos.
—¿Sabes? A mi abuelo le gustaba mucho estar aquí después de que ella murió. —Se recargó en el mostrador y cruzó los brazos—: Decía que a veces solía sentir su espíritu o escuchaba su risa. Una vez nos dijo que estaba quedándose dormido y la sintió sosteniéndole la mano. No sé si era verdad, a mí nunca me ha sucedido nada raro. —Encogió los hombros y se sacudió una pelusa del top como si aquella fuera la charla más natural del planeta—: Como te digo, ese don nunca fue para mí.
Lo único que quería era salir de allí. No obstante, no encontré la cortesía suficiente para despedirme, por lo que me conformé con intentar desviar el tema de forma sutil.
—¿Tu abuelo también murió?
—No —murmuró pensativa—. Estar aquí le empezó a afectar con el tiempo. Cada día estaba más triste y una mañana simplemente nos abandonó. Dijo que la abuela le pidió en sueños que viajara y conociera lugares. Se fue unos días a Maine, y luego llamó para decir que buscaría un lugar tranquilo para pasar lo que le restaba de vida. Eso fue lo último que supimos de él.
—¿No sabes a dónde fue?
—No —dijo tras un suspiro fuerte—. Mamá piensa que regresó a la casa de su infancia o al país natal de la abuela. La verdad es que ni siquiera sabemos si sigue con vida. —Se enderezó y cambió ese aire de introspección—: Hola, mi nombre es Shanty. ¿En qué te puedo ayudar?
Sharon se disculpó para ir a atender a la muchacha que recién entraba. Miré la fotografía con más detenimiento, como si eso fuera a darme una nueva perspectiva, hasta que me convencí que eso era todo; el misterio no iba a resolverse. Le di las gracias a la chica y me fui.
Caminé un rato por las calles, tratando de darle un poco de sentido a todo ese embrollo. La posibilidad de que tuve un encuentro con un espíritu me resultaba inverosímil. Sin embargo, yo estaba segura de lo que vi, oí y sentí. ¿Cómo podía explicarse?
Regresé al departamento a revisar por última vez que no olvidara nada importante. Ya me había deshecho de todo lo que no me llevaría, y sin eso y con el resto de mis cosas en las maletas, el sitio comenzaba a verse vacío. La peor parte le tocaría a Graham, verlo tan impersonal como cuando recién llegamos.
ESTÁS LEYENDO
Doppelgänger
Paranormal¿Sabías que en algún lugar del mundo hay alguien idéntico a ti? ¿Sabías que si lo encuentras podrían pasar cosas terribles? O, peor aún, ¿Que si él te encuentra a ti, podrías morir? No, de seguro no lo sabías. La vida de Merybeth McNeil cambia cuand...