ALEX
Había peleado con mi novia esa noche. No es que no la quisiera —como ella creía—, pero a los dieciocho, lo último que uno piensa es en el compromiso serio. Holly era encantadora a su manera y muy divertida, pero quería más. Y no es que siquiera me importara saber qué es eso que buscaba puesto que lo teníamos todo; ya saben, salíamos a fiestas, teníamos miles de amigos en común, íbamos a bailar y el sexo era ardiente. ¿Qué más necesitaba?
—Graham —dijo una voz femenina detrás de mí.
Un brusco toque en mi hombro me hizo voltear a ver a la chica que osó interrumpir mis cavilaciones. Debo admitir que era linda; no tan sexy como Holly, pero tenía cierto encanto con su rojizo cabello despeinado y esos ojos azules que me observaban con intensidad.
La recorrí con la mirada; no era la súper modelo del año, digo, le faltaban un par de tallas en el sostén para llamar mi verdadera atención, pero sus piernas se veían antojables debajo de los vaqueros ajustados. De haber sido más bonita, le hubiera respondido: No soy Graham, pero podemos pretender que sí.
Me tomó del cuello con demasiada fuerza. Ya lo veía venir cuando acercó su rostro al mío, decidida a besarme. En cualquier otra situación, me hubiera apartado; no obstante, una descarga eléctrica atravesó mi cuerpo cuando sus dedos fríos hicieron contacto con mi piel. Nadie, jamás en mi vida, me había provocado semejante reacción.
Y si creía que eso había sido algo, no fue nada comparado con lo que sentí cuando sus labios chocaron contra los míos.
En ese momento, comprendí lo que tal vez quiso decir Holly porque empecé a necesitar más de esa chica desconocida que me besaba con ferocidad. Y no hablaba precisamente de llegar a la siguiente base y anotar un home run; bueno, la verdad es que sí cruzó por mi cabeza un infinito de escenarios en los que la tomaba y la hacía mía con tanta pasión que jamás podría olvidarse de mí. Tal vez —justo ahora—, sobre la barra del bar... Pero no, como decía, no me refería a eso, sino a que podría estar besándola por siempre. ¡Qué diablos! ¡Quería más que besarla! Quería tomar su mano, abrazarla, llevarla hasta la luna y de regreso e incluso pasar toda una eternidad junto a ella.
Me separé antes de que mi imaginación me llevara más lejos. Cuando abrí los ojos, los suyos aún seguían cerrados; así que me tomé la libertad de apreciarla con sumo detenimiento. ¿Cómo había podido pensar que no era lo suficientemente bonita? Sus pecas eran encantadoras y sus pestañas parecían abanicos negros que titilaban.
Se sonrojó al encontrar mi mirada.
¿Quién eres? y ¿qué me acabas de hacer?, quise preguntarle. Pero se fue.
Dio media vuelta y corrió hacia la salida del bar como si su vida dependiera de ello. Me paré, saqué unos billetes para dejarlos sobre la barra y el cuerpo bien formado de Holly me acorraló. ¡Esto no podía estar pasando!
Sonriendo de forma coqueta, se acercó más a mí. Se había bajado un poco el escote para dejar al descubierto sus turgentes senos, la clásica maniobra que utilizaba en cuanto veía que lo nuestro no avanzaba.
Demasiado tarde, Holly. Una pelirroja se acaba de llevar mi corazón.
—Lo lamento —dije sin sentirlo en absoluto.
Teniendo que empujar a unos cuantos en el camino, por fin pude salir del bar. La calle estaba desierta, sin rastro alguno que me indicara la dirección que tomó aquella chica.
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Doppelgänger
Paranormal¿Sabías que en algún lugar del mundo hay alguien idéntico a ti? ¿Sabías que si lo encuentras podrían pasar cosas terribles? O, peor aún, ¿Que si él te encuentra a ti, podrías morir? No, de seguro no lo sabías. La vida de Merybeth McNeil cambia cuand...