No sabría describir el profundo miedo que me embargó cuando la última pieza del rompecabezas encajó en su lugar. Había varios huecos en la historia, pero eso era algo con lo que tendría que lidiar después. Lo primero era salir de esta casa lo antes posible.
Fui hacia la puerta, decidida a usar la fuerza bruta de ser necesario; sin embargo, no hizo falta puesto que pude abrirla con facilidad. Bajé corriendo las escaleras y me apresuré a tomar las llaves del auto que había dejado en la encimera de la cocina.
De súbito, quedé paralizada al escuchar que la puerta del vestíbulo se cerraba de golpe.
Alguien caminó hacia la misma habitación donde estaba yo. Era demasiado tarde para regresar a la cocina por un cuchillo o algo que pudiera usar como arma.
Dejé salir un suspiro sonoro cuando vi que Alex atravesó el marco de la puerta. Se le veía demacrado; traía cortes en la mejilla y manchas de sangre sobre la playera blanca, pero al menos estaba vivo.
Corrí para abrazarlo mientras mis ojos se anegaban en lágrimas. Los últimos minutos había temido que Graham pudiera hacerle algo y era un alivio ver que no era el caso. Ahora sí podríamos irnos lejos y pensar en algún plan sobre la marcha.
Sus fuertes brazos me envolvieron; repasé su pecho duro con mis manos para comprobar que no tuviera alguna herida de gravedad y me alegré al darme cuenta de que no le acaecía ningún dolor.
—Pensé que..., estaba tan preocupada y... —balbuceé con torpeza, lo que me hizo ganar una de sus sonrisas amplias que le marcaban los hoyuelos.
Acunó mi cara entre sus manos y me besó en la frente; no obstante, yo quería más. Acerqué mis labios para besarlo con pasión.
—Tenemos que irnos ya, pelirroja —dijo al separarnos con su clásica determinación en la voz.
Di unos cuantos pasos hacia atrás.
—Graham —susurré.
Rio y se pasó los dedos entre el cabello para despeinarlo ligeramente.
—¿Qué fue lo que me delató, Beth? —preguntó divertido—. Creí que ya tenía bien estudiado a ese imbécil y en un segundo tú me desenmascaras.
Se acostó en el sillón, despreocupado.
—¿Dónde está Alex? —inquirí con la mandíbula rígida.
—Creí que lo tenía todo —murmuró para sí—. Marqué más mi abdomen, los hoyuelos, la ropa, el cabello, los ojos, los estúpidos apodos con los que te llama... ¿En qué fallé?
—¿Dónde está Alex?
—Hagamos algo, responde mi pregunta y yo respondo la tuya. —Caminé hacia uno de los sillones con los puños cerrados. Las uñas se me clavaban en la palma, pero el dolor no me importó—. ¿Y bien?
—Fue el beso.
Eso lo hizo reír. Se sentó y pasó las manos por detrás de su cabeza. Era verdad, tenía bien estudiado a Alex.
—Vaya, eso era algo que no había considerado. Después de todo, creí que si no te diste cuenta la primera... ¡Siéntate!
Me había parado, decidida a irme. Lo miré con desprecio antes de seguir avanzando hacia la puerta, pero él me detuvo. Tomó mi brazo con menos fuerza de la que esperé y me obligó a sentarme de nuevo.
Paseó por la habitación como león al acecho sin quitarme la vista de encima. Si bien podría intentar correr, de seguro él me alcanzaría. No tenía posibilidad alguna de llegar a mi auto.
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Doppelgänger
Paranormal¿Sabías que en algún lugar del mundo hay alguien idéntico a ti? ¿Sabías que si lo encuentras podrían pasar cosas terribles? O, peor aún, ¿Que si él te encuentra a ti, podrías morir? No, de seguro no lo sabías. La vida de Merybeth McNeil cambia cuand...