Capítulo 19

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¿Podía ser cierto todo lo que Chester me estaba contando? ¿Eso significaba que Alex era un... doppelgänger?

¡Dios! ¡Era tan absurdo siquiera pensar en la palabra!

Tanto tiempo pensé que la explicación a su similitud era una respuesta que se atenía a las leyes de la lógica. Tal vez mis teorías eran algo excéntricas, incluso fantasiosas hasta cierto punto, pero esto ya sobrepasaba los límites de la locura e insensatez. ¿Cómo alguien podría creer en esto?

¡Calma, Beth!, me dije a mí misma en el cuarto de baño del señor Graves. ¡Piensa las cosas con claridad!

Me mojé la cara en un vano intento de encontrar un poco de lucidez.

No descubrí algún argumento válido y salí con la excusa de que ya me había tardado demasiado en el sanitario. Ninguna conclusión me parecía razonable y, para ser honesta, no tenía la fuerza mental para pensar en locuras paranormales; ya lidiaría con eso más al rato.

Chester miraba una fotografía vieja que guardó en cuanto me senté de nuevo en el sillón. No quería hacerlo para no volver a entumirme, pero sentía mis piernas débiles, como si en cualquier momento fueran a doblegarse.

—¿Qué significa ser un ancla? —pregunté con tono sombrío recordando que Emeraude me llamó de esa forma alguna vez.

—En pocas palabras, es esa persona que une el destino del humano con el de su doppelgänger.

—¿Y cómo es que alguien, entre tantos millones de personas, puede convertirse en ancla? —¿Era mi imaginación o había una nota de histeria en mi voz?

—Porque esa persona establece, inconscientemente, una conexión fuerte con ambas partes. Una vez que ese vínculo nace, con el tiempo se fortalece y el destino se vuelve inevitable.

—¿Y hay algún modo de evitar que eso suceda?

—Beth, tú eres un ancla y lo seguirás siendo por el resto de tu vida. El humano y el demonio encontrarán la manera de llegar a ti en cualquier lugar del mundo; si el humano es listo, y tú también, sabrán que lo mejor que pueden hacer es separarse conscientemente uno del otro para que no haya probabilidad alguna de que el doble lo encuentre puesto que su instinto lo guiará siempre a ti.

Esto era demasiado para procesar.

—¿Cómo es que usted sabe todo esto? —pregunté en un susurro.

Su mirada volvió a perderse y exhaló sonoro.

—Por mi esposa. Ella era una mujer muy sensitiva para percibir aquello que los demás no podíamos. Tuvo un incidente con un doppelgänger durante gran parte de su vida... ¡Oh, casi lo olvido! —Caminó hasta el librero y tomó una libreta pequeña entre sus manos arrugadas. La observó con añoranza y me la entregó—. En un sueño, mi hermosa Emeraude me pidió que te diera esto. No sé si te pueda ayudar, pero tal vez puedas aprender algo de su experiencia.

Le agradecí y consideré oportuno retirarme. Me dio un abrazo paternal en la puertita de la cerca y me adentré a Wolfhill en dirección de la granja. Varios vecinos ya estaban trabajando en sus jardines, quitando la nieve de las flores o huertos, o salían de sus hogares para ir a la ciudad.

Del cielo caían algunos copos, augurando un día ventoso y frío. Ya que había pasado gran parte de la mañana con el señor Graves, lo más probable era que a estas alturas, tanto Aileen como Valerie, ya estuvieran despiertas. No estuve muy segura de poder reunir el humor necesario para escuchar sus charlas matutinas o para contestar sus interrogatorios; así que pasé de largo frente al camino que dirigía a la casa y seguí avanzando hasta que estuve tan lejos que, si alguna se asomaba por cualquier ventana de la propiedad, no me podría ver.

DoppelgängerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora